FIRMAS Salvador García

OPINIÓN | Archipiélago Nómada, de González Ruano | Salvador García Llanos

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Un viaje geopoético, se define El archipiélago nómada (Azulia 2018), original de José Luis González Ruano (Gran Canaria, 1957), a quien tuvimos oportunidad de entrevistar ayer noche en la jornada inaugural de Periplo, el festival internacional de Literatura de viajes y aventuras.

El subtitulo nos acerca a los contenidos y al mensaje de la obra: Un viaje libre y salvaje por las islas Canarias. Claro que González Ruano es un viajero literario que exprime cada desplazamiento para obtener zumo de las peculiaridades isleñas. Por eso interpreta la isla como un símbolo vital y un espacio narrativo propio. Por eso hace un periplo atrayente, penetrante, que plasma en páginas desbordantes de interés. No conocemos antecedentes de una descripción insular tan desmenuzada desde una óptica naturalista. Ayuda su condición de reconocido activista en defensa de la naturaleza pero enhebra una escritura tan sugerente, tan original, tan entretenida, tan pletórica de matices y metáforas, que las páginas van pasando a ritmo de inusitado interés.

El estilo literario de González Ruano prende y cautiva pues. «Enigma y destino. Conocimiento». Van sucediéndose las definiciones, algunas de ellas oración final adjetivada que cierra un párrafo. Por lo tanto, este no es un relato más: «Ninguna isla -escribe- parece estar lejos de nuestra mente». Es un canto reivindicativo: «El mucho andar y mucho leer me ha enseñado que la posesión privada no opera a favor de la preservación de la naturaleza salvaje», revela el escritor, que arranca en los territorios más próximos al continente africano, al norte de Lanzarote, y hasta amplía su horizonte hasta las islas Salvajes, «cimas emergidas en la misma placa africana». Refuerza con ello su tesis de que la insularidad es una práctica salvaje, un sentimiento compartido, porque desde las islas el horizonte es una llamada. Esta afirmación, «el límite del mundo para el isleño está al final de un relato que se cuenta a los hijos para que no se pierda en la inmensidad del océano y del tiempo», pone de relieve el propósito del escritor, dominada su conciencia «como un poema océanico, a la deriva».

Y así se va abriendo paso el poder del lenguaje en el mapa de la naturaleza. Escribe Eduardo García Rojas que José Luis González Ruano se siente Ulises. Entonces le vemos lanzarse hacia mundos por descubrir, en una aventura literaria merecedora de atención. Huye de tópicos y hasta de sentimientos que pudieran ser comunes, le concede una chance a algún hecho histórico y describe, con meticulosa y fascinante prosa, la geografía por la que, cuaderno en mano, se desliza con grácil y contundente estilo. «La certeza de una búsqueda también hace viajar», otra de las frases que suelta para invitarnos, escuetamente, a seguir leyendo.

Eduardo cree que para describir Canarias de la forma que lo ha hecho González Ruano, desde Alegranza hasta Orchilla, cuenta con unas pocas herramientas, «las suficientes para contagiar al lector de sus sensaciones «y de cómo alcanza a ver ese archipiélago original que lo transforma como hombre y viajero. Una mirada feliz -adivina García Rojas- pero teñida también de melancolía sobre una(s) isla(s) salvajes que se resisten a desaparecer aunque apenas tengamos memoria de ellas.

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