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El bar de Pepe. Cosas de la radio. Por Joaquín Hernández

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El tema de la tertulia iba de la libertad de opinión en los medios de comunicación social. Rodeado de 4 diplodocus de la era anterior a las facultades de Ciencias de la Información, de cuando se regalaban los carnets de periodista a  los cuatro amigotes de la Falange Española o del SEU en dictadura franquista, más dos pringaos de los de toda la vida, de aquellos que comen a diestra y siniestra, vamos que les da lo mismo abrazar al PP como mañana hacerlo con el Psoe, dependiendo del sobre blanco con dinero negro sea de abultado, me encontraba más solo que Robinson Crusoe.

Aunque ya nadie se lo cree, no se dejen manipular, no crean cuando les digan que la radio, la prensa y la tv  son  libres e independientes, porque eso es una patraña, una gran mentira.  No se trata de querer o no querer, entre otras cosas porque todos queremos hablar y escribir con libertad, se trata simple y llanamente que es una tarea imposible.

A lo más que podemos aspirar los plumillas es que el margen de libertad sea superior a la media del mercado de la cosa de radio, tv o prensa, llámese impresa o digital. Me explico: la libertad de expresión en los medios son como vías de comunicación, existen carreteras comarcales, autovías, autopistas de dos, cuatro, seis y hasta ocho carriles y dependerá de la anchura de la vía y trayecto que elijas para que tengas mayor o menor grado de expresar tu opinión libremente. Las empresas de esto que se llama “periodismo independiente y rigurosamente veraz” pertenecen a grupos de personas que exponen un capital, su dinero, en el negocio mediático.

Como todos sabemos “el capital es muy miedoso” y huye de los problemas, lo normal será que  inclinen  lo que llaman “línea Editorial” (que no es otra cosa que la elección de esa vía que decía antes de libertad de expresión) a mejorar la cuenta de resultados del “business”, en el fondo es una regla de tres simple; a mayor capital, mayor libertad como a mayor libertad es a mejor información. Claro que no todos disparan con la misma pólvora, los hay que para disparar no necesitan comprar la pólvora porque la tienen pagada de antemano.

Es el caso de las radios y televisiones públicas de las que dicen sirven para la cultura, la educación de forma “amena, entretenida, divulgativa e informativa” a las gente, sin embargo la “línea editorial” la marca el Gobierno respectivo, de tal forma  que los “doberman”, los encargados del cotarro y la martingala de los “entes públicos”, no dejan mover un palillo sin permiso del censor de turno. Sin embargo debería  ser todo lo contrario, porque esa radio o televisión nos pertenece, somos nosotros los empresarios, los que ponemos la pasta gansa y debiéramos ser nosotros los que decidamos cómo y con quien jugarnos los cuartos.

Hoy en día todos estamos convencidísimos que la radio televisión pública es un fraude, una estafa y una tomadura de pelo que insulta la inteligencia del espectador por muy burro que sea, pero si además le añadimos que la contabilidad de la mayoría de esos “entes” está manipulada y de dudosa veracidad el tema es de idiotas seguir manteniendo, para promoción del partido en el poder, tan costoso “espectáculo”. El caso de la rtvc y el nepotismo de Paulino Rivero unido al despotismo del actual Director General de la cosa es (si no fuera por los 48 millones de euros más ingresos por publicidad que nos cuesta este engendro desinformativo) esperpéntico y digno de analizar por expertos en el tema, o para incluir en mi guión para la película “¡¡Adiós España queríaaa!!”.

Como comprenderá, querido lector o lectora, en el caso de lo público no hay la menor duda que la libertad en hacer una información objetiva no existe a menos que el responsable sea elegido y en su caso destituido por el pueblo a través de su Parlamento, pero claro está que así no interesa a ningún partido político. En Canarias la comedia del “ente público rtvc” ha llegado a tal punto que el propio Consejo de Administración no tiene poder alguno sobre el Director General el cual se pasa por el forro de los cojones cualquier normativa al respecto.

El ancho de la autopista de la información, el mayor margen de la “línea editorial”, la elección de un director con criterios democráticos y respeto a la ética profesional son fundamentales a la hora de ejercer este oficio que cada día se nos hace más difícil e insoportable.

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