El descubrimiento de la placa que da nombre a una calle podría quedarse en un acto de suma sencillez si no fuera por lo que simboliza: el reconocimiento del municipio a una de sus figuras más señeras en el ámbito de la política y el servicio público de los últimos tiempos, como fue Adán Martín. Hijo de esta ciudad, en su trayectoria política, jalonada por distintas responsabilidades, a lo largo de tres décadas, sobresalió su participación decisiva en el avance de Santa Cruz. Su impronta personal tuvo un reflejo evidente en el Ayuntamiento, con el desempeño de la primera tenencia de alcaldía, junto a otro gran gestor municipal como Manuel Hermoso. Pero hallamos otros muchos ejemplos en su paso posterior por el Cabildo de Tenerife y el Gobierno de Canarias, igual que cuando llevó la voz de las Islas al Congreso de los Diputados.
Porque desde la equidad y la razón, Adán siempre tuvo presente la capitalidad -y con ello a Santa Cruz- como factor imprescindible en el siempre complicado equilibrio interinsular y autonómico. El repaso a su actividad en el Consistorio, entre 1979 y 1987, arroja un balance tan denso como fructífero, sobre todo en infraestructuras, urbanismo y planeamiento. Aplicando criterios hasta entonces inéditos, como los esquemas de transporte o políticas de viviendas y de zonas industriales y sectores terciarios, propició el gran cambio urbanístico de Santa Cruz, apoyado en equipos técnicos imbuidos de las directrices del planeamiento moderno y abierto a la participación vecinal.
Pero junto a esto, algo más profundo estaba cambiando en la ciudad durante ese período, con una nueva manera de entender y desempeñar la gestión municipal, bajo el liderazgo de técnicos reconvertidos en políticos, miembros de un tándem inquebrantable: Manolo y Adán. La tarea no resultó sencilla. A nadie se le escapa que cualquier cambio con cierto calado entraña dificultades. Y en más de una ocasión tuve la fortuna de escuchar sus enseñanzas en ese sentido, desde la experiencia que adquirió en ásperas contiendas políticas, como la librada con su Plan Especial de Reforma Interior (PERI), realmente transformador. Sé que aquel proyecto suyo le generó muchas críticas, a partir de la incomprensión y de intereses privados, pero sé también que constituyó el modelo a seguir para frenar la destrucción patrimonial en muchos rincones de la ciudad.
Tanto el Plan General y como el PERI ayudan a entender el perfil político de Adán, tan propio como difícilmente repetible, por más que tratemos de seguir su senda de trayectoria fértil para el desarrollo de la ciudad, la isla y el archipiélago. Ambas iniciativas contienen elementos muy identificativos de su personalidad, como fueron la curiosidad por cuanto le rodeaba; la ilusión por todo aquello que significara innovar; el estudio concienzudo de todo asunto que cayera en sus manos y la predisposición a contrastar opiniones y debatir posturas antes de acometer cualquier proyecto.
Su capacidad de acción, lo mismo que su imaginación, escapaba de los límites convencionales. Pudimos apreciarlo incluso durante la larga enfermedad que tanto tardó en vencerlo y a la que hizo frente con sus mejores armas: ilusión, creatividad y tesón. Apartado ya de la política activa -que no del compromiso político e intelectual-, imaginó hasta el último instante de su existencia de qué manera podía cambiar las cosas. Pensando, incluso, en cómo hacer felices, en aquella terrible circunstancia, a quienes ya estábamos sufriendo por su ausencia. Nunca se me pasó por la cabeza que un acto como el celebrado ayer tuviéramos que realizarlo sin la presencia de mi amigo Adán, la única persona a la que realmente eché de menos el día que juré el cargo de alcalde, en el salón de plenos de las Casas Consistoriales.
Tres años después de aquel adiós, con el nombramiento de una calle en su memoria dentro de Cabo Llanos, hemos perpetuado en el nuevo Santa Cruz -en el corazón de sus sueños- el reconocimiento de respeto y admiración del Pueblo que no le olvida.
Añade un comentario