EBFNoticias/ Mónica Ledesma.- Se considera un periodista de «papel», el clásico soporte de una profesión en el que se inició hace 20 años. Félix Díaz Hernández confiesa que desde niño ya sentía esa vocación innata por el periodismo, a la que vincula por su afición a la lectura. «Leer me abrió la puerta a los relatos históricos y desde ahí me fui aproximando a esa historia que se escribe a diario, aunque no nos demos cuenta, en los medios de comunicación. Mis primeras crónicas fueron de carácter deportivo en el colegio, además de jugar en el equipo de baloncesto por razones obvias de base, al llegar a casa me sentaba en la máquina de escribir y hacía un resumen del encuentro. No era muy objetivo tratando de ser protagonista y periodista a la vez, pero aquellos artículos luego los colgaba en el tablón de anuncios y los compañeros de clase los leían y comentaban», recuerda.
Se formó en la Universidad Complutense de Madrid entre 1989 y 1994, lo que «fue un esfuerzo bárbaro en todos los sentidos, en especial por parte de mis padres y familia. Hay que tener en cuenta que en aquella época no había estudios de periodismo en Canarias, por lo que tengo muy claro que sin aquella experiencia no sería la persona que soy ahora», apunta. Su primera redacción la pisó en 1991 en el periódico El Día, en el formato de prácticas, y encadenó varios veranos y otros períodos en la misma empresa, hasta que en 1996 firmó su primer contrato profesional. Desde entonces, su trayectoria ha ido encadenada a la prensa, aunque en los últimos años se ha diversificado. Jornada Deportiva, La Gaceta de Canarias, Diario de Avisos o La Opinión de Tenerife han contado con su pluma, a lo que se suman colaboraciones puntuales en otros periódicos de ámbito estatal.
Tras una dilatada trayectoria profesional, Félix Díaz optó por abrir campo en el mundo de la información institucional, optando a plazas por oposición pública, primero en el Plan Urban La Cuesta-Taco del Ayuntamiento de La Laguna y después, hace ya ocho años, en el área de Seguridad Ciudadana y Movilidad del Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife. También colabora actualmente en Canarias Radio con una sección sobre seguridad y emergencias. «Tengo muy buenos recuerdos de los años en los que me tocó moderar una tertulia televisiva en Canal 8 TV e incluso del documental que hice en Kosovo con el compañero Quique de Guillermo en el año 2007», subraya.
Desde su lugar de trabajo, en el que coordina toda la información de prensa que genera la Policía Local de la capital tinerfeña, repasamos junto al periodista la situación actual del sector.
-¿Cómo ve la situación actual del periodismo? ¿Es un oficio herido de muerte?
– Me preocupan varios aspectos sobre esto que se ha denominado la crisis del periodismo. Siendo autocrítico creo que no hemos sabido trasladar a la sociedad que sin periodismo no hay información fiable, y sin información de calidad no se puede tener una opinión pública equilibrada con datos o argumentos para tomar decisiones. Al final, el desarme del periodismo le viene bien a muchos intereses empresariales, políticos y sociales para dirigir a la ciudadanía hacia el lugar que ellos quieren. Además, muchas empresas de comunicación ahora se pliegan a estos poderes a un precio mucho más barato que antes y pervierten su producto por las migajas del negocio, lo que no se dan cuenta es que así están ganando algunos euros y perdiendo credibilidad, lectores o audiencias. Están poniendo la lápida de lo que será su futura tumba. No creo que hoy en día el periodismo sea un oficio, es y debe tender a seguir siendo una profesión. Lo que se ha devaluado es el producto informativo, tenemos más y peor información, al final únicamente quienes ofrezcan contenidos de calidad, trabajados, documentados y contrastados sobrevivirán, el formato en el que lo hagan casi será lo de menos. Hay que hacer más periodismo y menos propaganda.
– ¿Considera que Internet, y sobre todo las redes sociales, han cambiado la manera de ejercer la profesión?
– Depende. Por un lado, Internet ayuda a romper las fronteras de la información global, pero el gran problema es que un periodista necesita algo más. Parece una obviedad decirlo pero todo lo que sale en Intenet o en las redes no es verdad, ni es inocente. Por eso tiene que haber un profesional que sepa utilizarlo, discriminar, contrastar, documentar y explicar los hechos. Las redes sociales conllevan muchos riesgos pero el que más me preocupa apunta a esos periodistas o incluso intrusos del sector que ya ni se mueven de casa o de una redacción para lanzar todo tipo de rumores o pseudoinformaciones a través de estas herramientas. El valor añadido que supone el ir a los sitios, investigar, entrevistarte cara a cara con los afectados o protagonistas de una noticia, eso es el periodismo por el que vale la pena pagar.
– ¿Por qué se exige tanto al periodista, socialmente hablando?
– Principalmente porque aunque se diluye en el aire antes era una profesión respetada, ahora con su devaluación programada eso se va perdiendo, ahí están los estudios sociológicos que apuntan a la falta de credibilidad creciente entre la ciudadanía al respecto. El periodista era una persona independiente, que ayudaba a dar voz a las reivindicaciones, que solía encontrarse en la acera contraria a la que ocupaban los poderes fácticos de la sociedad. Ahora cualquiera puede percibir un cierto compadreo de muchos periodistas con los políticos, empresarios… en muchos casos se han convertido en cortesanos del poder y además a un precio muy barato. Además, la comunicación, salvo honrosas excepciones, se ha convertido en una sucesión de opiniones que sepultan a la información.
– En su opinión, ¿qué habría que hacer para remontar la crisis que vive el sector?
– Retomar el valor de la información de verdad, ese concepto de aplicar una subjetividad honesta para ejercer el periodismo. Que en las empresas de comunicación tengan más responsabilidades los periodistas que los economistas. Si los medios de comunicación digitales, impresos, radiofónicos, televisivos, me da igual el formato, no vuelven a hacer periodismo no podrán ofrecer un producto diferente a lo que elaboran las agencias de publicidad, cada uno a lo suyo. Hay que reflotar la independencia periodística, esa que te permitía buscar papeles o investigar, porque así el público volverá a creer en la incomodidad que debe generar el ejercicio del periodismo. Y ese valor añadido será el que luego, a medio plazo, provocará que un medio de comunicación, un periodista disponga de capacidad y credibilidad entre la ciudadanía. Ese sería el primer paso. En paralelo habría que reinventar el modelo de negocio de las empresas de comunicación que llevan ancladas en la adopción del mismo tipo de presuntas soluciones desde hace una década.
- ¿Cree que el intrusismo, o los periodistas/comunicadores ‘estrella’ que se convierten en el eje de la noticia, son detonantes ante el descrédito que sufre esta profesión?
– Desde luego, quienes han arribado a las orillas del periodismo únicamente para mayor gloria de sí mismos están haciendo mucho daño esta profesión. Sepan o no son capaces de hablar de todo, lo hacen de forma partidista o interesada, han hecho del grito y la descalificación su modus vivendi… estamos en un momento en el que los ciudadanos creen que todos los que salen por televisión, en la radio, opinan aquí y allá son periodistas. Se está imponiendo un travestismo periodístico que se va a llevar por delante la poca credibilidad que nos queda, salvo excepciones, como colectivo profesional.
– ¿Los sindicatos de periodistas o las asociaciones de la prensa son piezas clave en el presente y futuro de esta profesión? ¿Hacia dónde deben dirigir sus acciones?
– Pues lo primero a buscar espacios de confluencia, de unión en los temas importantes. Hasta ahora cada uno ha ido haciendo la guerra por su parte, algo que es respetable desde cada organización, pero en esa división no hemos logrado ponernos de acuerdo en lo esencial. Percibo mucho interés en acciones florales de defensa de la profesión y poca lucha por los derechos de los comunicadores a pie de calle. No voy a entrar en las excusas que podemos enumerar para mitigar nuestra mala conciencia, desde lo individual a lo colectivo, pero llevo muchos años solicitando la creación de una plataforma de la comunicación en Canarias. Un espacio en el que todas las asociaciones de la prensa existentes, todos los sindicatos que tengan representación en el sector y otras organizaciones sectoriales, por ejemplo del sector audiovisual o incluso publicitario… se sienten a compartir y priorizar las acciones por las que hay que empezar a defender esta profesión. Planteo una pregunta: ¿Cuándo fue la última vez que se sentaron algunas de estas organizaciones a compartir algo a este respecto? Siempre se recurre al tópico del individualismo propio de los periodistas o comunicadores, como argumento para no hacer nada considero que ya está muy manido y es utilizado como excusa para la anomia, mientras que el descrédito y la precariedad siguen campando. También considero prioritario que, de una vez, se distinga quién es un profesional de la comunicación y quienes son los aficionados a jugar a ser periodistas para mayor gloria de sus egos.
– ¿Cómo puede el periodista seguir contando historias y no terminar siendo historia?
– Volviendo a las esencias. Estamos perdidos en debates sobre si los periódicos van a morir, el crecimiento del entorno digital, cómo será el modelo de negocio de la comunicación en el futuro, los abusos intolerables del trabajo multimedia… Los periodistas tenemos que volver a la calle; a los archivos; a los expedientes que te fotocopiaban las fuentes de información; a palpar las preocupaciones reales de la gente normal; a alejarnos del mísero calorcito comunicativo que proporcionan las instituciones politizadas; alejarnos de los capataces de los poderes fácticos que parece que nos compran con un cortado. El periodismo tiene que volver a ser incómodo con el poder, aportar datos, explicaciones y encuadrar la realidad para que cualquier persona pueda crear su propia visión de las cosas, entendiendo qué, cómo y por qué ocurren. Los comunicadores no podemos actuar como los aficionados deportivos, ponernos la bufanda de un equipo y olvidarnos de que sin ser jueces, ni árbitros, si tenemos la responsabilidad y obligación de situarnos lo más cerca posible del fiel de la balanza.
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