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Desempleo: cuando el reloj se detiene. Por Ce Castro

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En unos días volverán a conocerse los datos de desempleo correspondientes a la Encuesta de Población Activa (EPA) del segundo cuatrimestre del año. Volverán a analizarse los números, las cifras, los éxitos y también los fracasos. Cada parte hará sus valoraciones. Unos verán los vasos medio llenos y otros medio vacíos. Habrá tantas verdades como analistas. Y todos ellos querrán salir «airosos».

Por eso y aprovechando la oportunidad de pasar inadvertido que nos da el estío, he querido colarme en una reunión de desempleados de larga duración. La habitación es diáfana, sonríen -a pesar de todo- y el calor de la calle se cuela por las rendijas. He querido escucharles.

La primera en tomar la palabra es María, madre soltera. “Me avergüenza reconocer que no nombro a mi hijo en las entrevistas de trabajo. Siento una gran impotencia, pero es lo que hay”, suelta a bocajarro y el silencio se hace infinito. Después agacha la cabeza y Marta le responde que ella niega su edad. “No quieren a las mayores de cincuenta y también comemos”, confiesa. Apunta que en una ocasión le dijo a un responsable de selección que cuando llegue a su edad, que llegará, ojalá no se vea en su misma situación.

Sandra, también madre, les sigue. “Después de tanto tiempo, vivo asustada, con ansiedad ante la llamada. Temo al sufrimiento de un nuevo no. Es que creo que no voy a saber”, describe. Todos asienten y remata: “Me he ido como embruteciendo, aislándome de todos”. Tamara, una comercial en la cincuentena, le contesta: “Esto es muy duro y se pasa mucha vergüenza. A veces te sientes humillada”.

“Es que «esto» afecta a todo, a la familia, a las amistades. A todo”, zanja Ayoze, un treintañero que lo dejó todo por la construcción. Aún así quiere darle un giro a la conversación y mirar el presente con optimismo. “Hay que trabajar el triple para conseguir un empleo. De cien lugares donde dejas el currículum, te llaman de dos. Es como la lotería”, deja en el aire.

María vuelve a hablar: “Gracias al apoyo de mi niño para seguir adelante, pero sí, me he sentido muchas veces penalizada por ser madre”. “Pues yo antes ponía que era licenciada, pero ya sólo pongo que terminé BUP. Ni así me llaman para dependienta”, le explica Carmen. Marisol asiente identificada y pide ayuda para afrontar las entrevistas. “He ido a tres entrevistas, no sé si será poco, pero al final nunca me escogen”, dice resignada para añadir que teme estar haciendo algo mal. “Así es ahora, uno hace el trabajo de cuatro. Las empresas se aprovechan y no llaman a nadie”, cuestiona Ayoze…

Y si no pasa nada, el próximo jueves, volverán a dar los datos de la EPA. Y unos y otros hablarán «con demasiada alegría» de triunfos y de derrotas, pero María, Marta, Sandra, Tamara, Ayoze y Carmen tendrán que volver a levantarse de la cama, tras pasar la noche en vela; deberán mirar sus neveras vacías, sonreírle al cartero y hacer como si nada pasase. La vida sigue, aunque a ellos se les haya detenido el reloj.  

 

@cecastroramos

 

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