FIRMAS Francisco Pomares

OPINIÓN | Concierto desafinado | Francisco Pomares

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Me pregunto dónde se metió el PSOE que cambió este país y le dio forma a la democracia española: desde luego, no estaba en la reunión del Comité Federal del sábado, en la que Sánchez volvió a dar la callada por respuesta a sus acobardados colegas de partido. Ni una sola palabra de explicación del acuerdo con Esquerra: Es inaudito que el presidente del Gobierno y secretario general del PSOE no haya sido capaz de revelar en qué consiste el acuerdo que permitió a Illa ser presidente, pero llueve sobre mojado. Tampoco explicó con claridad el alcance de la amnistía, aunque entonces al menos se tomó la molestia de intentar engañarnos. Lo de ahora es asombroso. ¿Será que no lo puede explicar? ¿O que no sabe lo que ha pactado Illa para sellar su investidura? ¿O quizá es que lo acordado con los indepes es realmente inexplicable?

Ya les he contado alguna vez de mi amigo sociata que está sinceramente convencido de que Sánchez es un crack y los está engañando a todos. A los votantes, a los que dijo que no haría todo lo que después ha hecho y que sin embargo le siguen votando sin fisuras, a los que esperaban ser amnistiados por los jueces y se han visto metidos en un avispero jurídico, y ahora a todos esos pardillos de Esquerra que creen que han firmado un concierto como el vasco, pero no les van a dar más que raciones y raciones de palabras de la ministra Montero. Y hasta a Europa, donde siguen creyendo que nuestro presidente es un líder socialdemócrata y no la quinta esencia de la verdadera izquierda, la única capaz de frenar el avance de la ultraderecha y el fascismo. Ozú.

Tiene suerte mi amigo socialista: el sigue siendo creyente, no piensa –como medio país-, que estamos ante un arribista capaz de llevarse por delante a su partido primero y al país también si no se le frena. Quizá tenga razón mi amigo, y aquí no ocurra nada de nada. Pero yo creo que esta última apuesta de Sánchez es inmanejable y demasiado peligrosa. Sánchez se enfrenta a la disyuntiva más compleja de su vida: tendrá que elegir entre enfrentarse a quien le mantiene al frente del país, en el Gobierno –sus socios indepes-, o enfrentarse a sus colegas de partido, los que le mantienen en la secretaría general.

Sea como sea, los hechos asustan: la investidura de Illa se basa en un acuerdo entre el PSC, el PSOE y Esquerra, que implica no cumplir con Puigdemont. Supongo que el creía que Sánchez haría por él lo que él hizo por Sánchez, dejarle gobernar. Y no ha sido así. Ni muy honorable president de la Generalitat, ni amnistiado. El hombre del flequillo Lego debe estar revolcándose en Waterloo, eligiendo el momento para dejar caer a Sánchez. Y por otro lado, el acuerdo pactado para crear un concierto catalán, similar al vasco o al navarro (aunque Sánchez ya lo firmó con Esquerra hace un año, para que saliera su propia investidura), tiene difícil un encaje imposible tanto en nuestro ordenamiento constitucional como en el fiscal. No creo que lo primero –la falta de encaje del concierto catalán en la Constitución- preocupe demasiado a un presidente que coloniza el Estado y promueve la amnistía después de calificarla personalmente de “inconstitucional”, pero lo de la fiscalidad es otra cosa muy diferente.

El acuerdo –si llega a cumplirse- supone traspasar a la agencia tributaria catalana la recaudación del total de los ingresos fiscales por renta, IVA y beneficios empresariales. Si ese dinero deja de distribuirse solidariamente entre las regiones más pobres, algunas recibirían hasta un 30 por ciento menos de transferencias del Estado. Muy fuerte. Por eso se ha liado, por eso hasta alguien tan adaptable como Yolanda Díaz se planta. Por eso las regiones andan levantiscas. Por eso, en fin, Sánchez ha dicho después que va a resolver el roto del Concierto, mejorando a todas lo que reciben del Estado. Eso implica dar al resto de regiones un dinero que no existe. Un regalo que supondría aumentar el gasto público en unos 30.000 millones –el dos por ciento del PIB español-, lo que provocaría un agujero anual similar al que hoy tenemos por la Seguridad Social, y la imposibilidad de hacer frente a la deuda.

España ya tiene un déficit público del tres por ciento, de carácter estructural, que en un par de años se doblaría si Sánchez intenta repartir todo ese dinero para tranquilizar a las regiones. Si lo hace, España tendrá que ser intervenida por Europa, y cuando eso ocurra, cuando los hombres de negro vengan a apretarnos el cinturón donde siempre se aprieta, en Sanidad, en Educación y en ayudas sociales, serán las regiones más pobres y los ciudadanos más necesitados los que paguen en pato. No lo pagaran ni Cataluña ni el País Vasco, con un concierto fiscal que les permite gastar sus cuartos como quieran hacerlo. Lo pagarán Canarias, Andalucía, Extremadura, las dos Castillas… y lo pagarán especialmente los más pobres, los marginados, los parados, los desahuciados por la fortuna. Como ya ocurrió la última vez, en 2008. No creo que a nadie con más de 30 años se le haya olvidado. O quizá sí: se le ha olvidado a los miembros del Comité Federal del PSOE.

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