Tremenda injusticia la falta de respeto con las nuevas generaciones. Y lo digo yo que este momento de la vida me pilla en medio, ni soy joven ni soy viejo ni falto al respeto a unos ni a otros.
Sería injusto culpabilizar a los baby-boomers de ser como son… víctimas de una época en la que los avances tecnológicos ‒el cine y la televisión‒ permitieron que los poderosos desalmados blanquearan una guerra mundial ‒como si matar alemanes hubiera sido un ejercicio de patriotismo y camaradería‒, invitaron a fumar y a beber ‒como si las personas fuéramos inmortales‒ y perpetuaron un machismo insultante a través de sexualizarlo todo, incluidos los juguetes infantiles. Si nos quejamos ahora de la manipulación de los medios ¡cómo sería aquello con una única tele pública y un sistema político sin libertades!
Víctimas, sí, aunque parecen no darse cuenta. O sí que se enteran pero no admiten haber vivido tantos años entre sombras. Y tal desmemoria selectiva resulta muy peligrosa y tiene consecuencias décadas después. Víctimas que añoran todas esas cosas que sí que funcionaban bien ‒que por supuesto las hubo‒ olvidando todo lo sufrido en aquella sociedad disfuncional, ese «con Franco se vivía mejor» tan ridículamente falso.
Me entristece escuchar como venerables personas mayores faltan al respeto a una generación entera de jóvenes adultos. Pena, penita, cuando sueltan aquello de «inculcar valores», ¿pero qué valores?, ¿aquellos que nos trajeron hasta aquí?, ¿guerras, tabaco, alcohol, sexo? Pues mejor que se queden donde están.
Nuestros jóvenes son estupendos, sorprendente con tales antecedentes. Solo hay que pararse a escucharlos. Gente de buenos sentimientos, colaborativa, implicada, mucho más responsable de lo que lo éramos nosotros. Tan responsables que no son capaces de montar un pollo con la injusticia permanente a la que están sometidos, con sueldos de vergüenza, infravalorados en sus capacidades y acusados de falta de valores.
«Que me suban la pensión para ayudar a mi nieto» decía una afable viejecita que sí que se quejaba sin pudor, sin entender que su pensión la pagan los amiguitos de su nieto con sus salarios infames. La sociedad de ahora no es responsabilidad de los jóvenes. Menos reproches, más entendimiento y más respeto intergeneracional. Convencido de que el mundo queda en mejores manos.
Cuánta razón tiene. La sociedad de ahora es consecuencia inevitable de las anteriores. Cuando la historia se disfraza de lo políticamente correcto para no molestar a nadie, se evita el sistema más efectivo de la evolución de los seres humanos, construir a partir de lo aprendido por las generaciones anteriores, de sus aciertos, pero, ojo, también de sus errores. Cuando alguien dice que estas generaciones no tienen valores, no ven a todos nuestros jóvenes, sino solo a aquellos que reflejan sus vergüenzas. Ya se sabe, un recurso para superar la disonancia cognitiva de lo que debían haber hecho y lo que realmente hicieron.