El esperpento vivido ayer, otra vez en tierras catalanas, en Barcelona, es digno de Valle Inclán. Puigdemont llegó, habló y venció.
En la teoría, en la prensa y los canales de tv españoles y de medio mundo, el expresidente de la Generalitat dejó en el mayor de los ridículos a las fuerzas de seguridad del estado, en especial las de Cataluña; los mossos de esquadra hicieron la “vista gorda” y dejaron entrar, pasear e incluso dar un mitin delante de un par de miles de personas a un presunto delincuente en búsqueda y captura con orden de ponerlo a disposición del juzgado de guardia. Puigdemont, al día siguiente del “evento” en paradero desconocido.
Dicho esto, así, sin más análisis, sin más detenimiento, todo indica que los culpables del esperpento fueron los responsables del gobierno de Pere Aragonés en materia de seguridad y el jefe de los mossos los que dejaron pasearse por las calles de Barcelona, ante la mirada de muchos ciudadanos y algunos policías infiltrados que no tenían ordenes concretas de actuación. Pero la realidad es otra.
El gobierno de la Generalitat, de acuerdo con el gobierno del estado español, pactaron dejar entrar al expresidente Puigdemont a Barcelona, la petición de la entrada en el recinto de la Ciudadela y el parlament fue denegada a cal y canto, eso no era negociable, y no lo era porque lo único importante era la investidura de Salvador Illa como nuevo presidente de la Generalitat.
De acuerdo con el guion establecido, el de Waterloo tendría que entrar en España por la Junquera, hasta Barcelona, dar un mitin de 10” y dejar que los mossos lo detuvieran y pusieran a disposición del juez de guardia al presunto delincuente. Llegado a este punto habrá que recordar al personal que Puigdemont junto con un par de cientos de personas implicadas en los sucesos del procés del 17 de octubre de 2017, están amnistiadas por la ley de amnistía aprobada por la mayoría del congreso de los diputados, pero que es lo que ocurre, pues que a Puigdemont le ha salido un grano en el culo de tamaño descomunal llamado Juez Llarena, el que sigue erre con erre con el delito de malversación de fondos realizada por el entonces presidente Puigdemont.
En este sentido y a sabiendas que Puigdemont sería puesto a disposición del entramado de la tupida red legal y visto que la intención del Juez Llarena no era otra que meterlo en chirona y alargar los plazos sine die, era previsible que el melenas de Premia pasase unos cuantos años de talego como minimo.
El problema para el gobierno era el siguiente: ¿cumplir con el tema y ponerle los grilletes a Puigdemont y servírselo en bandeja de oro a Llarena y hacer del expresidente un héroe con lo que significa de manifestaciones de esos 20.000 de JuntXcat pidiendo la libertad de su jefe, rompiendo mobiliario urbano y desestabilizando el comienzo de la legislatura de Illa o mirar para otro lado y dejarlo dar su mitin y salir disfrazado de lagarterana vía Waterloo?
Por lo visto, el sentido común, que es el menor común de los sentidos, no se sabe muy bien como interpretarlo, si es cumplir con la ley o dar un capotazo y desviar el tema a un fallo de las fuerzas de seguridad españolas y en particular a las catalanas, en este caso y por “interés político, y punto final.
Total, la semana que viene estaremos hablando de la “ola de calor” y de la vuelta a la competición de la liga de futbol, el regreso de las vacaciones y a ver como pagamos el fiado de la tarjeta de crédito, a punto de estallar, el comienzo de la escuela, la compra de libros… y cuando menos lo creamos veremos lucir la melena estilo Beatles en el hemiciclo catalán del recinto de la Ciudadela, del ex honorable Carles Puigdemont.
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