La televisión, la radio, con toda su parafernalia, tienen tajada en el parlament catalán y la investidura de Salvador Illa. La mejor oferta de prensa amarilla, y el mejor estilo del circo mediático está en antena.
El escenario es el parque de la Ciudadela y aledaños, el payaso principal Carles Puigdemont, luego una serie de artistas en plan de palmeros, como el presidente del parlament, el Sr. Rull, que amenaza con suspender el citado pleno de investidura si la policía o los mossos detienen al fugado expresidente catalán autor de la mayor estupidez que se ha podido ver en los últimos 40 años en la política española, en especial en la catalana. Porque, seamos sinceros, proclamar una republica independiente de Cataluña y a los 8 segundos anularla, tiene cojones la cosa.
Rull, acompañado por Arthur Mas, otro expresidente de Cataluña, condenado por malversación de fondos, avanzan rodeados de una multitud de seguidores del fugado y aun en búsqueda y captura Puigdemont parecen dispuestos a todos por tal de que su “héroe” no sea detenido.
Por otro lado, del paseo, avanza otra manifestación esta vez de la ultraderecha catalana, comandada por Vox y sus máximos representantes, estos parecen, también, dispuestos a todo para que el villano, cobarde y fugado Puigdemont, acabe con los huesos como minimo en las dependencias del juzgado de guardia. ¿Quién da más?
Mientras todo esto ocurre, el pueblo catalán, el 95% de catalanes y residentes en Cataluña, están a la espera de tener un gobierno autónomo, por primera vez en los últimos 30 años, que gobierne de una vez, que esté pendiente de ellos, de sus necesidades. Porque ¿qué es lo que quiere, en realidad, el pueblo catalán? Pues no quiere otra cosa que lo que quieren la mayoría de los mortales; un trabajo digno, que con su trabajo pueda alquilar e incluso comprar una vivienda donde vivir lo mejor posible, una sanidad pública que vele por su salud con garantías y rapidez, una educación que ampare la variedad lingüística y la calidad educativa. En definitiva, el pueblo catalán pasa olímpicamente de Puigdemont, de Rull, de Abascal y su show, quieren paz, trabajo y comida, ¿es mucho pedir?
Pues parece que unos pocos están dispuestos hacer todo lo posible para que no lo logren. Se empeñan en volver, de nuevo, al descalabro que supuso el procés por sus consecuencias negativas, económicas, laborales y sobre todo en su incidencia entre la convivencia de unos y otros. La amnistía a Puigdemont y otros, es una ley de avance en la normalización de la política estado-autonomía catalana, empezando de cero y teniendo el dialogo como base para arreglar problemas.
Como la mayor parte de los catalanes y resto de las 16 comunidades autónomas, deseo que este circo acaba cuanto antes, que Carles Puigdemont, acepte voluntariamente entregarse a la justicia y afrontar las causas pendientes, según dicen la de malversación que no la recoge la ley de amnistía, entre otras cosas porque no le irá nada mal un par de meses en la trena, al fin y al cabo, sus colegas antes de ser indultados se pasaron 4 años en la cárcel.
Nada, no se preocupen que los amantes de circo político, con Puigdemont de payaso principal, tendrán para rato, porque, seamos serios, JuntXCat no tiene más fuerza en el parlament que el derecho al pataleo.
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