Hay una frase de Octavio Paz Lozano, poeta, ensayista y diplomático mexicano, ganador del Premio Nobel de Literatura en 1990 y del Premio Cervantes en 1981, considerado uno de los más influyentes autores del siglo XX y uno de los más grandes poetas de todos los tiempos, que resulta muy apropiada para la ocasión que nos convoca.
Es la siguiente: “La arquitectura es el testigo menos sobornable de la historia”.
En efecto, sin exageraciones, se podría afirmar que es el mismo que expresa la verdad sin alteraciones. De eso acumula pruebas Fernando Martín Menis, o Fernando Menis, nacido en 1951 en Santa Cruz de Tenerife, con una trayectoria profesional de más de cuarenta años. Su producción arquitectónica incluye obras de escalas y tipologías diversas, así como proyectos de investigación a largo plazo.
Menis, experto en proyectar salas de conciertos y auditorios, es reconocido y premiado a escala internacional por concebir un innovador sistema de acústica variable para la sala de conciertos y convenciones CKK Jordanki, en Polonia. Había que darle vida a ese sustrato arquitectónico, vida abierta a otras modalidades y a incorporaciones que fortalecieran y cualificaran esa suerte de testifical, traducida por Octavio Paz.
No es la única expresión de su original creatividad, de su prolífica obra. Por lo tanto, hay que consignar que entre sus proyectos ejecutados, en solitario y en co-autoría, figuran la iglesia del Santísimo Redentor de Las Chumberas; el jardín del Espacio Cultural El Tanque; la plaza Bürchen, en Suiza; el Estadio Insular de Atletismo; el espacio Magma Arte y Congresos; la piscina en el río Spree, de Berlín y la sede de la presidencia del Gobierno de Canarias en Santa Cruz de Tenerife.
Entre los proyectos en curso, destacan la rehabilitación del parque cultural Viera y Clavijo; el Masterplan en Boavista, capital del estado brasileño de Roraima; el auditorio de Pájara, en Fuerteventura; y la rehabilitación del centro cultural de La Guancha y del auditorio Teobaldo Power en La Orotava.
Distinguido en diez ediciones con el premio de arquitectura de Canarias, Manuel de Oráa, ganó también el premio al mejor edificio cultural de Polonia, convocado por el Consejo Nacional de arquitectos de aquel país en 2015; el premio CEMEX, a la accesibilidad universal 2016; el premio de diseño de Taipei de este mismo año al Mejor Edificio Público; el premio Piedra en el octavo Premio Internacional de Arquitectura de Piedra de 2005; y el premio de la quinta Bienal Española de Arquitectura, de 1988.
Arquitecto Doctor por la Universidad Politécnica de Valencia, su obra ha sido expuesta en varias ediciones de la Bienal de Arquitectura de Venecia; en el Museo de Arte Moderno de New York; en la galería Aedes Berlín y en la galería GA en Tokio. El proyecto de la iglesia del Santísimo Redentor de Las Chumberas, al que ya nos hemos referido, forma parte de la colección permanente del Museo de Arte Moderno, Moma, de New York.
Estos testimonios, reseñados casi a vuelapluma, pero suficientemente indicativos de la obra de Fernando Menis, son los que prueban la vitalidad de su obra, nacida con una vocación generosa y comprometida con una visión vanguardista e hipercreativa de la arquitectura, la que sustancia ese carácter insobornable en el contexto histórico.
Lo corrobora el doctor arquitecto y catedrático de Proyectos de la Universidad Complutense de Madrid, Luis Fernández-Galiano, director de las revistas AV/Arquitectura Viva, miembro de número de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y de la Real Academia de Doctores, responsable de la página semanal de arquitectura del diario El País, donde actualmente colabora en la sección de Opinión, cuando señaló que “la obra de Fernando Menis reúne arraigo físico y libertad mental, el apego táctil a la materia constructiva y la imaginación visual de su lenguaje compositivo, los vínculos estrechos con el paisaje mineral de las islas Canarias y la variedad de registros de su fronda de referencias”.
“Esta arquitectura verosímil e inesperada es al mismo tiempo geológica y culta, rigurosa y juguetona, insular y cosmopolita, y se instala en las certezas pétreas de la tradición para subvertirlas con ironía y afecto”, describe Fernández-Galiano, quien se recrea diciendo que “sobre la base sólida y eficaz de un tenaz realismo constructivo, funcional y climático, Menis practica el juego serio del lenguaje: las formas escultóricas del hormigón, los movimientos quietos de las curvas de acero o las pieles tibias y lisas de la madera bromean con el orden rústico de las mamposterías o los zócalos de piedra, salpicando el conjunto con fogonazos de humor, sensualidad y emoción, en una arquitectura cuyas múltiples referencias a la naturaleza y a la historia se amalgaman con realismo y elocuencia en unos proyectos que tienen, como su autor, fundamento en el paisaje y la cultura, en la materia y en la imagen. Si esto mismo pudo decirse de su carrera compartida, es sin duda porque no hay censura alguna entre su trayecto coral y su recorrido en solitario. Solo o acompañado, Menis ha gestado un idioma propio que lo distingue como autor: no poca cosa para un creador, y todavía más para un arquitecto”.
La apreciación del arquitecto/académico y catedrático se eleva cuando escribe que “este lenguaje megalítico y papirofléxico, capaz de combinar la gravedad esencial del hormigón con los pliegues livianos de una escenografía pétrea, reúne fuerza musculosa y agilidad aérea, para poder (Mohammed Ali dixit) «flotar como una mariposa y picar como una abeja». El boxeador que entonces se llamaba Cassius Clay explicó de esta forma su histórica victoria ante Sonny Liston, y algo parecido cabe decir de Fernando Menis.
“Brutal y delicada -prosigue- su arquitectura estereotómica y telúrica finge levitar en ocasiones, pero es sólo para golpear más eficazmente nuestros sentidos. Cavernosa antes que solar, sus interiores están animados por una luz negra que modela formas laboriosamente esculpidas donde a menudo se advierten las huellas de la herramienta o de la mano. Más manierista que romántica, la obra de Menis ha sabido salir de su reducto volcánico e insular para extenderse a emplazamientos muy lejanos, impulsada por una crisis que ha obligado a muchos a abandonar su zona de confort, pero movida también por la conciencia nítida de que su universo formal no se agota en el perímetro del archipiélago. Y sin embargo, convertida en arquitectura peregrina, esta obra singular sigue testarudamente fiel a sus orígenes, provocadoramente oximorónica y alimentada por un fuego interior que la consume. Si Goethe describió la arquitectura como música congelada, la de Menis es música calcinada”.
Decididamente, Fernando, con su estilo y su obra, alejaba cualquier tentación de soborno. La música calcinada emerge con la garra de quienes no se cansan de generar ambientes y atmósferas apropiadas, ambientando el fruto onírico, labrado en cualquier momento, en cualquier lugar.
Para disfrutarlo cuando se transforma en realidad, cuando lo saboreamos aquí y ahora, cuando late su concepción artística y cuando se palpa, como esta tarde-noche, el disfrute colectivo. En esta fecha conmemorativa del Día Mundial del Turismo, en este hermoso y naturalista escenario, Centro Internacional del Parque del Drago, el pasado 29 de abril quedó inaugurada la exposición que lleva su nombre, “Parque del Drago, 1998-2023, 25 años envolviendo el árbol milenario”, comisariada por Fernando Menis y presentada por el autor citado anteriormente, Luis Fernández-Galiano.
Hasta el pasado 29 de mayo, la muestra ofrecía un detallado recorrido sobre la recuperación, durante cuarenta años, de la biodiversidad en torno al simbólico árbol de las Islas Canarias —con 16 metros de altura y una circunferencia de 20 metros en la base— y celebra los veinticinco años del parque que lo aloja y protege, concebido por la intensa actividad que el turismo trajo a su alrededor, poniéndolo en peligro hasta el punto de tener que parar las visitas. El Parque del Drago es el fruto de un concurso de ideas celebrado en 1984, que ganaron los arquitectos Fernando Martín Menis, Felipe Artengo Rufino y José María Rodríguez Pastrana. Actualmente se intenta impulsar la finalización del Centro de Interpretación, edificio proyectado por los mismos arquitectos, motivo de una controversia jurídica en 2023. Esta exposición se inscribe en el proyecto ‘Islas del Mundo’ que pretende difundir la biodiversidad canaria y volver a poner en el centro el turismo cultural y de naturaleza.
Enhorabuena, Fernando. Quienes admiramos tu obra, quienes sabemos de tu afán de superación, sabemos también que este galardón es un estimulante para tu capacidad de crear y enriquecer la capacidad del inmenso universo arquitectónico. Icod de los Vinos se queda, desde luego, con un testimonio valioso. E insobornable. Para que tengamos siempre presente el pensamiento de Paz.
En esta conmemoración, es preciso destacar que la Organización Mundial del Turismo ha identificado las inversiones como una de las prioridades clave para la recuperación de este sector y su futuro crecimiento y desarrollo. Para el Día Mundial del Turismo de 2023, la OMT subraya la necesidad de más inversiones y mejor orientadas a las personas, al planeta y a la prosperidad. Es el momento de soluciones nuevas e innovadoras y no solo de las inversiones tradicionales que promueven y apuntalan el crecimiento económico y la productividad.
Este Día Mundial, con iniciativas como la del CIT icodense, con galardones como el que se concede, ha de ser una llamada a la acción para que la comunidad internacional, los gobiernos, las instituciones financieras multilaterales, los socios para el desarrollo y los inversores del sector privado se unan en torno a una nueva estrategia de inversión turística.
La celebración pondrá de relieve la necesidad vital de invertir en proyectos que funcionen para las personas (invirtiendo en educación y aptitudes), para el planeta (invirtiendo en infraestructuras sostenibles y acelerando la transformación verde) y la prosperidad (esmerándose en innovación, tecnología y emprendimiento). ¡Enhorabuena!
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