FIRMAS Francisco Pomares

OPINIÓN | El sacrificio de José Ángel Martín | Francisco Pomares

Foto: El anillo de Moebius.
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José Ángel Martín, inseparable compañero de fatigas de Patricia Hernández, fue forzado ayer a renunciar a todo, tras protagonizar uno de los episodios más violentos de esta violenta campaña electoral convertida -en interés de los partidos- en un conflicto planetario entre el bien y el mal. Martín fue uno de los fundadores de Ínsula Viable, la entidad pantalla desde la que Santiago Pérez, entonces en el PSOE, inició la destrucción del entramado de Las Teresitas. A pesar de su temprana implicación en el desenmascaramiento de la corrupción que roía el sistema político tinerfeño, Martín no fue uno de los beneficiados por el deicidio de aquél Zerolo llamado a sustituir en el liderazgo ático a Hermoso. Acabó Martín convertido en guardaespaldas y tiralevitas de la promesa del socialismo chicharrero, en leal y disciplinado escudero de Patricia Hernández.    

El pasado miércoles, en las postrimerías de la campaña a cara de perro emprendida por Patricia en los barrios de Santa Cruz, la candidata y el segundo de su lista, acompañados de varios mirmidones del partido, aterrizaron en el campo de fútbol de El Tablero, para grabar uno de los videos de denuncias sobre el estado de sus instalaciones, con los que Patricia ha cubierto las redes de impostada indignación. Por los motivos que sea, no fueron bien recibidos, y la cosa dio paso a  una agarrada inesperada con uno de los directivos del campo que concluyó con una triple fractura y uno de los mayores escándalos de la temporada. La candidata a alcaldesa puso pies en polvorosa y se quitó de en medio, alejándose lo más posible del lugar de los hechos, para evitar ser fotografiada. En los videos que han circulado, se puede ver a Martín esperando entre anonadado y compungido la llegada de la policía local, que le entregaría después a la nacional, en cuyos calabozos pasó la noche del miércoles para ser liberado ayer, acusado de lesiones menos graves. El impacto de un candidato implicado en una pelea con tres huesos rotos, provocó un instantáneo escándalo y despertó todo tipo de especulaciones. Antes de llegar la noche, el PSOE emitió un escueto comunicado de sus direcciones regional, insular y chicharrera (Patricia es la secretaria general de Santa Cruz) señalando a su Ángel de la guarda como probable responsable del incidente y adelantando su inminente destitución en caso de que se comprobara que fue así. Bien entrado el día siguiente, Patricia Hernández se negaba aún a responder a ninguna pregunta sobre lo ocurrido. Hasta ayer al mediodía, cuando –después de aparecer nada menos que el Delegado del Gobierno facilitando información policial sobre las contradicciones entre las declaraciones de los testigos y la del acusado- decidió fulminarlo en un improvisado canutazo: condenó la violencia, calificó lo ocurrido de poco ejemplar y dijo haberse interesado por la situación del herido y hablado con su mujer, calificándolo a él como “esa persona”, y a ella como “esa señora”. En ningún caso pidió perdón ni explicó si estuvo o no presente durante lo ocurrido.

Las campañas electorales las carga el diablo, creo que lo dije ayer: y las carga más si uno las afronta con munición de combate en vez de hacerlo con ideas. Personalmente no creo que Martín sea un hombre asalvajado o violento. Creo que perdió los nervios en un entorno que entendió hostil, se vio sobrepasado y se comportó como un bruto, provocando accidentalmente un daño que no quería provocar. Siento mucho lo que le ha pasado, y sobre todo que sus amigos –vaya amigos– le hayan sacrificado sin permitirle siquiera la dignidad de anunciar él su propia retirada. Pero sería completamente parcial si no lo sintiera aún más por la verdadera víctima de lo ocurrido, que es el agredido. No sé que acabarán diciendo los tribunales, pero la responsabilidad de que haya sido necesario intervenir de tres fracturas a un hombre de sesenta años, es sin duda de Martín. Y también de una táctica de campaña basada en buscar la confrontación y marcar a fuego las diferencias. Una estrategia electoral dirigida a convertir a los adversarios en enemigos, no a resolver problemas comunes. Un populismo repelente y destructivo que incita siempre al conflicto y al daño, y que es el que ha diseñado Patricia Hernández para ganar algunos votos más.         

Quedan sólo unas horas de campaña, pero ojalá lo ocurrido permita repensar comportamientos y amortiguar en los próximos días la cerril polarización que hemos visto estas jornadas, las declaraciones insultantes, las descalificaciones ‘ad hominen’, la ridiculización tóxica del contendiente. Ojalá nos ayude lo que ha pasado a recomponer la convivencia, en una ciudad que nunca en democracia se vio tan tentada por el conflicto, la división y el odio civil.

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