Siempre he sido consciente de lo afortunado que soy por la familia y los amigos que tengo, por dedicarme profesionalmente a lo que me gusta, por haber hecho deporte con un alto nivel de exigencia y también por los clientes que he tenido y que espero seguir teniendo. Y siempre he pensado que la suerte, al igual que la inspiración, si existiera, debemos fomentarla, cultivarla e ir a su encuentro. Pero también es cierto que de vez en cuando la vida nos brinda regalos inesperados que nos hacen sentir especialmente dichosos, y esto es lo que representa para mí mi amigo Gustavo Pérez Díaz.
En julio de 2020, durante una visita profesional a Glassydur, en la que trabaja como líder del Departamento de Sonrisas, me presentaron a un señor que me estrechó fuertemente la mano mostrando una sonrisa perenne. Ese día hablamos brevemente, pero su persona me impactó enormemente. Desde entonces, cada jueves durante varios años coincidíamos en mi visita semanal a la empresa y ni una sola vez mi amigo Gustavo dejó de venir a saludarme y a ver cómo estaba. Cada jueves me preguntaba qué quería desayunar ese día y si me apetecía un café. Con el paso del tiempo tuve la suerte de ganarme su confianza, su aprecio y su cariño, hasta el punto de que cada semana me envía un mensaje preguntando cuándo voy a ir a verle y si ese día me sentaré con él a tomar el bocadillo.
Mi amigo Gustavo es en esencia una buena persona, fiel, cariñosa, afectiva, honesta y brutalmente sincera. Mi amigo Gustavo te quiere sin condiciones, a pecho descubierto, te da su corazón sin pedirte nada a cambio.
Mi amigo Gustavo tiene la sonrisa más bonita que se pueda tener y da los abrazos más sinceros y cálidos que se pueda desear. Mi amigo Gustavo es bueno por dentro y por fuera, un ser especial que nos ilumina y nos llena de gracia a quienes tenemos la fortuna de disfrutar de su compañía y de su amistad. Mi amigo Gustavo es sin duda una de las mejores cosas que me ha pasado en la vida.
Mi amigo Gustavo es un ser superior porque al resto nos hace mejores y porque cuando dice “te quiero, amigo” nos inunda de felicidad. Mi amigo Gustavo es excepcional, porque cuando se enfada con nosotros, siempre lleva la razón, y porque tiene una estupenda “mala memoria” para olvidar todo aquello que no aporta valor a su vida o a la nuestra.
A mi amigo Gustavo le encanta leer, dibujar y escribir. También le gusta cantar (borda los cantos tradicionales canarios), le gusta bailar (sólo Michael Jackson lo supera en garbo) y le gusta el deporte (es un consumado yudoca).
El pasado martes, 21 de marzo, la empresa donde trabaja le dedicó un vídeo a modo de reconocimiento, coincidiendo con la celebración del Día Mundial del Síndrome de Down, que me llenó de emoción. Y es que mi amigo Gustavo es tan grande y tan generoso que ha nacido con un cromosoma extra. Pero lo que distingue a mi amigo Gustavo del resto no es un cromosoma, es su capacidad para hacer que los demás seamos mejores personas a su lado. Por eso le digo siempre que si hubiera más personas como él, este mundo sería mejor, más justo, más humano, más feliz.
Gracias, Gustavo, por dejarme ser tu amigo. Gracias por tus abrazos, gracias por tu afecto, gracias por tus mensajes de WhatsApp y, sobre todo, gracias por tu forma de decirme “te quiero”. Yo también TE QUIERO, AMIGO.
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