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GASTRONOMÍA | OPINIÓN | Historias de un camarero: “¿hasta cuándo te quedas?”

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EBFNoticias | Chema Vicente (Wine & Cheese) |

Hoy empiezo oficialmente mis  vacaciones.  Me encuentro en una situación rara, rara, rara… Extraña y diferente; después de 22 años viajando con la Mona, este año me encuentro compuesto y sin “novia“.

La chica de mis sueños no ha querido, o  no ha podido venir conmigo. Quizá sea a partir de hoy mi nueva situación vacacional.

Hemos pasado de viajar con pañales por los aeropuertos subida  en el carro, encima de todas la maletas, de llevarle dibujos para  colorear para que se le hiciera el viaje más ameno y decirme “Papi me duelen los oídos al bajar de los aviones”.

De ir juntos al baño con todas las maletas, que no podíamos  ni cerrar la puerta. De llegar tarde y apurados  al aeropuerto y tú quedarte cuidando  las maletas y yo corriendo como un “desesperado“, buscando la puerta de embarque.

De escuchar nuestros nombres (última llamada) y  decirme ‘chooo papi, somos nosotros’ y reírte con la sonrisa más bonita del mundo. De mirarte desde lejos y ver los “segundos” ojos más bonitos  y escuchar con la más dulce de las palabras “Papi la encontraste”.

De pasar de estas fases a otras: de ya llevar tú el control de los billetes y decirme por aquí o por allí; y así, poco a poco, a llevar más tú el timón de las vacaciones que yo.

Pero Monis Monis no puedes quitarme el placer de que estas también las pasamos  juntos. Ya el  destino ha decidido  por nosotros.

Nos tocó los asientos 19 E y F. El mío es lado ventana y el tuyo el centro; ya antes de sentarnos me dices  “Papi me  lo cambias… Es que yo quiero mirar por la ventana”.

Y aunque no me guste ir en el centro, siempre  te lo he cambiado.

Recogemos las maletas y nos dirigimos a coger el coche de alquiler; tienes paciencia y no dices , me dan las llaves y me preguntas  qué coche nos han dado y, a la vez, haces la comparación si es mejor o peor que el del año  pasado. Mientras yo me adapto al nuevo coche, tú lo haces al equipo de música y así empiezan nuestras ‘andaduras 2022’ .

Tú al control del Google Maps y yo al volante.

He llegado al hotel mientras dejo las maletas. Tú ya has mirado el  cuarto de baño y más tarde has mirado  por la ventana  para comprobar qué vistas tenemos.

En la recepción me han ofrecido  el desayuno para  mañana. Les he digo que no. Nosotros nunca desayunamos en los hoteles, nos gusta desayunar en el  “calle “, en la barra del primer bar que tiene buena tortilla y rico Jamón. He encontrado uno con una larga barra donde había dos butacas libres. En una de ellas  he puesto mi mochila, para que nadie ocupara tu  lugar.

Llegó el camarero y preguntó qué toma… Te miré y con los  “segundos” ojos  más bonitos del mundo me dijiste “Papi ya sabes lo que voy pedir, para qué me preguntas”.

Me tomé la libertad pedir  un pincho tortilla y 1/2 bocata de jamón con el zumo de naranja. Tú, con esa voz, como si hubieras nacido en la  isla de de La Palma:  “¡lo compartimos!”, o algo así.

Esta noche después de cenar salí a tomarme una copa por el barrio-centro  de la ciudad. Como siempre terminé en la barra de un bar, de esos que tienen los taburetes gordos, de esos que te entra el culo. De esos que ya no quedan.

La penúltima copa la tomé en el Bohemia. Está en el Barrio de Santa Cruz de Sevilla; no había mucha gente. Ana es la camarera,  una chica simpática y que a falta de clientes nos ponemos a charlar. Ana habla y habla; me comenta que le encanta Sevilla aunque ella es de un pueblo de fuera.

Que a ella  le encanta vivir aquí, que solo trabaja días sueltos. Que  su  trabajo fijo es de guía turística y que como no hay mucho trabajo lo combina con este. Trabaja de camarera porque le gusta y  lo que  gana  es  para caprichos. Seguimos charlando y me advierte: “Chiquillo tenemos que cerrar”.

Le pregunto que dónde puedo tomarme otra vez la penúltima. En ese momento se me desbloquea un recuerdo, así que le digo: Yo quiero ir a un bar donde siempre se termina juntando el personal de la hostelería al cerrar de su trabajo, que es donde  mejor  me lo he pasado siempre.

Ella me contesta con su acento. “¿Tú quieres decir dónde terminamos los camareros al cerrar?

Siií, eso mismo.

Ella me dice que el  Bar Torero. “Es un poco antro y cierra tarde, pero con persiana bajada“.  “Mira,  si me esperas te acompaño”.

Vamossss,  para que dijo eso… Llegamos  al bar  “antro” a puerta  cerrada y todos fumando dentro. Detrás de la barra  Ana me presentó a Ramona, la encargada. “No me cantes la canción, sé un poco más original”, me dijo a las primeras de cambio.

“Pues ‘ná’ Ramona, que, mucho gusto y que nunca antes había  escuchado ese nombre. Me salió mi simpatía cazurra y: “¡cómo me dijiste que te llamas!”.  Ramona me miró y resopló.

Ana me dijo ¡anda que tú también! Nos pedimos unas copas y seguimos charlando. Al rato me cuenta  que se tiene que ir que mañana tiene su ruta como guía a la 10:00.

¿Me puedo apuntar? Me responde que sí y se despide  con un  chao que nos vemos mañana a al lado de la Giralda. Antes de irse le dice a la  Ramona “cuídamelo”. Ella hizo un gesto con la mirada y agachado la barbilla, como un “siii siii”. Termino mi copa, me despido de Ramona que, al contrario que Ana, no me dio chance y camino hacia el hotel.

Ya  por la mañana me vuelvo a encontrar con Ana, subidos en un ‘segwuay’ y nos ponemos a recorrer la ciudad. Barrio de Santa Cruz, la plaza España , barrio de Triana, por el lado de río, y así hasta terminar otra vez en la catedral. Hicimos un picnic  y nos contó  un poco de historia del barrio De Triana, de la ciudad  y su hermanamiento con la ciudad de Kansas City.

Terminamos nuestra Charla-tour. Me despido de Ana y del resto del grupo. Sigo caminado hasta el hotel. Pago, recogemos nuestras cosas y  ponemos el Google más.

Vuelvo a escuchar “papi pongo música vale “

Me disgusté un poco con nuestra lista musical, ya que sin consultarme acoplaste  la última de Rosalía “chico no me llames“. Así la escuchaste como 25 veces en el viaje.

Al llegar al pueblo estaba la abuela sentada en su silla; se me queda mirado esta vez (“los ojos más bonitos de mundo“). Pasan unos segundos  sin decir nada. Al poco dice: “pero si es mi  barbudico, mi niño pequeño”. Nos besuqueamos y me pregunta dónde está Eva, “dónde está mi nieta pequeña”.

Tú entraste con tu sonrisa y, como siempre, “Hola abuelaaaa”. Ella: “ven, ven”. Y así volví  a ver esos abrazos y besos que tanto me gustan.

Monis engañé a la  Abuela; no podía decir que no viniste por sacarte el  carnet y un examen. No podía decir “fuerte patujada“ y me inventé otra historia más interesante, “disculpa“.

Después de abrazarnos y besuquearnos  escuché lo de “hasta cuándo te quedas”. No un cuándo te marchas, aunque quizá el significado sea el mismo.

Pero al oído escuchar un “hasta cuándo te quedas” no es lo mismo que “un cuándo te marchas Monis”. Ahora que quieres caminar sola recuerda y escucha al que te diga “hasta cuándo te quedas”.

Se pasaron los días como cada año y  me tocó cocina y freganchín. La tía y el tío. Ella entretenida con sus sopas de letras (qué horror)  y el tío en la finca riega que te riega los maizales.

Por la mañana salía a nuestras rutas, pueblos verdes, caminos de tierra y  casas viejas. Hasta llegar a un pueblo, Esteban de Nogales.

Está en ese pico del mapa entre León y Zamora donde se juntan las provincias; encontré por causalidad un monasterio derruido y abandonado, con mucha  vegetación a su alrededor. Era sobre las 10:00 de la mañana y no se escuchaba nada, solo el  sonido de un riachuelo y el ruido de mis pisadas  al caminar. Tanto silencio me dio respeto; miré un poco por encima y me fui, y el resto lo miré en wikipedia.

De vuelta a casa, pasaba por el mercado de turno, compraba algo y sobre la una ya estaba en casa; al entrar por la puerta, ya estaba la abuela preguntando “por dónde fuiste y qué viste”. Le encanta que le relate lo que he visto  y por dónde he estado. “Un día -me sugirió- llévame un día contigo”.

Pregunté por ti y al rato apareciste… “Jo Papi, porqué no me llamaste. Yo quería ir contigo”, y te enfadaste con esa carita tan bonita que tanto me gusta.

Preparo la comida, recojo y friego la loza. Ni yo ni la abuela queremos dormir la siesta. Nos ponemos hablar y hablar, y como cada año me cuenta las mismas historias, aunque siempre aporta algunas nuevas. Siempre lo feliz que fue su infancia al criarse con sus abuelos.

Que cuando era joven ella y sus amigas le decían a los chicos del pueblo de al lado “ya llegan los de Chicago”, y se echaba a reír.

Así pasaron los días, entre pequeños tours, cocinero y contador de historias. Ahora ya no te las cuento a ti como cuando  eras pequeña. Ahora se las cuento a la abuela.

Así pasaron los días, hasta el sábado por la mañana. Salí  sobre las 5:30 de la mañana. La casa estaba en silencio, todos dormían. Me fui  a despedir de la abuela: ella estaba despierta. A pesar de su pequeño alzheimer de la edad se acordaba de que marchaba hoy y temprano. Nos besuquemos y me dice que “cuándo nos volvemos a ver”.

Le repito: en enero, en enero. “Vale, vale”.  Sentí como en su mente calculaba los meses. Solo apuntó: “¡vete despacio!”.

Salgo de pueblo. Todo en silencio. Dirección L-412

y  A- 6, Ruta de la Plata. La autopista es toda para mí; las gasolineras cerradas. Terminé la provincia de León, Zamora, Salamanca y  ya, sobre las 9 de la mañana, paré a desayunar en la entrada de la provincia de Cáceres.

Me senté en una mesa y, sin querer observar, me quedé con la mirada fija al ver llegar a una familia. Le dicen al padre lo que quieren y se van al baño.

Hasta  aquí es algo normal; al marcharse la niña salió medio saltando y sonriendo al padre, como si  hiciera tiempo que no se veían. El padre también le sonríe -supongo que es una sonrisa de felicidad-. Como si hiciera tiempo que no se veían y solo habían pasado a lo mucho tres minutos.

Terminé y seguí mi camino. Llegué a Cáceres y antes se llegar a casa de los tíos y Lua me paré a comprar un peluche. Me recibieron encantados y yo tenía ganas de ver a la nueva sobrinita.

Solo me miraba y estaba agarrada a la pierna de su mami, le di el peluche  y se me quedó mirando como un “y este quién es “. Me sonrió y se volvió la cara y así repetidas veces, con la más tierna de las sonrisas.

Me invitaron  a comer y al final la tía me miro el plato, si había comido o no, “como cuando era un niño”; ese gesto me trasladó a un recuerdo de  40 años atrás. Dimos un paseo, me despedí escuchado unas de las mejores frases: “vente el próximo año pero más días“

Hace años, de estas conversaciones de barra de bar, hablando de aeropuertos,  salían los mejores de mundo, que si el Heathrow  “Londres”, o Barajas Madrid, alguien comentó que el de J.F.K. de NY… Yo me quedo con los aeropuertos pequeños, de esos que llegas, dejas el coche, rápido, pillas las salidas o llegadas, pasas el control y rápido estás en la puerta de embarque. Así de rápido y sin que te vuelvas loco.

Así  que llegue al de Sevilla. Sobrado de tiempo; ligerito me instalé en  los asientos de espera puerta F-18,  destino TF- Norte. Al llegar tan pronto, y haber dormido tan poco, me quedé medio dormido y soñando. Tenía a mi lado derecho a una niña que no paraba de jugar conmigo, sus manos cogidas a las mía y preguntándome cosas sin despegarse de mí. No paraba de decirme papi esto, papi lo otro.

A mi izquierda tenía otra niña  adulta, pendiente de su móvil,  escuchado música y enviando  wasap a sus amigos; aunque su cabeza estaba en mi hombro noté un poco su ausencia.

Me desperté cuando nos llamaron para embarcar. La Mona  pequeña “vamos Papi”, y cogimos nuestras cosas y nos pusimos a la cola. Si yo daba un paso, ella daba otro  igual , sin separarse de mí.

Nos pusimos en nuestros asientos, me tocó lado-pasillo, a ustedes centro y ventana. Se pusieron hablar.

La pequeña Mona decía que de mayor quiere ser diseñadora de interiores o bióloga marina. Que tendría una casa grande y que tendría sus perritos. La Monis Monis decía que ella ya había terminado su carrera  de Biotecnología y su máster. Que se pensaba dar un año ‘sobático’ viajando y después ya se vería. Y colorín colorado como el cuento a cambiado.

  1. Para la chica de mis sueños “la Mona y la Monis Monis“ .

Suelo cumplir mi palabra y como me pediste y te prometí ahí  tienes mi  Historia-relato, esta vez un poco más larga como tú querías.

Autor: El pasajero de los vuelos I B- 1104/I B- 1809. Chema Vicente

 

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