FIRMAS Francisco Pomares

OPINIÓN | repartir limosnas | Francisco Pomares

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Victor O’Shanahan era jefe de servicio de Dependencia en la Consejería de Derechos Sociales y otras yerbas, un funcionario respetado y muy valorado por sus colegas, con años de experiencia pública. Ayer se supo que había presentado su dimisión como jefe de servicio, harto de la presión que supone aplicar directrices que no se comparten. En el comité de empresa de la Consejería se asegura que O’Shanahan es un excelente gestor que jamás se plegó a los intereses políticos. Su abandono de la jefatura del servicio en este momento, cuando el departamento insiste en que los datos de valoración de expedientes son mejores de lo que han sido nunca, se interpreta por los compañeros de O’Shanahan como una respuesta a las políticas impulsadas en los últimos dos meses por la nueva directora general de Dependencia, Marta Arocha, que optó por priorizar las prestaciones económicas a cuidadoras en el entorno familiar –un sistema que debiera ser utilizado solamente con carácter extraordinario-, frente a la asignación de servicios profesionalizados a las personas dependientes. Arocha ha preferido repartir talones de 300 euros como pago a los familiares que se hacen cargo de sus dependientes, y además ha externalizado la gestión de la valoración y trámite, una competencia tradicional del personal de la Consejería, y que ahora realiza una fundación, cuyos empleados no son técnicos de servicio públicos sino meros ejecutores de una decisión de los mandos.

La práctica de resolver las solicitudes de atención por dependencia entregando talones ya fue calificada por el anterior director general, Miguel Montero, como un reparto de “ayudas de mierda”. Esa expresión le fue recordado a la consejera Santana en el último pleno del Parlamento regional por la portavoz del grupo mixto, la diputada Espino, provocando la airada y escatológica respuesta de la consejera, que vino a decir que mejor una “ayuda de mierda” que ninguna ayuda. Apriorísticamente, Santana tiene razón: siempre es mejor algo que nada, pero para este viaje, podían haberse ahorrado tres años de retraso. La Ley de Dependencia considera que las ayudas a los cuidadores familiares no resuelve el problema de las personas dependientes, es sólo un mecanismo de urgencia a aplicar cuando no existe otra posibilidad. Lo que ha hecho Arocha desde que se encarga de la dirección general ha sido intentar por todos los medios reducir las listas de espera en la tramitación de las valoraciones, aunque fuera con un procedimiento artificial, como es este. El ex Montero tuvo también esa posibilidad, pero antes de prestarse a dar gato por liebre, y al no poder cumplir con el compromiso contraído públicamente de reducir la espera en 6.000 personas, prefirió dimitir e irse a su casa. Fue un gesto decente, precipitado por el anuncio de su inminente sustitución por Arocha cuando ni siquiera se había cumplido el plazo autoimpuesto por Montero para retirarse si no lograba su objetivo.

Lo que se ha hecho desde entonces, según cuentan los trabajadores de la Consejería, ha sido intentar que los valoradores se pusieran a tramitar ayudas familiares, para presentar buenas cifras. Cuando los valoradores se negaron a hacerlo por vergüenza torera, se decidió tirar para hacer el trabajo sucio de personal de la Fundación, susceptible de ver sus contratos no renovados si se negaban.

Lo ocurrido es un escándalo de proporciones mayúsculas: Santana vuelve a hacer trampa: ha vendido una extraordinaria mejoría de las cifras cuando lo que de verdad sigue ocurriendo es que la mayor parte de las personas que han salido de las listas de espera lo han hecho no porque se les haya resuelto la prestación de servicios profesionales adecuados, sino porque se le ha pagado una ayudita miserable al familiar que las cuida.

En fin, lo primero que hizo Santana nada más llegar a la Consejería fue cambiar la denominación ‘Asuntos Sociales’ por la de ‘Derechos Sociales’. Lo hizo porque la atención de las necesidades de la gente vulnerable es un derecho, no un acto de caridad.

Al final, han hecho lo de siempre: repartir limosnas.

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