FIRMAS Francisco Pomares

OPINIÓN | Dudas con el pueblo traicionado al fondo | Francisco Pomares

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La mayoría de las veces que se escucha hablar sobre la descolonización del Sahara y el conflicto ente Marruecos y el Polisario, se trata de voces perfectamente identificadas con las propuestas en liza: a favor del proceso de autodeterminación y de la legalidad internacional, suelen estar la izquierda y los amigos del Polisario. A favor de la posición marroquí –que solicitó en 2014 una solución que pasara por la autonomía saharaui bajo soberanía marroquí- están el propio Marruecos, las administraciones USA, francesa y alemana, y desde hace pocos días, el presidente Sánchez. Y digo el presidente y no el Gobierno o España, porque Sánchez actuó en este asunto como suele hacer en tantos otros, asumiendo personalmente una decisión que supone un giro de 180 grados en la política española sobre la descolonización del Sahara, sin negociarlo con su Gobierno o tratarlo con la oposición. Es decir, que adoptó individual y autónomamente una decisión de Estado. No es un caso único en la historia de España, aunque sí resulta de lo más chocante viniendo de quien provocó con el acogimiento de Brahim Gali en Logroño, la crisis diplomática más grave desde la invasión de Perejil.

Aclaro que a mí me parecen legítimas –y defendibles- las dos opciones: al Polisario le asisten la justicia y las resoluciones internacionales, pero por desgracia, los refugiados saharauis en Argelia son pocos –apenas la mitad de lo que dice el Polisario-, y en un mundo cada día más polarizado, su capacidad de presión internacional resulta muy escasa. La opción de Marruecos es, sin duda, más realista: hoy viven en el Sahara Occidental -‘las provincias del Sur’ en terminología oficial marroquí-, más campesinos del alto Atlas instalados en las bidonville de El Aaiún y Dajla, que residentes saharauis. Es probablemente una injusticia para el pueblo que cruzó el desierto hasta Tinduff, pero el Polisario perdió la batalla desde que en la ONU entendieron que el referéndum de autodeterminación no es una opción viable. Naciones Unidas mantiene sus resoluciones y recomendaciones, pero el Sahara hace tiempo que no tiene posibilidad de convocar el referendum. Y eso lo sabe hasta Carmelo Ramírez.

Dicho eso, el movimiento de Sánchez podría ser interpretado como un gesto de realpolitick. Pero yo no veo qué sale ganando España: pasamos de la neutralidad y el apoyo a una solución negociada, a defender que el Sáhara se convierta en región autónoma marroquí. Y nos enteramos del cambio no por un comunicado conjunto de las cancillerías española y marroquí, una declaración institucional del presidente o una iniciativa discutida en el Congreso. No, nos enteramos por una nota de prensa del Gabinete real alauita, en la que se nos dice que estamos de acuerdo con la posición oficial de Rabat a cambio de… NADA.  Porque –al contrario de lo que ocurre en las negociaciones diplomáticas- no hay ninguna contrapartida a este inesperado cambio español: Marruecos no se ha comprometido a acabar con las avalanchas migratorias, con la presión sobre Ceuta y Melilla, con la reclamación de las aguas y las montañas submarinas de la plataforma canaria o a ofrecernos un nuevo tratamiento para nuestros pesqueros en el acuerdo entre Marruecos y la UE. De eso no hay NADA.

Y tampoco hay lógica en plantarle cara a Argelia en estos momentos, cuando su gas nos es más necesario: desde Moncloa se intentó vender la especie de que el cambio de posición español se había comunicado previamente a Argelia. Pero Argel ha retirado a su embajador en Madrid, y la Corte se ha quedado como quien hace un cambio de cromos: se va el argelino, vuelve la marroquí, precisamente cuando lo del gas argelino resulta clave en el contexto de guerra en Ucrania, subida de precios y desabastecimiento. España quiere convertirse en clave del aprovisionamiento de gas a Europa, a través de los dos gasoductos con Argelia y su unión al Midcat, que llevará gas desde el Magreb hasta territorio francés. Pero sin Argelia eso no es posible. Sorprende este cambio cuando el gas de Argelia nos es más necesario que nunca. Esto, más que realpolitick parece la política del loco.

Sánchez tendrá que explicarnos qué ha sacado de esto.

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