FIRMAS Francisco Pomares

OPINIÓN | Prometer…| Francisco Pomares

GRAF4466. FUENCALIENTE ( LA PALMA)I, 03/10/2021.- El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, conversa con varios de los desalojados a causa de la erupción volcánica, que se ospedan en el hotel Princess de Fuencaliente. Sánchez ha vuelto hoy a La Palma para conocer las prioridades y las propuestas de los alcaldes de los municipios afectados por la erupción del volcán, del Cabildo de La Palma y del Ejecutivo regional. EFE/ Carlos De Saá
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CEOE y la Asociación de Trabajadores Autónomos han decidido suspender su asistencia a las reuniones que mantienen de forma recurrente con el Ministerio de Seguridad Social, mientras el ministerio de Escrivá no modifique sus políticas lesivas para los autónomos y empresarios de La Palma. Son más de cinco mil los trabajadores autónomos y emprendedores palmeros afectados por la erupción del volcán en sus negocios y explotaciones –más de un millar de agricultores autónomos que emplean algún personal, por ejemplo- y que no podrán acceder a ayudas o prestaciones, porque la normativa les obliga, en su actual redacción, a darse antes de baja como autónomos. Eso sería dramático para muchos autónomos de la isla que tienen trabajadores a su cargo, y además obligaría al despido de sus trabajadores, cuando mantener la productividad de la isla es una de sus necesidades más básicas.

Sería ridículo pensar que el Ministerio tiene un perverso interés en perjudicar a los autónomos palmeros. Lo que sucede es que en este país todo el mundo se llena la boca prometiendo resolver los problemas, probablemente de buena fe, pero nadie hace luego lo que hay que hacer, que es estrujarse los sesos, trabajarse el presupuesto y estudiarse la normativa, para que las buenas intenciones se conviertan en realidades. En una situación como la que vive La Palma, las promesas sin cumplimiento tienen un recorrido muy corto y pueden ser terriblemente contraproducentes para quienes las están haciendo.

Aquí cada palo tiene que aguantar su vela: el Gobierno de Canarias debería dejar de prometer que va a hacer esto y aquello, y comenzar a recolocar en las viviendas que se ha comprometido a comprar a esos centenares de familias que se han quedado si nada. No se puede seguir hinchando el pato de las promesas que no se materializan. La gente acabará por sentirse estafada. El presidente Sánchez también debería revisar sus visitas filantrópicas y solidarias y dejarse de frases rimbombantes, y empezar a administrar ya la distribución de esas cantidades estratosféricas que ha anunciado. De momento, lo único que se ha librado son las primeras cantidades para comprar viviendas y enseres –un total de diez millones y medio transferidos al Gobierno regional hace unos días-, sin que se tenga noticia –cuando ya han pasado tres semanas desde que se dijo que ese dinero de urgencia estaría disponible en unos días- de que con él se haya resuelto aún ni un solo problema a los afectados palmeros. En situaciones extraordinarias –y no se me ocurre una situación más extraordinaria que perderlo todo menos la vida- las ayudas tienen que llegar a tiempo, ser rápidas, ser diligentes y certeras, destinadas las primeras a quienes más lo precisan, y -sobre todo- tienen que ser ayudas de verdad y no mera propaganda.

Hasta ahora, los ciudadanos afectados por la catástrofe de La Palma –incluso los que han perdido todo esperanza de volver a la vida que tenían antes del volcán- mantienen la confianza en que las administraciones cumplirán y no les abandonarán. Es la misma esperanza que alentó la espera de miles de damnificados por la catástrofe del terremoto de Lorca, ocurrida en marzo de 2011, cuando un seísmo de magnitud 5,1 mató a nueve personas, entre ellos dos mujeres embarazadas y un niño de 13 años, y provocó centenares de fallecidos, además de la demolición de más de 1.100 viviendas dañadas por el terremoto y un número indeterminado de naves industriales y otras edificaciones. La oleada de solidaridad popular y de promesas políticas no se hizo esperar, pero hoy, solo parte de ellas se han cumplido, y muchas familias siguen esperando que el Estado –que somos todos- les restituya las perdidas causadas.

Probablemente nunca se pueda cumplir con todas las expectativas de los damnificados de La Palma –como no se ha cumplido con los de Lorca-, ni resarcirles completamente del daño que han sufrido. Por eso es conveniente hilar fino en las promesas, y centrarse más en resolver lo que de verdad se puede resolver, antes que prometer que un estado munificente lo arreglará todo. No va a ser así, no está siendo así. Y la gente se enfadará mucho cuando haga cuentas de la diferencia entre lo prometido y lo recibido.

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