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OPINIÓN | El escándalo y lo sucio | Salvador García Llanos

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El Papa Francisco ha expresado algunas reflexiones –en el fondo, unas invocaciones- sobre el papel de los medios de comunicación en nuestros días en el curso del IV Encuentro de los Movimientos Populares celebrado el pasado fin de semana. De manera textual, manifestó:

“Quiero pedirles en nombre de Dios a los medios de comunicación que terminen con la lógica de la post-verdad, la desinformación, la difamación, la calumnia y esa fascinación enfermiza por el escándalo y lo sucio, que busquen contribuir a la fraternidad humana y a la empatía con los más vulnerados”.

Llama la atención lo de la fascinación enfermiza por el escándalo y lo sucio. Es una característica sobresaliente de nuestro tiempo. Los ejemplos son diarios. Hasta verlos convertidos en la tendenciosidad. Un sesgo en el tratamiento informativo que condiciona la credibilidad. Pareciera que cuanto más grueso el escándalo y más aparatosa la sordidez, mejor. Para ganar lectores y audiencia. La competencia será feroz, desde luego, pero así no se gana confianza ni se hace una sociedad mejor, más juiciosa.

El Pontífice va a su terreno, desde luego, cuando confiesa sentirse entristecido cuando se le tilda con “epítetos”  cuando se pretende “reducir cualquier reflexión a la mera adjetivación degradatoria” cada vez que habla de los principios de la Doctrina Social de la Iglesia sobre la opción preferencial por los pobres, el destino universal de los bienes, la solidaridad, la subsidiariedad, la participación, el bien común. Para el Papa, esa actitud “es parte de la trama de la post-verdad que busca anular cualquier búsqueda humanista alternativa a la globalización capitalista”.

De ahí lo razonable de su petición que gira en torno a uno de los males de nuestros días, un fenómeno que ha hecho mucho daño: la postverdad y todo lo que la envuelve. Cuando el Papa dice que ni siquiera la crisis alimentaria es noticia, “no genera empatía”, sin reparar siquiera en que podría generar más muertes anuales que la Covid-19, está denunciando un camino utilizado por los medios de comunicación cada vez más erizado.

Apela Bergoglio a la necesidad de tener en cuenta las periferias “escucharlas, abrirle las puertas y permitirles participar”. Interpreta que cuando las personas sufren en carne propia las privaciones, la injusticia y la desigualdad, comprenden mucho mejor lo que viven los demás. Es ahí donde se trazan caminos de esperanza. La recomendación papal no es baladí: menos escándalo, menos sordidez.

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