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OPINIÓN | inteligencia corporativa | Momo Marrero

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En un artículo anterior sobre inteligencia colectiva en el entorno empresarial afirmaba mi plena convicción de que al fomentar la inteligencia individual en el entorno empresarial se llega a propiciar una suerte de inteligencia colectiva que, convenientemente gestionada, permite que los equipos de trabajo sean más productivos y las empresas más rentables, lo que a su vez repercute positivamente en la autoestima, la sabiduría y la felicidad individuales.

Entendemos la inteligencia colectiva como “la inteligencia coordinada que surge a partir de la colaboración de un grupo determinado de individuos que suman su cociente intelectual grupal (según definición de Howard Bloom) y que facilita y promueve la contribución individual potencialmente útil, con el objeto de dar solución a un problema o aportar una mejora parcial o total en su resolución”. A partir de esta idea, definiremos la inteligencia corporativa como el “conjunto de recursos y capacidades, así como las estrategias relacionadas, que convenientemente fomentado y gestionado afianza la propuesta de valor de una empresa”.

La inteligencia corporativa está estrechamente relacionada con la inteligencia de negocio  (Business Intelligence o BI), la inteligencia de cliente (Customer Intelligence o CI), la inteligencia competitiva y la inteligencia colectiva en el entorno empresarial y debe entenderse como una suma de todas ellas, enfocadas a facilitar la toma de decisiones y a aminorar el margen de error en este proceso, generando una ventaja competitiva y aumentando la eficacia, la eficiencia y, por ende, la competitividad.

Del párrafo anterior se puede deducir el papel primordial que adquiere el uso de la tecnología en la gestión de la inteligencia corporativa, puesto que facilita el acopio y tratamiento de la información, sirve como repositorio y, lo que es aún más importante, permite analizarla y aportar soluciones.

La inteligencia corporativa aporta un valor extra que ha de quedar reflejado en las estrategias de empresa, pues mejora todos los procesos, los procedimientos, el desarrollo, las operaciones y todas las actividades de la organización, convirtiéndose en generadora de riqueza.

Finalmente me gustaría añadir que, si bien algunos autores se refieren a la inteligencia corporativa como inteligencia económica o inteligencia de negocio, personalmente considero que ambos términos se quedan cortos, pues no ponen en valor el conocimiento individual como un bien, un activo para la organización.

Imagen: Momo Marrero

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