FIRMAS Francisco Pomares

OPINIÓN | A paso de perdedores | Salvador García Llanos

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¿Dónde fueron a parar los votos perdidos por el socialismo en las elecciones del pasado martes en Madrid? Sería una pregunta obligada para hacer el análisis de los resultados. Fue una caída con estrépito, después de haber sido la opción más votada en los comicios de hace dos años, cuando Ángel Gabilondo no pudo gobernar después de haber demostrado con creces que era el mejor candidato.

El retroceso de ahora –solo ganó el PSOE en dos municipios de la Comunidad, a ver qué dicen los alcaldes de aquellos donde gobiernan- se puede interpretar hasta en clave de castigo al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, que hacía muy bien, como se había propuesto, en no polemizar con la indiscutible ganadora… hasta que lo hizo y entonces se dio cuenta de que en estos casos, la gente se pone del lado del más débil y de los vientos a favor. Cuando dio el paso al costado, ya era tarde.

Es extraño que los estrategas socialistas no advirtieran que el Partido Popular utilizara cualquier resquicio para apuntar con sus críticas al rostro de Sánchez, hasta el punto de que a veces parecía que el candidato era él. Esa, desde luego, fue una constante de la estrategia que propiciaba el castigo a un gobierno, en este caso por elevación. Está demostrado que el desespero de muchas personas y familias se salda ante las urnas de la formas más sencilla y tajante: votando por quienes ideológicamente están en otra onda ideológica, en la contraria. El PP recogió el voto, por supuesto, de Ciudadanos, pero también de electores socialistas.

Si, además de que el PSOE no se desenvuelve bien en el frentismo, la campaña no fue un dechado de aciertos, sus resultados van configurándose como una secuencia con lastres que se refleja, sobre todo, en haber sido superado por MasMadrid a cuya candidata, Mónica García González, premiaron los ciudadanos por su constancia y por su templanza, porque creyó encontrar ahí a alguien que se mueve con empatía. Los frutos: ahora son segunda fuerza política.

Lo peor para el socialismo es que la debacle llega en momentos de adversidad que solo la reflexión y la madurez contribuirán a superar. Entre otras cosas, porque las decisiones en este contexto estarán mejor fundamentadas y serán más sólidas. Tendrá que lanzarse de nuevo a la conquista del espacio de centro, ese donde tan bien le ha ido en otras épocas cuando la ciudadanía supo apreciar cualidades como la moderación. Pero, ojo, que el centro ya está ocupado y ya nos imaginamos la reiteración en las concepciones simplistas: hasta la ultraderecha se autodefine como centrista.

Y el Gobierno tendrá que mover ficha, claro. Porque la sacudida también le afecta y porque hay tareas importantes que acometer, tanto como si se prorroga o no el estado de alarma, con la gestión de los fondos europeos y leyes con calado aún pendientes. Un buen paso sería, por ejemplo, pactar de una vez con el PP, la renovación de las instituciones, entre ellas, por supuesto, el Consejo General del Poder Judicial.

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