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OPINIÓN | Ciudades del futuro | Salvador García Llanos

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Según datos de la Organización de Naciones Unidas (ONU), “más de la mitad de la población mundial vive hoy en zonas urbanas”. En los próximos años se espera que este registro aumente hasta los dos tercios de la humanidad. El mundo, pues, se encuentra cada vez más urbanizado. Este ritmo de urbanización, dice la ONU, “está dando como resultado un aumento de desigualdades con el número creciente de habitantes en barrios pobres, infraestructuras y servicios inadecuados y sobrecargados”.

Y para mayor preocupación, la pandemia, que se va alargando con su estela de incertidumbre que va predominando en las sociedades de nuestros días. ¿Cómo incidirá la COVID-19 en las ciudades del futuro? De acuerdo en que prevalezca la voluntad de las comunidades que opten por la creación de áreas verdes, por inversiones en modalidades de transporte público, el acceso seguro a la vivienda y la mejora de la planificación y gestión urbana inclusiva, de acuerdo: ¿pero es factible superar esos retos o se verán frenados por planteamientos economicistas y por el establecimiento de otras prioridades?

De momento, el impacto del virus está dejando en una situación muy desfavorecida a las zonas urbanas y densamente pobladas, “donde el hacinamiento –advierte la ONU- también dificulta cumplir con las medidas recomendadas, como el distanciamiento social y el autoaislamiento”. El objetivo, antes de la pandemia, era gestionar eficientemente los servicios para garantizar la seguridad y la sostenibilidad de la ciudades. Ahora, es difícil contestar si sigue estando al alcance, cómo culminará la transición ecológica o si, de mantenerse las circunstancias, habrá que aguardar a un nuevo orden mundial para modelos distintos.

¿Qué ocurre en nuestro país? Fuentes del ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030 aseguran que las debilidades se presentan en forma de “un envejecimiento de su población y un alto índice de despoblación rural, que plantea importantes desequilibrios territoriales”.

Ello significa que las prioridades de actuación en esta materia pasan “por reducir el impacto ambiental negativo de las ciudades, atendiendo especialmente a la calidad del aire y a la gestión de residuos, con especial atención a poblaciones vulnerables”. Y también advierten que es indispensable proteger el patrimonio cultural y natural.

El futuro, desde luego, con los males derivados de la pandemia, es bastante incierto. La ONU se propuso, entre los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), de aquí a diez años más, proporcionar acceso universal a zonas verdes y espacios públicos seguros, inclusivos y accesibles, en particular para las mujeres y los niños, las personas de edad y aquellas que tuvieran alguna diversidad funcional. Como también fijó que se debía asegurar el acceso de todas las personas a viviendas y servicios básicos adecuados, seguros y asequibles, además de la mejora de las zonas o barrios considerados marginales.

Como puede comprobarse, y estamos de acuerdo en que la ciudadanía debe asumir un compromiso de participación activa en estos objetivos, sin la iniciativa de los poderes públicos, difícilmente se podrá superar tamaña incertidumbre.

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