FIRMAS Francisco Pomares

OPINIÓN | Burbujas y valores | Francisco Pomares

Aula
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Cuando apenas faltan unos pocos días para que arranque el curso escolar, y en medio de una creciente aprensión de los padres ante la ausencia de información y garantías, los ministros de Sanidad y Educación lograron cerrar ayer con los responsables regionales un acuerdo definitivo (definitivo en tiempos de Covid, o sea, todo lo definitivo que permitan las circunstancias), sobre el retorno a las clases. En el encuentro del Gobierno con las autonomías participó también la ministra Carolina Darias, probablemente para recordar las obligaciones y responsabilidades de los empleados públicos afectados por la estrategia definida.

En esencia, los cambios no han sido espectaculares, pero sí el tono de la declaración: habrá burbujas en todas las clases de primaria en toda España, con una veintena de alumnos por clase, para controlar mejor los posibles brotes de Covid. Este es uno de los asuntos que hay que explicar claramente a los padres, que las clases burbuja no evitan el contagio de los niños por sus compañeros de aula, sino que sirven para controlar la extensión de los contagios que se produzcan.

No existe ninguna garantía de que no habrá contagios en los colegios pero los grupos de convivencia estable permitirán evitar el cierre de un colegio en el que se detecte contagio. Ayer se decidió aumentar a tres casos el número de contagios necesarios para establecer el cierre provisional de un centro. Porque la más importante de las directrices que emanan del acuerdo entre Gobierno y autonomías es que los centros deben estar abiertos, que se reabrirán 14 días después de cerrarse, que las clases serán presenciales, y los alumnos tendrán que acudir.
«Si no acudieran», recordó la ministra de Educación, «sus padres serán multados».

El ministro de Sanidad planteó el reverso de esa afirmación: los padres deberán medir la temperatura corporal de sus hijos y «no los mandarán al cole si tienen fiebre». Llegó Illa a enfadarse ante tal eventualidad. Uno se pregunta lo fácil que será para un progenitor acobardado justificar que el niño se levantó con fiebre para no mandarlo a clase. Gobernar en situaciones de crisis es muy difícil, pero no se obtienen mejores resultados amenazando a los administrados. Sobre todo, cuando es obvio que no se cuenta con medios para cumplir las amenazas. Si son muchas las familias que sucumben al miedo y deciden no mandar a sus hijos al cole, no hay administración que pueda luchar contra una revuelta de ese tipo con garantías de éxito. Por eso, mejor ahorrar en amenazas.

Este no es el momento de sacar el Código Penal, sino el de convencer a los padres de que con las nuevas 29 medidas los chicos no correrán en las aulas más peligro que en otro lugar. Ahora hay que pedir a los maestros el esfuerzo suplementario de vigilar el comportamiento y estado de sus alumnos, mantener las aulas ventiladas, y aportar imaginación y talento. Enseñar cosas que los chicos precisan saber para enfrentarse a un futuro incierto: solidaridad, sentido del esfuerzo y del sacrificio, moderación, trabajo en equipo y ciudadanía (o patriotismo, o como usted quiera llamarlo). El inglés, la economía y el manejo digital son muy importantes. Los valores pueden ser incluso más útiles para reconstruir el mundo roto, exhausto y asustado que vamos a dejarles.

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