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OPINIÓN | En defensa de la Benemérita | Ícaro

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Nos levantamos, hoy lunes, con la resaca de un fin de semana marcado por una situación muy polémica, generada en una rueda de prensa del Gobierno con motivo de la crisis del coronavirus, protagonizada por el General Jefe del Estado Mayor de la Guardia Civil, que contestando a la pregunta de un periodista, tras releer sus apuntes, manifestaba, lo que ha venido a ser según los medios y las redes sociales, la confesión de un crimen de Estado, que no es otra cosa que el propósito anticonstitucional de silenciar a la oposición política, mediante el control de los medios, redes y particulares críticos con la acción del Gobierno, durante la gestión de esta crisis sanitaria.

Tal vez este altísimo mando del Cuerpo dijo la verdad, sin ambages, pero no confesó que la Guardia Civil estuviera haciendo tal cosa, solo que es el propósito del Gobierno, en usarla en su exclusiva defensa; tal vez dijo la verdad porque no sabe mentir, porque está cansado de esta pamema diaria o porque quiere dejar en evidencia a aquellos que pretenden manipular a la Institución; o sencillamente, dijo lo que dijo porque lo leyó, sin caer en la cuenta que tal lectura no era más que una confesión del oprobio y la manipulación, a que somete el Gobierno por todos los medios a su disposición, a toda España, incluida a la Guardia Civil.

Yo prefiero pensar lo primero, pero no por cuestión partidista, ni siquiera racional, tan solo por una cuestión emocional, porque quienes conocemos a la Benemérita, los hechos que la avalan, los sacrificios de sus miembros por defender la Ley, el orden Constitucional, la Seguridad pública las propiedades y la vida de todos los ciudadanos, incluso con el ofrecimiento de sus vidas, no podemos esperar otra conducta de cualquier miembro del Cuerpo, incluidos su Generales, que deben ser el ejemplo a seguir, ese espejo en el que se miren sus miles de mujeres y hombres, a la hora de seguir rectamente el cumplimiento de su deber.

Yo no voy a descubrir a estas alturas a la Guardia Civil, sus 175 años de existencia, sus obras y sus muertos
hablan bien a las claras de ella; “El Honor ha de ser la primera divisa del Guardia Civil, debe por consiguiente conservarlo sin mancha, una vez perdido, no se recobra jamás.”

Así reza el primer artículo de la Cartilla del Cuerpo, y esto es lo que sucede cuando un Guardia Civil por error involuntario, por voluntad propia o por la causa que fuere, comete una falta disciplinaria o un delito, que es inmediatamente señalado, marcado y deja de tener por derecho propio ese Honor al que hace referencia ese artículo, por muchas razones que tenga el afectado para justificar su acto, por acción o por omisión, porque si es culpable será condenado pero si fuera inocente, ya no podrá gozar de ese favor de la inocencia, porque la condena en las redes sociales y en los medios de comunicación, habrán acabado definitivamente con sus carrera, su prestigio y su honorabilidad.

Pero es mucho peor en este caso, porque esta acción, sea por la causa que sea, mancilla también el buen nombre de la Institución y por ello, deberá ser castigada conforme a su Régimen Disciplinario, sin perjuicio de las causas penales que pueda acarrear si se demuestra que pudo incurrir en algún ilícito penal, esa es una cuestión que tendrá que resolverse más adelante.

La Benemérita siempre se ha distinguido por lo contrario, por ser imparcial y leal, un ejercicio muy difícil en estos tiempos mediáticos; lo ha demostrado durante muchos períodos de gobierno diferentes y de diferente sesgo, cuando estaba en un lado del frente, era leal al régimen establecido y viceversa, porque sus hombres son ante todos fieles servidores del cumplimiento del deber.

Los que conocemos a la Guardia Civil en el plano corto, sabemos de su honestidad, su interés acendrado porque prevalezca siempre la verdad, por encima de cualquier otra consideración, defendiendo lo común y no lo particular, preocupada de los débiles, de la naturaleza y del medio ambiente, del ejercicio de las libertades públicas garantizando el orden y la seguridad de todos, pero también auxiliando a las autoridades, acompañándolas en los momentos delicados, usando la fuerza con la prudencia necesaria y protegiendo la seguridad frente a los violentos, a los terroristas o ante cualquier organización que amenace la paz o la seguridad de los españoles.

Con los medios de comunicación sigue siendo en ocasiones algo pacata, no es tan comunicativa como su cuerpo hermano, la Policía, que tiene más recorrido en ese sentido; y a pesar de ello, es la Guardia Civil, la que cuenta con el honor de ser la Institución más valorada no solo en España sino en el mundo entero, a decir de muchos medios internacionales, como cuerpo policial ejemplar, por sus logros y por sus métodos irreprochables.

Pues bien, no creo que este asunto, sea por la causa que sea, pueda acabar con el prestigio y la buena prensa que siempre ha tenido la Benemérita, máxime cuando parece que podría ser el Ministerio del Interior, el que hubiera forzado a algunos mandos del Cuerpo a seguir este tipo de vías para controlar a los medios y las redes sociales, en la defensa de su nefasta acción de gobierno, cuestión que podrían haber cumplido y ordenado, pero seguro que sin traspasar los límites del Estado de Derecho, del ordenamiento jurídico penal vigente o de la Constitución, porque el Guardia Civil tiene la obligación democrática de incumplir ese tipo de mandatos, cuando fueren contrarios a los principios anteriores, no existe la obediencia debida y nunca podrá ser alegada en su defensa.

Es hora de que pongamos las cosas en su sitio, las cuestiones en su justo término y que acabemos con esta masacre mediática contra la Benemérita, un castigo que no merece, ni la Institución que está por encima de cualquier comportamiento individual, ni sus miles de miembros, mujeres y hombres rectos, sacrificados y cumplidores de la ley, que solo merecen recibir la gratitud de sus conciudadanos y no semejante campaña de lapidación pública por culpa de la acción de un gobierno desnortado, con tintes totalitarios, que nunca va a reconocer sus errores, llegando a sacrificar con ello, a una Institución muy necesaria para mantener la Democracia en España… a pesar de todo.

¡Viva la Guardia Civil!

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