EBFNoticias | Paco Almagro | Fotos y video: autor | A todo el que le pregunte, le recomendará viajar a La Toscana (en el centro de Italia) con buen tiempo, sea en primavera – la época más propicia para disfrutar – o en verano, igualmente interesante la estival, pero saturada de turistas.
Viajar en invierno, además de saber que el número de japoneses por metro cuadrado disminuye notablemente, tiene otros alicientes además de mejores precios en casi todos los servicios que vayamos a usar, sin olvidar que Italia es cara, muy cara, y sobre todo Florencia, la capital toscanera.
Desde Tenerife hay vuelos directos hasta la provincia italiana, desde el Reina Sofía, y la oferta es amplia. La duda se le planteará sobre cual será la base de operaciones para moverse por la región, siempre dependiendo del tiempo. Florencia suele ser el destino más buscado y la propia ciudad merece todo el tiempo de que disponga para callejear y llegar hasta los muros de mármol de Santa María del Fiore, del Palazzo Vecchio o pasear (de noche, tiene otro encanto) por el Ponte Vecchio y desconsolarse con los escaparates cargados de joyas de todo precio y peso. Pero sobre todo, callejee, déjese llevar por los pasadizos y callejones que no son muy concurridos por los curiosos visitantes foráneos.

A la hora de comer, en Florencia, y si tiene inquietudes gastronómicas, déjese caer por Il Mercato Centrale (Piazzza del Mercato Centrale, 4) y en la zona alta de un mercado de toda la vida, han dispuesto un centro de pequeños puestos de comida, para consumir allí mismo en alargadas mesas de madera, compartiendo el espacio con comensales de todas las nacionalidades, a imagen y semejanza del modelo de negocio que cada día cala más de cara al turismo. Pero la experiencia merece la pena. Curiosee entre los distintos negocios y podrá hacerse una idea de la variada cocina italiana en general y, en particular, la de Toscana. Y no olvide reservarse para la cena un buen plato de pasta en alguna trattoria que encuentre mientras callejea. Tampoco olvide abrigarse bien.

Si tiene tiempo y ganas de aventura, dése un salto hasta la ciudad de Siena (a 78 kilómetros de Florencia) pudiendo para ello alquilar un coche (no olvide llevar calderilla para pagar en los peajes que se va a encontrar durante su ruta por La Toscana, si quiere evitar las carreteras secundarias), en guagua (una hora de recorrido) o en tren (menos de 10 euros el viaje por persona). En Siena podrá ver el Duomo (una catedral Románico-Gótica), la Torre del Mangia (foto de arriba) y la Piazza del Campo, famosa en el mundo entero por sus carreras de caballos montados a pelo y representando los jinetes a los distintos barrios de la ciudad.

A tan solo 15 kilómetros de Florencia se encuentra Prato, una ciudad industrial de referencia en todo el país y en Europa ya que en esta región se asienta la industria textil más importante de la Unión Europea. Eclipsada turísticamente por la cercana Florencia, el casco dispone de un importante centro histórico medieval y una catedral románica.

En la región, y de obligada visita, se encuentra la ciudad de Pisa (a 85 kilómetros de Florencia), quizás el complejo más icónico de Italia y del mundo con la Torre inclinada como referente turístico, y como tal un imán para visitantes de todo el mundo que llenan los campos adyacentes de personas en extrañas poses, sacándose la popular foto ‘aguantando‘ la Torre. Todo un clásico.

Un salto hasta Vernio
Si su espíritu aventurero se queda con ganas de más, tras visitar las ciudades anteriores, les propongo una excursión gastronómica – eso sí: en coche – al pequeño municipio de Vernio, perteneciente a la provincia de Prato y que se extiende en la rivera del río Bisenzio, en la cuenca de los Montes Apeninos. Vaya parando en los núcleos que se vaya encontrando y compre productos locales (los quesos son espectaculares, embutidos, vinos – no olvide el Chianti – repostería tradicional, etc…) y si llega hasta aquí reserve en la Osteria La Bua della Tonia (Vía S. Quirichello, 2 – Lago Verde – Cantagallo | Teléfono +39 0574 956171) y pida que le sirvan platos de la zona, incluyendo los elaborados con jabalí o la siempre presente sémola de trigo. El turismo tradicional no llega hasta aquí y su Lago Verde, en el que se practica la pesca sin muerte, de buen seguro le relajará.


Hasta el próximo viaje.
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