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OPINIÓN | A Babor | Una persona normal | Francisco Pomares

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Jerónimo Saavedra se refirió ayer a Ángel Víctor Torres como «una persona normal». Lo hizo durante la presentación del presidente en el foro de líderes organizado por Prensa Ibérica y la SER, primero en Santa Cruz de Tenerife -el pasado viernes- y el lunes en Las Palmas.

Es curioso que para Saavedra -un político irrepetible, ajeno a las normalidades de este mundo, extraordinario en casi todas sus facetas, incluyendo sus defectos-, el calificativo de persona normal sea el que mejor define a su colega. Quizá hasta el sobresaliente Saavedra, tras una década de agitaciones sin cuento, añore un tiempo de normalidad política en el que sean personas normales las que nos representen, las que decidan por nosotros y nos indiquen el camino a seguir. Sin duda, Torres responde perfectamente a esa descripción de Saavedra: es un tipo normal y corriente, un hombre sencillo, cercano y accesible, con una vida bastante común, amigo de sus amigos y poco dado a los conflictos y los dramas, pero al que -sin embargo- los avatares de una política esquizoide y perversa han colocado al frente de su partido primero y ahora del Gobierno de Canarias. ¿Cómo llega un hombre normal a ser presidente? ¿Cómo se construye desde la normalidad una carrera política sin tropiezos?

Es cierto que Torres, natural de Arucas, licenciado en Filología Hispánica por La Laguna, doctorado en 1991, escritor de cuentos y relatos y profesor de Secundaria, no responde al perfil que hoy lucen la mayoría de los políticos en activo. Aterrizó en política como concejal de su ciudad natal en 1999 y un par de años después se hizo con el control de su partido en la ciudad, de la que se convirtió en alcalde otro par de años después. En las municipales siguientes, que ganó, un pacto de perdedores le llevó no sólo a la oposición, también al Congreso de los Diputados, como sustituto de López Aguilar. Compatibilizó ser diputado con seguir de concejal en Arucas, y en 2011 -habiendo sustituido ya a José Miguel Pérez como secretario general del PSOE grancanario- recuperó la Alcaldía, que desempeñó hasta las elecciones de 2015, en las que decidió competir por la Presidencia del Cabildo. Las elecciones las ganó Antonio Morales, y él se avino a aceptar una cómoda vicepresidencia, desde la que no incordió a nadie, pero que le permitió volver a sustituir a José Miguel Pérez, ahora ya en la secretaría general del PSOE regional, desde la que apoyó siempre a Pedro Sánchez. Para ser secretario general tuvo que enfrentarse en primarias a Patricia Hernández y López Aguilar, y logró imponerse a ambos sin dificultad. El pasado 12 de julio fue investido presidente del Gobierno con los votos de Nueva Canarias, Sí Podemos y Casimiro Curbelo. Todo un carrerón en veinte años.

Su fórmula para esa escalada sin tropiezos, dicen, se basa en tres recetas: la primera es saber elegir entre compromisos y objetivos, la segunda compartir poder con quien le hace falta, sin aspavientos ni complejos, la tercera pasar por menos listo de lo que es. Y es que se puede ser corriente y moliente hasta el aburrimiento y tener suerte en la vida. Pero se puede llegar a la Presidencia del Gobierno pareciendo «una persona normal». Pero es imposible mantenerse en ella siéndolo.

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