Poco hay que decir de esa injusta sentencia… por la sencilla razón de que es perfectamente lógica. Lo único ilógico aquí es la extrañeza que expresan esos constitucionalistas cuyo Régimen y cuya Constitución llevan cuarenta años desplegando la misma política de concesiones y genuflexiones con las que pretenden —o dicen pretender— apaciguar una fiera que, si alguien no lo remedia, acabará comiéndoselos a ellos mismos. ¡¡Ñam, ñam!! O escrito en mi lengua materna: Nyam, nyam. Què burros són!!

Como comenta José Javier Esparza: “Lo peor que tiene una sentencia tan rácana como la del Tribunal Suprémo es que irrita lo bastante como para soliviantarles los ánimos, pero no acojona lo suficiente como para que dejen de sentirse los dueños”.

Un único punto positivo tiene, sin embargo, esa rácana sentencia: de igual modo que el golpe de Estado del 1.º de octubre de 2017 fue el detonador que permitió a España reaccionar por fin frente a la agresión, y a Vox pasar de la nada a la existencia, también esta sentencia —frente a la cual tampoco se han alzado con resuelta indignación ni el partido de la derechita cobarde ni el de la veleta que gira cada vez con mayor velocidad— representará un empujón suplementario para que Vox se alce ante los ojos de un creciente número de españoles como lo que es: el único partido que, rompiendo con el espíritu del actual Régimen, plantea una alternativa firme y estructurada a la deshilachada mortaja que nos envuelve.