FIRMAS Francisco Pomares

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En contra del criterio de la Fiscalía y de la mayoría del país, la presidenta del Congreso ha decidido no suspender en sus funciones a los diputados presos que anteayer tomaron posesión de sus cargos en una de las sesiones más asirocadas y bochornosas que se recuerden en la Cámara. La tendencia parlamentaria a instalarse en lo circense, desvelada en la doble legislatura pasada, con la exitosa presentación por la señora Bescansa de la guardería de Podemos, se reitera y mantiene, ahora con el inestimable concurso de los diputados independentistas y sus imaginativas fórmulas de acatamiento a la Constitución y el holliganismo de Vox. Parece que nada va a ser igual en un Congreso que -creíamos- ya las había visto a lo largo de su historia de todos los colores.

Un Congreso cuya mesa comenzará a estudiar este jueves la suspensión de los diputados en prisión preventiva, pero sin prisa alguna. La presidenta de la Cámara, la socialista Batet, la misma señora que antes de ser ministra de Administración Territorial solicitaba resolver el conflicto catalán celebrando un referéndum, ha decidido que sea el Tribunal Supremo el que dé la orden de suspensión, que sea el Supremo quien decida qué debe hacerse con los políticos actualmente procesados. Batet remitió ayer -sin consultar siquiera a la mesa- una carta al presidente del Supremo, solicitando aclaración sobre el alcance del artículo 384 bis de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, que determina la suspensión de los diputados en prisión. Batet envió la carta al Supremo antes incluso de entrevistarse con el rey Felipe, entendiendo que la función jurisdiccional corresponde al Poder Judicial, y no al Congreso.

En realidad, lo que Batet hace es ganar tiempo para su señorito: si se hubiera producido -como se esperaba y solicitó la Fiscalía del Estado- la destitución de los diputados secesionistas presos, estos podrían haber sido inmediatamente sustituidos por sus suplentes, manteniendo la actual representación en la Cámara. Si se retrasa la destitución un par de semanas, entre reuniones, elaboración de informes y nuevas consultas, Pedro Sánchez podrá ser investido presidente, y sólo necesitará contar con 174 votos y no con 176, que son los necesarios si se sustituye a los diputados encarcelados por otros que ejerzan su derecho a votar en el Congreso. Al retrasar la suspensión, endosándole al Supremo una decisión que siempre ha correspondido a la Cámara, la señora Batet le ofrece a su jefe, Pedro Sánchez, la posibilidad de ser investido sin contar con los votos independentistas. Una gran jugada.

En efecto, con Junqueras y los otros en la cárcel, Sánchez puede sumar los votos para ser investido sólo con el apoyo de Podemos y sus mareas, el PNV, Compromís, los cántabros, y las dos diputadas canarias: 175 votos frente a 171. Pero la investidura tiene sus trámites, requiere de un par de semanas como mínimo. Y es eso lo que la señora Batet va a intentar conseguirle.

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