Un informe de la patronal turística Exceltur asegura que Canarias logró en 2018 ser la región española en la que la actividad hotelera es más rentable. La presentación de los datos del informe quiere demostrar que esa alta rentabilidad se produce gracias a factores que hacen atractiva para el turista la decisión de venir a las Islas, como la protección del territorio, el marketing en redes sociales o el uso de instrumentos multimedia. Todo eso influye en que venga más gente, desde luego, pero lo que de verdad convierte el turismo hotelero canario en el más rentable de España es la relación entre ingresos del sector y gastos. Y los ingresos han subido de forma continuada hasta principios de este año, aunque está por ver cómo afectará a esos ingresos la reducción de visitantes ya evidente, o el impacto en el turismo británico del brexit, en función de la forma en que se produzca.
Los empresarios del sector -que han logrado que sus hoteles disfruten de la más alta rentabilidad de toda España- ya están dando la voz de alarma sobre la reducción de ingresos. No la dieron en ningún momento cuando se produjo el aumento de sus beneficios. Tampoco ese aumento de beneficios -fruto, ya se ha dicho, de la vieja ecuación de ingresos menos gastos– repercutió en los salarios del sector hotelero, que son -especialmente en la provincia de Santa Cruz de Tenerife- de los más bajos del país.
La buena noticia sobre la excelencia de los resultados económicos del sector en Canarias lo sería de verdad si el sector pagara los salarios medios que se pagan en el resto de España, o si se hubiera aprovechado la etapa de bonanza para ampliar plantillas y crear más empleo. Sin duda, el turismo creó puestos de trabajo en estos años, de hecho ha sido el sector que más trabajo ha creado en los últimos cinco años, pero es obvio -el beneficio canta- que las denuncias de los sindicatos tienen parte de razón. En muchos hoteles las plantillas se redujeron durante la crisis, y las empresas han optado por mantenerlas bajo mínimos. Esa ha sido la fórmula que ha permitido la alta rentabilidad que se nos presenta como un éxito.
El objetivo de las empresas no es sólo ganar dinero, como se nos suele decir. Es ganarlo, sí, pero produciendo bienes o prestando servicios, contratando personal y retribuyendo a la fuerza de trabajo en condiciones de justicia. Las sociedades modernas redistribuyen la riqueza que se crea por dos únicos procedimientos: por la vía de los impuestos, y por la de los salarios. Hace ya algunos años que las administraciones recaudan más tasas e impuestos indirectos, sobre todo los que gravan el consumo -que paga todo el mundo por igual- que impuestos directos -como el IRPF, sociedades, patrimonio o sucesiones-, sobre los que cada vez se aplican más reducciones o exenciones.
En Canarias, las hoteleras con sede fiscal en las Islas alcanzan vía Reserva de Inversiones exenciones del 90 por ciento en el impuesto de sociedades, y algunas han aprendido incluso a producir cine en joint ventures para escaquearse legalmente de cumplir con sus obligaciones fiscales. Los impuestos siguen siendo imprescindibles para redistribuir la riqueza, pero cada vez más, lo que se redistribuye es la menguante riqueza de las clases medias. Por eso debe exigirse a las empresas con mayor beneficio que contraten a más gente y paguen mejores sueldos. Porque no es para presumir que nuestras empresas sean muy rentables mientras sus trabajadores cobran salarios muy escasos.
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