Esto no lo para nadie. Hemos vivido el peor mes de septiembre desde existen registros: 11 mujeres asesinadas en crímenes machistas, dos de ellas niñas. Tres de las once victimas así como la madre de las niñas de Castellón habían denunciando la situación de peligro real en la que vivían. Un espanto que lejos de mejorar empeora. El fracaso es de tal calibre que el asombro es diario.
Desgraciadamente en las páginas de sucesos tienen cada vez más presencia las mujeres. Las mujeres a las que asesinan, agreden, maltratan y ellas mismas matan en defensa propia o en la de sus hijos. En los periódicos esas páginas han sido siempre de las más leídas; por ellas pasa la vida y la muerte; cada vez son más las imágenes de mujeres asesinadas con un historial de agresión silenciosa y terrible. Su infierno.
Hay lectores a los que les apasionan esas páginas, y las comentan sin rubor y hay otros a los que les apasionan igualmente pero no reconocen leerlas por entender que hablar de muertos, de asesinatos, de robos, desmerece, está feo. Hipocresía. Aunque luego, eso sí, luego compartes una sobremesa y te sorprende el conocimiento que tienen de cada suceso y su desenlace. Y es que todos nos empeñamos en mantener distancia ante la dura realidad. En fin, no saben esos que, en el fondo, las páginas de sucesos reflejan como ninguna la vida misma, el trajín diario de la sociedad con falda que la combate con las armas que tiene a su alcance. Hace tiempo que en estas páginas las mujeres se han hecho hueco con firmeza. Son mujeres, muchas de las cuales mueren a manos de esos asesinos que han tenido la suerte de vivir en un país en el que la justicia no es todo lo diligente que debiera, con clamorosas carencias y tiene jueces que se burlan abiertamente de las denunciantes. Recuerden hace unos días cuando un juez llamó puta a una denunciante de malos tratos. Total que hoy interpretando las cifras de mujeres asesinadas, leyendo testimonios, viendo el manifiesto fracaso gubernamental en el área de protección a mujeres y sus hijos he recordado a Moni, una de las primeras mujeres que en Canarias se atrevió, no solo a denunciar a su maltratador sino hacerlo en público, en estas páginas y con todo lujo de detalles. Fue muy valiente, es verdad, pero seis años después la mató. Le echó el coche encima. Sirvió de poco.
Hoy, no sé por qué, la he recordado.
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