FIRMAS Marisol Ayala

Dos kilos de vida | Marisol Ayala

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Cuando la conocí no llegaba a los dos kilos. Era un bebé prematuro en cuya cara destacaban sus ojos, una raya, vamos. Llegó por sorpresa. Sus padres eran esa clase de personas que querían salvar el mundo. El Cono Sur, es decir, Hoya de la Plata, El Laso, ese núcleo vecinal que ha crecido de la mano de Dios era en los años noventa un erial. Ese barrio fue la rampa de salida de su compromiso. Junto a otros jóvenes igual de idealistas que ellos pusieron en marcha planes para remendar carencias. Ella es vasca, él herreño. Se conocieron en esas luchas, reivindicando una escalera, un paso de peatones, unas farolas un médico o una escuela de mala muerte, con bancos de mil colores que donaban los vecinos. Ellos, Delia y Adolfo, querían dignificar la vida de los vecinos al tiempo que él trabajaba y ella se empeñaba en ser médico.

Fue entonces cuando llegó el embarazo. Delia lloraba de puro susto comentando una y otra vez qué diría su madre. Adolfo no se separó de ella, desconcertada, hecha un lío, porque su proyecto de vida se torcía. Alguien habló de aborto. No. Ese bebé nacería. Los abuelos cerraron filas y alegaron un «aquí estamos nosotros».

El embarazo fue complicado y a los siete meses nació una niña de menos de dos kilos a la que le diagnosticaron una enfermedad hematológica y una leve deformación en la rodilla. Como se imaginan la niña pasó los primeros meses de vida entre el hospital y los brazos de las abuelas y luego, cuando sufrió una intervención, volvió a ingresar.  Sus padres siguieron estudiando a trompicones y trabajando en lo que salía. La reina de la casa se agarró a la vida, creció y superó todo lo superable para lo cual el calor de padres y abuelas fue determinante.

Todo esto es para contarles que hace unos meses aquella niña que ya es una mujer quiso sorprender a sus padres y que se reencontraran con los amigos de batallas, los que hicieron de muro de contención en sus vidas. Con los años cada cual eligió un camino y como estaba previsto se dispersaron. Unos por otros la joven acabó localizándoles. En el encuentro hubo de todo, risas, recuerdos y emoción pero especialmente divertido fue ver fotos de los años en los que eran jovencitos. El martes recibí una copia. En ella una chica luce un incipiente embarazo y carga una silla. Era su madre, la médico.

Ya la llevaba dentro, ya estaban juntas.

Fuente: Blog de Marisol Ayala

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