FIRMAS Francisco Pomares

A babor | El voto 176 | Francisco Pomares

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Pedro Quevedo rompió jueves el previsto empate en la votación del presupuesto al votar con el Gobierno y las fuerzas que lo apoyan en contra de las enmiendas a la totalidad presentadas por la oposición al proyecto de cuentas generales del Estado para 2018. El diputado 176 estaba el hombre despistado o mirando para otro lado o lo que fuera, y permitió que su colega de escaño, Isidro Martínez Oblanca, de Foro Asturias, votara por él justo lo contrario que él había anunciado que votaría. Gracias a eso, el presupuesto pasó su primera reválida sin necesidad siquiera de acudir al sistema de repetir la votación para romper el empate previsto inicialmente a 175 votos.

Inmediatamente después de la pifia, tanto un muy excitado Quevedo como un apesadumbrado Martínez Oblanca se pasaron el resto del día dando explicaciones a los periodistas sobre su error en comandita: parece ser que Quevedo apretó el botón correcto, pero Martínez Oblanca le corrigió de buena fe, pensando que se había equivocado y Quevedo no advirtió el error hasta que ya fue tarde. «Menudo disgusto», dicen que dijo, mientras el del Foro pedía una y otra vez disculpas por su metedura de pata.

En realidad tampoco es para tanto: el voto vicario del diputado 176 (que ahora resulta que no es Quevedo, sino uno del Foro Fabada) simplificó ayer el proceso para que los presupuestos del Estado que ha presentado el Gobierno del PP, pasen a ser considerados por sus señorías. Con ello se evitó un par más de votaciones inútiles. Y además, este voto 176 errado no cambia nada, porque tras su previsto testimonio en contra del Gobierno (que fue a favor), ahora van a producirse un montón de votos a favor, si el del Foro o don Pedro no vuelven a equivocarse y votan en contra.

¿Les parece un trabalenguas?

Pues no lo es. Es más bien otra manifestación más del surrealismo memo en que se está convirtiendo la política en este país: para que el voto 176 sea efectivo, tiene primero que asegurar el empate a 175 entre quienes sostienen al Gobierno y quienes quieren tumbarlo. Lo gracioso es que eso es puramente testimonial, no sirve absolutamente para nada, porque con empate a 175, las enmiendas a la totalidad no prosperan, y se tengan 175 votos o 176, lo mismo da que da lo mismo, viene entonces el debate de verdad, que es la negociación e incorporación de las enmiendas parciales.

Y será en ese debate cuando el voto 175 de Quevedo se transmute por arte de birli birloque en voto 176, ese voto poderoso capaz de desatascar cualquier conducto por lleno de roña que esté. Que esa es la especialidad de Quevedo.

Ayer le preguntaron si haber adelantado la aparición del voto 176 (a cambio de nada esta vez) es un pronóstico de lo que se nos viene encima, y Quevedo quiso dejar claro que no, que lleva a Madrid hasta 70 enmiendas parciales en la faltriquera. Toda una tabla de ejercicios: serán ellas y solo ellas (las enmiendas) las que operen el milagro de convertir el tísico voto 175 en un voto 176 hipervitaminado.

La política hoy es cada vez más cosa de gimnasia. Incluso cuando uno confunde la gimnasia con la magnesia. O el no con el sí: y es que -entre tres botones- tiene su mérito acertar en el que toca.

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