Otro gran mérito de Lenín Moreno con este coraje político que le convierte, mientras no se demuestre lo contrario, en un líder de los que necesita el universo latinoamericano: quiere hacer frente a la corrupción administrativa. Los pueblos del mundo, en general, están bastante cansados de que lo público esté sombreado por la corrupción, de que esta galope sin freno mermando credibilidad a la política y a los políticos. Ecuador no quiere ser una excepción y su presidente abandera la lucha titánica -porque esa sí que es titánica- contra la corrupción. Moreno sabe lo que se juega en el envite: el 74 % de los ciudadanos confía en él y en las medidas propuestas para hacer efectivo el principio de tolerancia cero contra la corrupción. Ese altísimo porcentaje respaldó el propósito de que, a partir del acto de votación, los servidores y los funcionarios públicos que sean condenados por delitos de corrupción sean inhabilitados.
El pueblo ecuatoriano, una parte del cual reside en España y tuvo que retornar cuando se desató la gran crisis, ha dado una lección de saber qué hacer y cómo votar. Ha dado un ejemplo de madurez. Ha dado un paso de gigante para conducirse por la senda del civismo, de la transparencia, de la alternancia y del pluralismo democrático. En tiempos tan difíciles para la democracia, hay que congratularse.
Lenín Moreno se mostró agradecido al conocer los resultados: “Gracias por incentivar a nuestros jóvenes a participar en política”, dijo. Es palabra de estadista que piensa en su país, en su gente, en el futuro. Qué bien.
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