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La guillotina de papel | La fiesta catalana | Joaquín Hernández

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El 23 de octubre de 1977, sentado en la barra del Terminus, en la confluencia de la calle Aragón con el Paseo de Gracia, acudía, sin saberlo, como testigo de la historia. Josep Tarradellas acababa de aterrizar en Barcelona después de 37 años de exilio forzoso. El inmenso gentío llenaba la ciudad. Todo el mundo quería saludar y dar la bienvenida al Honorable Tarradellas.

Su famosa frase “Ja soc aquí” inundo de ilusiones a todo el personal, catalanes y “xarnegos”.

Josep Tarradellas sabía muy bien el valor de la “pela”. Su pensamiento político era republicano, de izquierdas, catalanista y nacionalista moderado, pues siempre defendió la lengua, la cultura y la identidad catalanas desde un prisma no separatista que no vulnerara los derechos lingüísticos, identitarios y culturales de los castellanohablantes.

Afirmaba que Cataluña debía ser autocrítica, entender al pueblo español e integrarse en España.

 En su tarea política siempre pretendió establecer la conciliación y la concordia entre Cataluña y el resto de España, alejarse de los victimismos y los prejuicios nacionalistas hacia el Estado español, y no culpar a éste de los problemas que padece el pueblo catalán. Abogó por los gobiernos de unidad en Cataluña con el propósito de que ésta fuese más fuerte, así como del diálogo positivo y constructivo con Madrid.

 Su actitud contraria a la independencia y al concepto de unos “Países Catalanes” hizo que fuese criticado por parte de diversos sectores nacionalistas e independentistas, que lo tacharon de traidor a Cataluña, de mal político y de vendido a la monarquía española.
Convengo y estoy totalmente de acuerdo en la autodeterminación de los pueblos, es un derecho fundamental que deberían recoger todas las Cartas Magnas de las naciones del mundo. El plebiscito sobre la independencia es potestad de cada pueblo, de su gente, pero no de sus políticos, sobre todo cuando el pueblo al que representan se encuentra perdido en el laberinto de la crisis, motivada en gran parte por su mala gestión. Convergencia i Unió ha gobernado Cataluña cerca de 30 años y es la principal culpable, junto a su socio actual Ezquerra Republicana y el Psoe, de la pobreza y miseria donde han hundido el poderío económico del gran país que era Cataluña.

 A nadie le vengan con engaños ni con las cuentas del Gran Capitán, a Cataluña no le arregla ahora ni el moro Musa.

La corrupción, en la mayoría de los estamentos públicos de la Generalitat, es algo normal en un país donde se permiten cobrar comisiones por obras adjudicadas a constructores propios o extraños. ¿Qué podemos pensar de un partido político que es capaz de imponer una especie de impuesto a los militantes, que enchufa en puestos de la administración, de acuerdo con el sueldo que perciben?

Cataluña está atravesando el peor momento de su historia, algunos catalanes que vivieron la pos guerra hablan de hechos similares. En la Cataluña del siglo XXI donde más de 261.920 niños catalanes están bajo el umbral de la pobreza, 218.000 familias catalanas, tienen a todos sus miembros en el desempleo de larga duración y sin un céntimo de prestación social, el paro obrero apenas baja y el empleo que se crea, como en el resto de España. El catalán no debería concentrar todas las fuerzas en la cuestión independentista y si lo hace es para intentar difuminar el verdadero problema, es decir apartar los ojos del meollo de la cuestión que no es otra cosa que la ruina a la que nos han llevado políticas nacionalistas bananeras con mezclas del fascismo más rancio y obsoleto. 
Sobre una población de 7.5 millones de personas la tasa de pobreza se sitúa en un 30% mientras que la media europea es de un 21,6%, es decir 2,25 millones de catalanes están pasando miseria, hambre y ninguna dignidad como seres humanos.

 Miles de personas abocadas a dejar su vivienda (no olvidemos que los catalanes han sido durante años los primeros compradores de hipotecas) por impago de las hipotecas a las Cajas y Bancos, para más miseria, la comunidad catalana figura en el primer lugar del ranking de suicidios en el Estado Español.

Siempre creí que los catalanes lo de hacer el ridículo, el imbécil lo procuraban evitar, sobre todo en público, pero después de escuchar al Sr. Junqueras pretender, caso de conseguir la independencia del estado español, “la doble nacionalidad” unilateralmente, es una solemne gilipollada, pero comparar el sufrimiento de los afroamericanos en USA con la realidad de Cataluña en el marco de una España del siglo XXI es una pendejada de tamaño monumental.

Yo sigo siendo partidario de la autodeterminación de los pueblos, pero no con un sondeo de opinión, con un referéndum avalado por todos los españoles y que sirva para que, con un mínimo del 80% del electorado, decidan los catalanes si quieren seguir el proyecto de España o salir y que esa ruptura suponga la voluntad de no menos que tres tercios de los votantes. No es inteligente plantear conflictos, que en otros momentos estarían más justificados, cuando se entabla una dura batalla contra la vida o la muerte, contra la pandemia de la miseria.

El esperpento de la Ley del Referéndum promulgada por el chiringuito del parlament, entre los de junts pel si y la cup, donde establecen las normas para el plebiscito del 1 de octubre de 2017, es un aborto de las mentes “pensantes”, padres de la patria catalana, ayatolas ilustrados e iluminados encargados del futuro de tu hacienda, casa y familia. Pero… ¿cómo es posible que catalanes, que conozco de mucho tiempo, gente brillante e inteligente, estén tan ensimismados con los cantos de sirena de esta serie de merluzos que no se dan cuenta de las manos en que se encuentran? ¿Cómo es posible que gente con un cierto grado cultural, que ha viajado por todo el mundo y conoce la realidad de los pueblos oprimidos, sean capaces de apoyar un plebiscito carente de toda legitimidad democrática?

Sinceramente, si por mi parte fuera, repito, estoy dispuesto a dar mi SI a la autodeterminación de todos los pueblos del Estado Español, pero con unas garantías de representatividad importantísima, no vale menos del 80% la participación del electorado, con menos quorum no se puede evaluar el grado de victoria o derrota.

Pero ante todo, debemos ser respetuosos con las leyes, porque el político que incita a la insumisión no puede pedir que se sometan a sus leyes, y si lo hace estaremos ante un acto dictatorial al mejor estilo fascistoide. Quizás el miedo es lo que les ha hecho actuar de esta manera, pero no es la mejor forma de iniciar una andadura por el difícil terreno de la Unión Europea. Pero lo más indignante de toda esta martingala bananera catalanista, no es la petición del referéndum, no es la posible Republica de Catalunya, no es la independencia, es que estos nuevos reyes del mambo y la rumba catalana, a nadie ha contado ninguna verdad,  no existe la verdad de lo que podrá suceder el día después, si es que algún día y por la voluntad de pueblo catalán nos dicen al resto de los españoles, “sayonara baby”.

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