FIRMAS Francisco Pomares

A babor. Una cierta sensación de urgencia. Por Francisco Pomares

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Mientras los partidos y sus líderes procesan lo ocurrido en las elecciones, hacen sus sumas y sus restas (en este país siempre hay más posibilidades de restar que de sumar) y comienzan los primeros escarceos y movimientos para alcanzar un acuerdo de Gobierno, nos la vamos a pasar interpretando declaraciones y especulando sobre metalenguaje. En Canarias tenemos más experiencia sobre pactos y negociaciones que en la política nacional, donde hasta ahora siempre ha gobernado el partido más votado. Por eso, porque tenemos más experiencia, uno sabe de la inutilidad de cualquier esfuerzo de racionalización de las decisiones que se irán produciendo con desesperante morosidad. En política no es infrecuente que lo que finalmente ocurre se parezca más a lo que puede ocurrir que a lo que parecería lógico que pasara. Por eso, no hay que hacer demasiado caso a lo que se dice, sobre todo en los primeros momentos, y esperar a lo que se hace.

Por ejemplo: el presidente Rajoy, reforzado por un resultado inesperado, aunque claramente insuficiente para gobernar en solitario o con el único apoyo de Ciudadanos, sigue reclamando un acuerdo de gran coalición, una suma de partidos constitucionalistas que puedan hacer frente a los desafíos del momento y plantear los cambios imprescindibles. Reconozco que no me desagrada ni ofende la opción de un gran pacto nacional abierto a todo el que quiera sumarse, todo lo contrario. Hablamos de un acuerdo cuyo objetivo sería cerrar filas frente a los graves problemas políticos, económicos y sociales que afronta la nación, y reformar la Constitución para actualizarla y desatascar la crisis institucional con Cataluña. Un acuerdo de partidos constitucionales supondría centrar el país, recuperar la moderación y el sentido común, y trabajar con un programa de actuación respaldado por una amplísima mayoría de ciudadanos. Si los partidos respondieran de verdad a los intereses de la ciudadanía y no a los suyos propios, esa oferta sería algo más que una mera trampa-cepo del PP a los socialistas para acabar de materializar el trabajo de voladura del PSOE que Podemos no fue capaz de rematar. Porque para que la democracia funcione, y funcione sin provocar la frustración irreparable de los gobernados, es preciso que tanto desde el poder como desde la oposición se actúe desde la moderación. Por eso, es razonable que antes de ensayar una fórmula que dejaría todo el espacio de la oposición a Podemos y las fuerzas secesionistas, el PP explore otros formatos: un acuerdo de mayorías con Ciudadanos y los nacionalistas que han renunciado a la vía secesionista suma 175 diputados. Bastaría con una única abstención en el bando de la izquierda o en los antiguos conmilitones de Convergencia para que ese acuerdo prosperara.

Rajoy puede seguir insistiendo en su oferta al PSOE, porque hacerlo no sólo no le perjudica entre los suyos, sino que además refuerza su perfil más moderado, algo bastante necesario tras cuatro años de aplicar recetas salvajes. Pero mientras intenta seducir al PSOE (o hacerlo responsable del retraso en la formación del Gobierno), debería comenzar a negociar con Ciudadanos y los nacionalistas moderados. Este país ya ha perdido demasiado tiempo. Es urgente dejar todo esto atrás y ponerse a trabajar.

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