Tenía buenas ideas, pero no era fácil que las pusiera en práctica. Había que empujarlo. Se le notaba incómodo por la posibilidad de que algo no saliera bien en opinión de sus compañeros, por lo que muchas veces se retraía, incluso para salir de “boncho” aunque le gustase. Era del Rayo Vallecano y le decían que padecía “miedo escénico”. Repetía las cosas a pesar de que estaban bien hechas. Acudió al psicólogo y solucionó sus problemas de timidez en la sala de espera, donde conoció a políticos, subsecretarios y directores generales con otros problemas. Hoy en día es un próspero empresario, pese a que paga jugosas comisiones, gracias a que gana numerosos concursos públicos.
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