FIRMAS Francisco Pomares

A babor. Autoc(I)ítica. Por Francisco Pomares

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Me entero por los papeles de que Coalición Canaria han decidido iniciar su proceso interno de autocrítica política y se me han puesto los pocos pelos que tengo mismamente como escarpias: y es que resulta que la idea de la autocrítica, al parecer la propuso en el último Consejo Político coalicionero el ínclito Barragán, que me dicen de buena tinta que fue maoísta antes que fraile.

Y yo casi que me lo creo, más que nada porque se da aires de chino, es bajito como un chino y hubo un tiempo que no paraba de fumar puros como el mismo Che Guevara, aunque ahora creo que se ha curado y sólo fuma cosas sanas. Ya saben que esto de la autocrítica fue una práctica que inventó Stalin, pero era tan animal que luego fusilaba a todos los que la hacían, y a sus familiares y amigos. Entre eso y la Gran Guerra Patria se le gastó la gente muy pronto. Los chinos, que son estupendos imitando y mejorando, reinventaron la autocrítica y la usaron muchísimo durante las purgas que organizó Mao Zedong como contribución a los fastos y jolgorios de la Revolución Cultural. Como no disponían de series de televisión, ni de móviles con conexión a internet (ahora los hacen todos en Tengzhou), pues se montaban a lo barato una suerte de autos sacramentales que ni la Inquisición Española versión Monty Phyton, con la mitad de los viejos comunistas acusándose a sí mismos de ser responsables de todos los males, de haberle hecho la zancadilla al «Gran Salto Adelante» y de haber defraudado al partido. Ése era el peor delito, y los que defraudaban al partido les colocaban un gorro de nazareno hecho de papel de arroz y lleno de insultos escritos muy imaginativos, tipo «traidor a los ideales populares de la revolución floreciente como mil almendros» y otras lisuras así. Y después los paseaban sobre un burro para escarmiento de la otra mitad de los viejos comunistas y júbilo de los más jóvenes.

Espero que Coalición no se lo tome tan en serio como los chinos, y lo de la autocrítica no haga llegar la sangre al río. Mentiría si les digo que no tengo ningún interés en ver a Ana Oramas o al propio Barragán (por citar a dos que siguen en Coalición desde antiguo) cubiertos con su gorro de capirote y paseando a lomos de un burro mientras los otros de la tribu les tiran pieles de plátano o caca del burro y les acusan de traidores a la gloria celestial del Grupo Parlamentario Pandegambas. (O Tresdelicias, si la autocrítica incluye recuperar a los revisionistas Román, Morales y Quevedo).

La verdad es que me gustaría muy mucho contemplar algo así, después de más de treinta años haciendo información política. Sería como un premio a la constancia. Pero no creo que nos vayan a dar ese gusto. Como mucho, la autocrítica de Coalición consistirá en hacer lo que los chinos -muy prácticos ellos- hicieron tras la muerte del emperador rojo: culpar de todo a la Banda de los Cuatro, incluyendo a la viuda de Mao, la malvada Jian Quing. Aquí harán más o menos lo mismo: decir que la culpa de todo la tuvieron Paulino Rivero, Miguel Zerolo y el alcalde de Arona, hoy caídos en desgracia. Y eso no es justo. No del todo: en cualquier Banda de los Cuatro que se precie hace falta una viuda ambiciosa y malvada.

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