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Ach chijoraji: El bebé. Por Agustín Gajate Barahona

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Nunca pensé que escribiría sobre lo que a continuación voy a comentar, pero algunos acontecimientos cotidianos de estos últimos días me han dejado estupefacto, no tanto por la realidad en sí misma, como por las reacciones que han provocado unos hechos que deberían resultar intrascendentes.

Lo que ocurrió fue que, en la sesión constitutiva del Congreso de los Diputados, la diputada Carolina Bescansa llevó con ella a su bebé de seis meses, lo tuvo encima mientras permaneció sentada en su escaño, se lo pasó a algunos de sus compañeros, que le estuvieron haciendo carantoñas, e incluso, con el mayor recato, le dio allí mismo de mamar (al bebé, se entiende). Para mí, hasta ahí, todo resultó normal.

Lo que me resulta escandaloso es el aluvión de críticas recibidas por hacer algo que considero absolutamente natural. Entendería que se criticara a la madre por arriesgar la vida del bebé, al llevarlo a un hemiciclo que acoge a personas adultas con vidas azarosas que podrían transmitirle algún tipo de enfermedad, como la que afecta a uno de los diputados conservadores, que ha tenido que ser aparatado al Grupo Mixto. ¿Quién nos asegura que una vez que avance la legislatura no se van a producir más casos?

De todas formas, esta crítica es fácilmente rebatible por cualquier madre responsable, con el argumento de que, exponiendo al bebé durante un tiempo moderado a los virus y bacterias sociales del hemiciclo, como pasa en las guarderías, se refuerza su sistema inmunológico, que genera así unos anticuerpos que le pueden resultar de mucha utilidad en el futuro, sobre todo si decide dedicarse a la actividad política e incluso dentro del mundo de la empresa, aunque sólo en lo que se refiere al ámbito de los consejos de administración.

Otra crítica que puedo llegar a comprender es la que proviene de un adversario político, pero esas palabras presentan como atenuante que son pronunciadas por personas con cierto deterioro neuronal, debido a su pertenencia a un grupo que, en ocasiones, se comporta como una secta. Y eso siempre deja secuelas.

Para lo que me resulta difícil encontrar una justificación coherente es para las opiniones que he escuchado en la calle, porque se han polarizado y no en virtud de una orientación ideológica, sino del sexo de quien las manifiesta: a las mujeres les parece mal, mientras que los hombres no lo percibimos como un comportamiento reprochable.

¿Somos unos machistas por ello? ¿Somos unos insolidarios? ¿O somos tan simples como suelen calificarnos las mujeres que no somos capaces de ponernos en su lugar?

plantando papas y carrito bebé

Probablemente yo no hubiera escrito hoy sobre esto, pero esta mañana me sucedió una cosa curiosa. Salí a tirar la basura al contenedor y en las fincas de alrededor de mi casa había numerosos vecinos plantando papas. En esas tareas colabora toda la familia, por lo que había tanto mujeres, como hombres, niñas y niños, como se ha hecho siempre.

Y en la esquina de una de aquellas fincas había un carrito de bebé. Y me llevé una alegría, por la familia que plantaba papas, pero también por mí. Porque vivo rodeado de personas que piensan, sienten y actúan como yo lo haría si estuviera en su lugar.

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