FIRMAS Francisco Pomares

A babor. Habitaciones de cortesía. Por Francisco Pomares

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Cuanto más se va conociendo del caso Arona, más pasmado se queda uno. Ya saben que la vista oral contra el exalcalde aronero Berto González Reverón comienza la segunda semana de diciembre.

Se le juzga por prevaricación, malversación de fondos y tráfico de influencias, concretamente por haber dejado de cobrar las tasas de licencia de obra mayor al grupo de hoteles Mare Nostrum.

Según el sumario, el ayuntamiento renunció a cobrar 300.000 euros por obras de rehabilitación realizadas sin permiso, cantidades que Berto le habría perdonado al grupo a cambio de acceso ilimitado a lo que en jerga hotelera se denomina «habitaciones de cortesía».

Según consta en el sumario, de las grabaciones telefónicas realizadas por la Policía Judicial, y del interrogatorio del que era entonces delegado de Mare Nostrum, Rafael Estartús, se desprende que el exalcalde disponía -cada vez que lo pedía- de habitaciones a las que se accedía por entradas discretas, distintas a las utilizadas por el resto de los huéspedes.

En una conversación telefónica del 29 de febrero de 2008, que figura en el sumario, Berto habla con Estartús y, según el informe de la Guardia Civil-, le explica que «le había salido un tema, que sería para las siete, que es para tomarse una copa«, a lo que Estartús le contesta solícitamente que lo mejor es que vaya al Sir Antony.

Por dejarlo claro: las andanzas privadas del exalcalde -o las de cualquiera- me la traen absolutamente al fresco. El del alcalde Berto no es el primer caso de uso de habitaciones de cortesía. Ha sido una práctica frecuente -sobre todo en algunos hoteles- a la que se han prestado concejales, periodistas, famosillos y hasta algún presidente de Gobierno con fama de calentón.

Pero ni soy un moralista ni me preocupa lo más mínimo lo que la gente haga en su tiempo libre. Lo que me produce sorpresa -y más rubor que escándalo- es constatar el grado de descomposición de los propios valores y de desinterés por los asuntos públicos que supone que alguien deje de cumplir con su cometido como alcalde porque un hotelero le facilita dónde pasar algunos ratos de risas y juerga.

Éste no es un asunto de moral privada, no se trata de la vida o las andanzas de Berto, sino de cómo un servidor público llegó a supeditar los intereses públicos al vacilón privado. Las conclusiones del juez acusan al exalcalde de dejación de sus funciones y competencias «a la vez que, de forma simultánea, se habría estado beneficiando del uso y disfrute de habitaciones en dicho hotel de forma privada y reservada, y por las que no consta que abonara precio alguno».

«Muy al contrario, el exalcalde toleró y permitió tal situación de ilegalidad en la realización de dichas obras en el hotel Sir Anthony, llegando incluso a enviarle a Estartús un mensaje sms en el mes de junio de 2008 diciéndole: debes presentar el proyecto d[e] reformado d[el] sir anthony p[ara] no tener [n]osotros problemas? ya se oyen rumores

Sólo es la punta del iceberg del caso Arona. Una investigación judicial de miles de folios que destripa el pasado envilecido de una ciudad en la que se abusó de la confianza ciudadana durante años.

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