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Violencia de género, vidas rotas. Por Odalys Padrón

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Erradicar la violencia de género está por encima de ideologías. Es un problema de todas y todos. Jamás debe ser un instrumento para competir tratándose desde la óptica bipartidista. Hablamos de vulneración de derechos fundamentales. Por eso es sorpresivo, si a estas alturas todavía tenemos capacidad para ello, que el Senado estuviera prácticamente vacío al tratar un tema de tal envergadura y que afecta a tantos ciudadanos. El hemiciclo estaba desolado cuando trataron la promoción de un Pacto de Estado contra la violencia de género y por la igualdad entre mujeres y hombres. A la mayoría de los 260 senadores no les pareció importante, ni interesante, debatir un tema que afecta, directa o indirectamente, a gran parte de la población. Sin embargo cinco minutos antes, en el debate de la propuesta anterior, casi todos los asientos de la Cámara estaban ocupados. La estampa política dice mucho de la realidad que estamos viviendo.

La violencia contra mujeres y niñas es una grave violación de los derechos humanos que tiene consecuencias negativas e irreparables en la sociedad. La magnitud del problema no está cuantificada dado que la información disponible está dispersa. Además la violencia está infradiagnosticada, infradeclarada e infradocumentada. Podríamos afirmar que la violencia contra las mujeres constituye un problema de salud pública. Ha segado la vida de 26 mujeres en lo que va de año. El patrón se repite y las medidas aunque paliativas no son eficaces.

Es necesario acciones de prevención que comiencen en las primeras etapas de la vida, mediante la educación de niños y niñas en el respeto y la igualdad de género. El ser humano nace con una gran plasticidad para adaptarse al entorno y los modelos y expectativas sociales, entre los que se encuentran el sexismo y la igualdad; una vez aprendidos tienden a mantenerse, actuando como una segunda piel. Esos modelos y expectativas básicas aprendidas desde la infancia son las que utilizaremos para dar significado al mundo social y emocional propio y ajeno, los que nos incluirán o excluirán de actividades y de escenarios, nos ayudarán a interpretar las diferencias y las semejanzas entre personas y grupos, a juzgar como adecuado e inadecuado el comportamiento de los demás desempeñando un papel decisivo en la autorregulación de la conducta. Como fundamental y decisivo es, también, el trabajo con los jóvenes proporcionando a los centros educativos las condiciones que permitan llevar a la práctica programas eficaces de prevención.

Sólo con un cambio de mentalidad y actitud podremos mitigar la violencia de género. En el propio lenguaje se siguen manteniendo valores connotativos sobre el género femenino fotografiando a la mujer como la más débil de la sociedad, la más sensible y sumisa en contraposición con la fuerza del hombre. La violencia en el lenguaje es algo detectable, mientras que las actitudes, a veces, son indetectables en el corto plazo. Esa doble moral del que diciendo no ser machista busca que las mujeres nos pleguemos a sus decisiones, comportándose de manera bien distinta a la que proclama. Utilizan un lenguaje políticamente correcto mientras actúan de manera machista utilizando tácticas de manipulación emocional invisible.

Muchas mujeres tienden a tener una conducta pasiva permitiendo que los demás se aprovechen porque no defienden sus derechos. Las educaron para no recibir rechazo directo de los demás consintiendo que se aprovechen de ellas, acumulando una pesada carga de resentimiento e irritación. Tener una conducta asertiva expresando libremente opiniones y no permitiendo que los demás se aprovechen es molesto para todos aquellos que no respetan a las mujeres.

Los estereotipos son imágenes o ideas aceptadas comúnmente por un grupo o sociedad con carácter inmutable. Tenemos ejemplos de estereotipos en las diferente remuneración salarial según el sexo, precarización de las mujeres trabajadoras y la feminización de la pobreza, la denegación a puestos de liderazgo y la imposibilidad de ascender en determinadas profesiones, la mutilación genital femenina, la violencia de género en el ámbito familiar, laboral y en los espacios públicos así como los niveles más bajos en las oportunidades laborales. Los estereotipos justifican la discriminación entre los géneros y refuerzan los modelos históricos y estructurales de discriminación generando marginación y prejuicios. Todavía muchas mujeres asumen que hombre y poder son el mismo concepto. Seguimos sin contar con una participación política equitativa de las mujeres. Si bien nuestra presencia se ha incrementado seguimos sin ser escuchadas, que no oídas, y sin dejarnos asumir la responsabilidad de áreas típicamente masculinas. La estrategia usada para aparentar cambios es darnos a las mujeres funciones subordinadas, contribuir a niveles bajos de liderazgo político, de voz y voto en el mundo laboral y en la dirección, educación y oportunidades de empleo. Por ello es tan necesario que seamos las propias mujeres las que, en el tema de género, avancemos juntas para conseguir que la igualdad de oportunidades sea una realidad y no una quimera. Superar las creencias sexistas y los estereotipos de género es requisito imprescindible para erradicar la violencia de género.

Queda mucho trabajo que realizar, muchas luchas que ganar y mucho esfuerzo que aunar. Son muchos frentes a trabajar, desde el idioma y el vocabulario, pasando por las leyes, la educación, los medios de comunicación hasta llegar a la voluntad política, que en el caso de nuestros representantes en el Senado parece brillar por su ausencia. Tiene que ser un trabajo de todas y todos.

Las mujeres tenemos que expresar nuestros verdaderos sentimientos y defender nuestros derechos a pesar de vivir en una sociedad que intenta que satisfagamos y prioricemos a los demás anteponiendo sus necesidades por encima de las nuestras y por supuesto que callemos cuando alguien, sobre todo si es varón, dice algo con lo que disentimos.

Dice el acervo popular que detrás de un gran hombre hay una gran mujer y no lo pongo en duda pero constato que detrás de una gran mujer hay una persona excepcional porque respeta y trata con total igualdad a una mujer. Permite que ésta lleve a cabo su actividad. En estos tiempos eso es algo grande, muy grande. Por eso en Alternativa Socialista (AS) compartimos la Secretaría General un hombre y una mujer, dos co-primeros secretarios que a través del respeto mutuo y la camaradería trabajamos en consonancia. Un proyecto político que comparto con excelentes personas como la compañera Yayo Nieto, abogada especializada en violencia de género e igualdad, Presidenta de la plataforma, en Málaga, Violencia Cero y responsable de la Secretaría de Igualdad en Alternativa Socialista y la compañera Chusa Herrero, Secretaria de usuarios de Sanidad en Murcia y responsable de la Secretaría de Movimientos Sociales en Alternativa Socialista. Compañeras de gran vitalidad, determinación y afabilidad; con gran implicación en la lucha por una sociedad más igualitaria. Alternativa Socialista defiende el papel de la mujer por ello la única Secretaría con derecho a veto es potestad de la Secretaría de Igualdad. Hechos y no palabras que se lleva el viento. Con el espíritu de Salvador Allende decimos que las mujeres no deben dejarse avasallar ni acribillar pero tampoco pueden humillarse.

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