FIRMAS Marisol Ayala

Gracias madres. Por Mariso Ayala

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Javier Marrero

Llevo tiempo queriendo escribir lo siguiente. De por sí, muchas veces lo he intentado y ha terminado en la papelera o en uno de los tantos cajones que tengo. Estamos en los años setenta y principios de los ochenta. Decenas de amigos, como rezaba un dicho de la época, morían jóvenes, pero no eran un bonito cadáver. Ya habían sido cadáveres andantes.

Al Archipiélago canario, llegaban de muchos lugares, buscando la posibilidad de desengancharse. Pero aquí la cosa estaba igual, una policía corrupta y unos políticos sinvergüenzas, se enriquecían mientras hundían en la miseria a familias enteras y la juventud reivindicativa se volvía pasiva, dócil, enferma. La necesidad, la perdida de dignidad y autoestima convirtieron barrios enteros en lugares lúgubres e inseguros. Esa arma de los ricos, para seguir siendo más ricos, llenaban las calles y las venas de la juventud. Todo giraba a su alrededor, levantarse para ir a buscarla a cambio de algo robado o por favores sexuales y en el mejor de los casos de lo pedido por las calles. Las venas se llenaban de marrón y los ojos tomaban un color gris dentro de sus cuencas bordeadas de ojeras y bolsas, que cada vez se incrustaban más en una cara que se arrugaba. En una boca donde se perdían día tras días muelas y dientes. El jaco, el terrible jaco, la heroína.

Las contradicciones de la sociedad y el interés de los de siempre, reflejaban a los compañeros como ladrones, degenerados, asquerosos, y es cierto que la degeneración era rápida. Un compañero vino a casa a comer (que no comió mucho) y a la semana me enteré de diez discos que se había llevado para venderlos en la calle peregrina y salir corriendo para el polvorín. Eso si, se desarrollaba el ingenio, no entendía como lo pudo hacer ante mis narices. Pues en lo que había ido al baño los dejo tras unas macetas en la escalera y al rato pasó a buscarlos. Todos los de mi edad, seguro que conocieron algún caso y que como todos, hemos querido olvidar. La situación se hizo insostenible y ¿Quienes comenzaron la lucha?..¿Quienes se la jugaron, se organizaron y se enfrentaron a los poderosos, a los narcos? Las mujeres, las madres, ellas no aguantaron más y se enfrentaron. Muchas fueron extorsionadas, golpeadas, perseguidas y algunas violadas, pero siempre estuvieron firmes. Tenían que ganar, eran sus hijos, sus familias. Recuerdo a las madres gallegas, en los juzgados, en las calles, en las cárceles, luchando sin descanso hasta ganar. A las madres de nuestros barrios de la capital y de municipios cercanos enfrentándose a los narcos, a los grandes camellos. Luchando día a día con sus hijos, convenciendo a la sociedad que la prisión y las palizas a los jóvenes enganchados no hacían sino complicar más el problema. Que estaban enfermos y que los tratamientos eran largos y costoso. Y han pasado por la historia sin el reconocimiento justo y más que merecido, por eso, para ti querida Ursula y para todas las mujeres y madres, gracias, mil millones de gracias.

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