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Turismo, riqueza y empleo. Por Míchel Jorge Millares

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La noticia publicada por el digital 02B acerca de la escasa rentabilidad por turista en destinos de sol y playa en España ha abierto un interesante debate en mi muro de Facebook acerca de, principalmente, dos temas que son permanentes en torno a la actividad turística: cuánto empleo puede crear y qué riqueza ocasiona en los destinos de sol y playa (lo que no quiere decir que sean de masas exclusivamente, aunque aquí se da ese caso). Todo ello contrasta con las cifras oficiales: el turismo representa el 10% del PIB mundial, el 5% de las inversiones en el planeta y 1 de cada 11 empleados en el mundo. En Canarias las cifras son más llamativas: el 28% del PIB y 1 de cada 3 empleos. Razones de peso para cuidarlo y mejorarlo.

Que la riqueza se reduzca a 100 euros por turista no deja de ser dinero, claro, pero no es lo que podríamos llamar una ‘riqueza’ y, además, habrá que ver y valorar cuánto se queda en el destino que es, en definitiva, el lugar que aporta a la actividad turística unos sacrificios que son repercutidos en toda la población y entre los que podríamos destacar:

-Uso o presión sobre los espacios de mayor calidad ambiental.

-Inversiones en infraestructuras y dotación de servicios al sector turístico. Aquí podemos señalar que supone una actividad económica y que precisa de puestos de trabajo, aunque encorsetados.

-Presión de demanda y encarecimiento de los recursos energéticos que se necesitan para los centros turísticos vs resto de población, sobre todo si se usan combustibles fósiles que no tenemos y hay que pagar e importar; o la demanda de agua que provoca su encarecimiento para otros sectores al no contar con ríos o lagos, ni con la lluvia suficiente que garantice el suministro; o la gestión de residuos, incrementada por el impacto de los millones de turistas que, obviamente, no se llevan la basura a sus países de origen.

-La necesidad de una mano de obra que puede ser autóctona pero para ello es obligatorio que sepa idiomas y, además, el personal queda ubicado en un sector servicios mayoritariamente de cualificación limitada.

-Necesidad de importar productos de bajo coste (alimentos, fundamentalmente) ya que lo local no interesa porque sus precios no son tan rentables.

-Incremento en el destino de las distintas formas de contaminación (atmosférica, sonora, lumínica, aguas residuales…) y masificación, aspecto de gran impacto en territorios insulares.

-Riesgo de contagio de la economía local por los problemas del sector turístico, derivando en estancamiento económico y crisis, tanto por aspectos exógenos (crisis económica en un país emisor, huelgas o catástrofes e incluso la irrupción de un volcán islandés que paraliza el tráfico aéreo de Europa) como endógenos (saturación, obsolescencia o madurez del destino).

-Limitado impacto en la generación de empleo (y bastante que da de sí el turismo)

-Subordinación a intereses foráneos (turoperadores, compañías aéreas, de cruceros, grupos hoteleros o de gestión de parques temáticos, e incluso las empresas de animación y espectáculos en establecimientos hoteleros…)

-Intervención política con importantes cantidades de dinero público en promociones con objetivos dispares (tengamos en cuenta que estamos ante una complejidad de destinos, de islas, de la comunidad, empresas, establecimientos, servicios o productos), e incluso se puede dar el caso de la utilización de estos recuros para campañas personales.

-Laberinto legislativo…

-Distorsión de la marca, siempre dependiente de los tumbos que da el encargo a consultoras (también mayormente foráneas), cada vez que hay elecciones y cambio del responsable político o por la falta de criterio de algún técnico (que de todo hay).

-Y un largo etcétera…

Con este panorama que ya auguraba Mario Gaviria (‘España a go-go’ 1974) tenemos que reconocer y recordar que hubo quien pensó más allá que en justificar la venta del complejo turístico y sacarle el beneficio inmediato. Visionarios cuyo objetivo era rentabilizar la presencia del turista en nuestro territorio y que formaran parte de un proyecto o modelo en común con el isleño.Y es que la fórmula o el silogismo es sencillo. Si el sol y la playa es gratis y no es tasable, el visitante puede y debe dejar su aportación en actividad económica pagando por productos y servicios que no vengan en el ‘paquete’ que controla el turoperador o el alojamiento (en particular los que han implantado el ‘Todo incluido’).

Considero que Gran Canaria ha de aspirar (no queda otra) a mucho más dinero por turista y que éste, encima, salga satisfecho de la isla y regrese. Pero ¿qué se puede añadir al sol, la playa y el clima?. He indagado durante años en esta necesidad y veo varias posibilidades de distinto tipo que me reservo y considero necesario, además, crear un espacio permanente (y no me explico cómo no existe ya) para el encuentro entre empresarios que puedan imaginar las posibilidades de este territorio y sus gentes para que la marca turística de Gran Canaria se convierta en un referente mundial para un perfil de turistas que no miren sólo el precio (que es el determinante actual al dejarnos caer en el ‘bombo’ de destinos commodities) cuando eligen un destino de sol y playa entre los muchos que pueden elegir, sino que encuentren otros productos y servicios (no olvidemos que cada isla viene a ser un destino multiproducto) y todo lo demás que pueda desear o encontrar un turista -con la calidad esperada- en nuestros competidores.

Pero hay que apuntar más alto. Buscar el liderazgo. Además de lo dicho hay que ofrecer algo que no tengan otros, que sorprenda e incluso puedan desear exportar como franquicia.

Gran Canaria podría tener su nuevo lema más allá del exitoso creado por Fray Lesco del ‘Continente en miniatura’. Un contenido más atractivo para la sociedad del siglo XXI con productos que se conviertan en un referente y reclamo para el mundo. Que, además, destaque y sorprenda con usos novedosos de los avances tecnológicos, porque no todo está inventado, ni mucho menos, en el turismo.

Y ahora abordo la controvertida tasa. ¿Dónde hay dinero para esas iniciativas? Yo creo que podrían lograrlo con la tasa o como quieran llamarlo, pero con una importante diferencia: el importe recaudado no será gestionado sólo por el partido político que gobierne o el órgano de la administración que la tramite. Ni se difuminará entre los fondos de la institución. Ni se destinará a cubrir las actividades de la administración que se vienen realizando con partidas finalistas en el área de turismo.

Hablo de un nuevo modelo (también) de gestión, con más implicación del empresariado (porque va en ello que sus establecimientos puedan subir precios y aumentar su valor), la complicidad de la sociedad (porque habrá que investigar y crear…) y con la participación de la administración local e insular para que incrementen  su actividad y presupuesto e impulsar este cambio de modelo. Un cambio que hará que el turismo no sea un sector estanco y contradictorio, sino que pueda liderar el desarrollo como hiciera tras las iniciativas de Néstor Martín Fernández de la Torre bajo su espíritu de “Hacer de la vida una obra de arte” y en esa obra de arte viviremos los grancanarios y la compartiremos (porque contribuirán a mantenerla y mejorarla) con los turistas.

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