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Los becarios, eternas víctimas del sistema. Por Gorka Zumeta

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A nadie creo que sorprenda a estas alturas de la película lo que está sucediendo en numerosos medios de comunicación con respecto a los becarios, que se convierten en ‘vitalicios’, ocupando un puesto de trabajo como el de cualquier redactor pero cobrando sueldo de becario. Mientras tanto, los Expedientes de Regulación de Empleo (ERE) se van formando a base de redactores senior, muy experimentados, pero mucho más caros, que –según los empresarios- se han convertido en una lacra para las cuentas de resultados.

El último episodio, muy sonado, ha ocurrido en la SER, donde la Inspección de Trabajo ha obligado a regularizar la situación a esta compañía de Prisa, lo que ha supuesto la salida de 80 becarios, según algunas informaciones, de Madrid y emisoras, de todos los departamentos, programas, deportes e informativos. 80 jóvenes a la calle porque la SER es incapaz de pagarles un sueldo digno y acorde con el trabajo que realizan.

Hemos trabajado como un redactor más, pero cobrando la décima parte”. Éste era el titular de un post que publiqué en octubre de 2012, hace ahora dos años, y que confirma que la inspección del Ministerio de Trabajo llega muy tarde. Los becarios son perfectamente conscientes de la labor que desarrollan y la remuneración –ridícula- que perciben, si es que perciben alguna. Por lo menos en la SER se paga (unos 300€ si no recuerdo mal).

La investigación no fue tal sorpresa. Independientemente de que el Ministerio de Trabajo había iniciado, meses atrás, inspecciones en medios de comunicación para certificar lo que ocurría realmente con los becarios, el caso es que algunos días atrás de la salida masiva de los jóvenes de Gran Vía 32, a la mayoría de los becarios de la SER empezaron a comunicarles que “tenían que abandonar la casa, por problemas presupuestarios”. Por supuesto, nada se les dijo de que el Ministerio de Trabajo iba a inspeccionar su situación, lo que hubiera supuesto reconocer abiertamente la ilegalidad del marco laboral que les acogía.

Siempre ha ocurrido esto. No es una novedad que los medios de comunicación, y especialmente los que financieramente se encuentran en peor situación, se han servido de las becas de formación para abastecer sus necesidades informativas o programáticas. Por lo general, unos buenos estudiantes, bien adiestrados, pueden cumplir sobradamente la función de un redactor junior y cuestan muchísimo menos que éste, no solo en remuneración, sino también en seguridad social y otros conceptos.

Pero igual que afirmo esto, también hay que apuntar que durante muchos años la única ‘puerta de acceso’, al menos en la SER, era ésta: la de los becarios. Después de la infinita paciencia de muchos de ellos, y del apoyo económico de sus padres, los que verdaderamente demostraban su valía profesional, recibían como premio un contrato, con la consiguiente alegría que suponía para el joven, que ya no lo era tanto, después de ir sumando beca tras beca, en ocasiones matriculándose en estudios que no podía seguir, única y exclusivamente porque esa condición de estudiante le permitía seguir renovando la beca.

Las triquiñuelas de la ley favorecían el descontrol laboral en torno a los becarios, las empresas se beneficiaban de mano de obra barata, aunque inexperta, y los becarios no salían a la calle a protestar en manifestación, porque les iba en ello su ‘puesto de trabajo’ y su (pírrico) sueldo. Era poco, pero era. Y trabajar en un medio de comunicación, de la categoría de la SER, sumaba enteros ‘de prestigio’ a la beca. De esto último se valían en ésa, y otras casas,  para apuntalar su estructura de becarios que en esta última etapa, financieramente tan dura para todo el grupo Prisa, estaba claramente desproporcionada, más si cabe tras la salida masiva de profesionales que dejaron huecos importantes en la plantilla que hubo que ir recolocando a modo de puzle.

Más sangrante ha sido, al parecer, el caso de ‘Deportes’, cuyo departamento había quedado diezmado tras la salida de Paco González, Manolo Lama y Pepe Domingo Castaño a la Cope y que se había renovado en parte, cómo no, tirando de becarios. Las informaciones publicadas hablaban de que la salida de becarios en este departamento fue de 20 personas. No puede obviarse tampoco que la Escuela SER de Deportes es una catapulta privilegiada para formarse y despuntar y que, a buen seguro, esta circunstancia –obligarles a prescindir de 20 redactores en prácticas- habrá truncado más de una carrera, que ya se presumía brillante en muchos casos, con nombres y apellidos. Una verdadera lástima. Esto es, al final, lo que ocurre con este asunto: que cuando has formado a alguien, le has dedicado tiempo, esfuerzo y medios, técnicos y humanos, para que se haga mejor profesional, entonces –digo- tienes que despedirle, para que otros se aprovechen de él.

A la Federación de Asociaciones de la Prensa, FAPE, no le ha quedado más remedio que aplaudir la actuación de Inspección de Trabajo. Así lo ha hecho a través de un comunicado en el que defendía las buenas prácticas laborales en el ámbito del periodismo. A los compañeros de la Junta Directiva de la FAPE se les ha iluminado de repente la bombilla: “hay becarios que ocupan puestos estructurales de las mermadas plantillas de algunos medios, asumiendo tareas de responsabilidad que no les corresponden y que, por supuesto no son remuneradas«. Todos ellos son profesionales que trabajan, o han trabajado, en medios de comunicación y todos ellos han visto, siquiera de reojo, lo que ocurría en la mayoría de medios. Llegar ahora, con esta declaración, extemporánea, caducada, me produce un poco de sonrojo colectivo.

La FAPE comenta en su comunicado que esta situación no beneficia a los jóvenes periodistas, que «sufren una explotación en el trabajo sin que se garantice su formación práctica, mientras que está llevando al paro a los más experimentados«, por lo que «estimamos que no es exagerado afirmar que un becario explotado equivale, al menos, a dos o tres periodistas veteranos parados. «Al final, el resultado es un deterioro progresivo de la calidad de la oferta periodística de los medios que realizan estas prácticas«, indica la nota.

Por supuesto que estoy de acuerdo con todo. Pero ¿cuántos años hemos perdido en esta carrera por el trabajo digno de los periodistas? ¿Cuántos años mirando para otro lado y permitiendo que la condición de becario –no solo en el mundo del periodismo, miremos hacia la ciencia y la investigación, sin ir más lejos- perdurase artificialmente, postergando y alimentando el espejismo de unos jóvenes que, cuanto más tiempo pasaban al abrigo de la empresa, más ilusiones se hacían de continuar en ella? Llegar a esta situación, somatizada por todos, me parece, sinceramente, indigno de una empresa seria, que diga defender y cuidar el talento.

Por otra parte, me gustaría recoger aquí también otro testimonio de uno de esos jóvenes que salieron por piernas de las dependencias de la SER, con una mano delante y otra detrás, y en el mejor de los casos, que los habría, con un “gracias por los servicios prestados” de algún jefe.

Me decía uno de ellos: “nos han echado a todos, sin miramientos”. Las noticias no son las mismas si se personalizan, se les ponen nombres y apellidos, es lo que se denomina ahora el Storytelling (contar, en lugar de dar la noticia, fríamente). Esos 80 jóvenes expulsados del templo tenían una vida, unos sueños, unas aspiraciones. De momento han creado 80 frustrados. A casi todos, se les adelantaba que podían permanecer en esas circunstancias “hasta dos años”. Éste era el tiempo que permitía utilizar, más o menos alegalmente, la ley.

Pero yo estaba haciendo curriculum, Gorka, estaba aprendiendo y, es verdad, haciendo un trabajo de un redactor. Pero… es eso o nada” –me decía mi joven y estupefacto interlocutor, que acababa de abandonar su condición de eterno becario (iba para dos años)-. Es cierto, el inspector planteó dos opciones: o se prescinde de esa persona o, en justicia, se le hace un contrato de redactor y entra a formar parte de la plantilla, con todos sus derechos y deberes. La segunda opción es impensable hoy en la SER, donde el dinero llega con cuentagotas, y después de pasar veinte filtros. Que se lo digan a los proveedores…

En todo este asunto, no hay más que una monumental hipocresía. Empezando por el Gobierno, que consiente legislaciones laxas en este asunto, facilitadoras de subterfugios y chanchullos que permiten a las empresas no solo beneficiarse de mano de obra barata, sino desprenderse de la mano de obra cara y sustituirla por carne de becario. Tampoco me olvido de las universidades que, en la mayoría de los casos, se desentienden de sus alumnos, y solo se acuerdan de las prácticas cuando deben contabilizar los créditos. Y el colectivo de periodistas, que conoce bien la situación y no la denuncia con la determinación necesaria. La cadena SER, u otras empresas similares, no tienen toda la culpa. ¿Que se benefician de ello? Es cierto, pero si no existiera la posibilidad, si las prácticas estuvieran mejor remuneradas por ley, y más claramente delimitadas en el tiempo, los problemas no se multiplicarían. En el tema de los becarios en España, en algunos casos hay que hablar, directamente, de explotación laboral, pero da igual. Nadie moverá ni un dedo por ellos, porque el mundo al que afectarían las medidas es el de las empresas y con el dinero, señores, no se experimenta. Mientras tanto, nos seguirán dando mucha ‘gaseosa’, como diría Eugeni d’Ors.

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