Hay momentos en la vida de la empresa en los que toca hacer algo distinto; aquello de “renovarse o morir” pero menos drástico y más meditado. Mantener clientes y cuota no basta. Quien se limita a hacer lo que siempre hizo verá como le adelantan por la derecha y por la izquierda. De eso va la innovación en las empresas, la innovación tecnológica, la renovación de nuestra oferta y la que se refiere a cómo presentamos y/o cómo vendemos nuestros productos o servicios.
Hablamos de planificación estratégica cuando tratamos sobre estas cuestiones, cuando sentamos a nuestro equipo directivo, nuestros asesores y consejeros para hablar del futuro, para decidir cómo cambiar y qué hacer en el futuro. Abandonamos nuestra gorra de la gestión y nos colocamos la de estrategas, obviamos la inmediatez y nos adentramos en el medio plazo, dejamos de actuar y nos dedicamos a pensar. Pero no puede ser un ejercicio retórico, la planificación requiere su soporte documental y su justificación con números, un esquema, las alternativas, los pros y los contras, y las proyecciones para los siguientes ejercicios. Esa es la “gestión por objetivos” la herramienta que nos permite actuar con enfoque.
Los cambios no se improvisan, se planifican. Y nosotros desde nuestro punto de vista de empresario debemos adaptar nuestro esquema mental (a veces es lo más difícil) e inculcar al equipo las nuevas directrices. Las empresas son, o deben ser, máquinas engrasadas con personas alineadas a un logro, a ese nuevo proyecto. Y debemos plantear nueva formación como un potente instrumento de motivación. Formación para nuestro equipo y formación directiva para nosotros mismos, para crecer y poder dar el salto.
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