FIRMAS

Un futuro que es presente. Por Ramón Alemán

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Una conocida mía lleva varios días discutiendo con su hermano a cuenta de algo que ella le dijo hace poco. El motivo de la contienda es esta frase: ‘¿Qué más dará?’. Su hermano piensa que ella tendría que haber dicho ‘¿Qué más da?’, pues ambos hablaban sobre un hecho presente –presente en aquel momento, claro está–, por lo que, según él, el futuro que la muchacha había usado no tenía sentido alguno. Ella me pidió mi opinión, pero lo que yo le di no fue mi punto de vista, sino el de los gramáticos. Y resulta que a los gramáticos les parece muy bien que a veces usemos el futuro donde aparentemente no pinta nada.

Si nos dejáramos llevar por el parecer de este joven, habría que censurar otros usos un tanto singulares que hacemos de los tiempos y los modos verbales, de tal manera que serían incorrectas oraciones como ‘El que fuera presidente de la asociación de vecinos, Pedro Pérez, ya se mudó’ y ‘Usted debiera ser más educado’, pues lo correcto es esto: ‘El que fue presidente de la asociación de vecinos, Pedro Pérez, ya se mudó’ y ‘Usted debería ser más educado’ (algún día hablaremos de estos subjuntivos). Pero ocurre que la lengua española es tan increíblemente elástica que nos permite entendernos aunque nos saltemos a la torera –espontáneamente y sin pedirle permiso a nadie– la estricta y aburrida coherencia gramatical.

De eso habla muy bien el filólogo Luis García Fernández en un librito llamado El tiempo en la gramática (Arco/Libros), en el que nos cuenta, por ejemplo, que a veces usamos el pretérito imperfecto de indicativo cuando en realidad la oración huele de lejos a presente. Así, tenemos lo que este autor llama «imperfecto de cortesía», que lo podemos emplear para ir a una tienda y decir ‘Quería un cuchillo de cortar carne’, cuando lo que queremos decir es ‘Quiero un cuchillo de cortar carne’. O el «imperfecto lúdico», ese que usan los niños al plantear un juego con oraciones como ‘Yo era el príncipe y tú, la princesa’, cuando lo que quieren decir es ‘Yo soy el príncipe y tú, la princesa’. También son muy habituales fórmulas como ‘Mañana le digo la verdad’ en lugar de ‘Mañana le diré la verdad’. ¿Ustedes nunca lo han hecho? Seguro que sí. (Los tres ejemplos que acaban de leer los he extraído de la obra citada).

Eso de emplear un tiempo verbal que no se corresponde con la acción de la que se habla es algo normal en nuestro idioma y, en mi opinión, no hay motivo alguno para censurarlo si se dan estas dos condiciones: que los interlocutores se entiendan y que ese uso sea algo propio de una ingente mayoría de hispanohablantes y no solo de unos pocos. Ante esta democrática realidad, los gramáticos pueden describir ese fenómeno en sus libros, pero no son nadie para condenarlo y mucho menos para prohibirlo.

Por eso la Nueva gramática de la lengua española (Espasa), de la Real Academia Española, se limita a ponerle nombre a ese ‘¿Qué más dará?’, pero ni lo critica ni tiene por qué hacerlo. ¿Y qué nombre le pone? Bueno, en realidad le pone tres, pues dice que podemos llamarlo futuro de conjetura, futuro de probabilidad o futuro epistémico. Ese futuro –señala la Nueva gramática– «introduce alguna suposición del hablante relativa al presente», como en la oración ‘En Madrid será ya de noche’. Al decir eso, lo que realmente queremos decir es ‘En Madrid probablemente es ya de noche’, pero yo sé que ustedes entendieron perfectamente el significado de la oración.

También entran en la categoría de futuros de conjetura estos ejemplos que pone la Nueva gramática: ‘¿Dónde estará Marta?’ y ‘¿Qué diablos querrá ahora?’. En estas oraciones la conjetura no parece tan evidente, pero en ellas también se está empleando un futuro en lugar de un presente, y no pasa absolutamente nada por hacerlo. Efectivamente, en esas frases da la impresión de que lo que se quiere decir es ‘¿Dónde está [o ‘dónde puede estar’] Marta?’ y ‘¿Qué diablos quiere ahora?’. Por lo tanto, si alguien dice ‘¿Qué más dará?’, parece lógico pensar –y así lo hacemos todos– que lo que realmente está queriendo decir es ‘¿Qué más da?’.

Yo tengo tres hermanas y un hermano, con los que llevo una eternidad discutiendo acerca de los asuntos más variopintos, así que entiendo perfectamente la satisfacción que sintió esta chica cuando le dije el otro día que era ella quien tenía razón. Aun así, espero que lo dicho aquí no sea motivo de una futura pelea fraterna. No olvidemos lo que dijo hace más de un siglo el famoso gaucho Martín Fierro, nacido de la pluma del escritor argentino José Hernández: «Los hermanos sean unidos / porque ésa es la ley primera, / tengan unión verdadera / en cualquier tiempo que sea, / porque si entre ellos pelean / los devoran los de ajuera».

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