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Bang bang, Wilco Wallace, una novela de Ángel Vallecillo. Por Eduardo García Rojas

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“Conozco la Casa Encantada como la palma de mi mano. Solo los locos o los necios van a jugar contra BB Leroy en la trastienda. BB Leroy es un tipo a quien vale la pena conocer. Es un maricón al que le gustan las mujeres. Se pasó la adolescencia cascándosela olisqueando bragas o con el ojo pegado a una rendija, hasta que el día de su veintisiéis cumpleaños, borracho como un fogonero, se dejó dar por un negrazo que le reveló el lado luminoso de la oscuridad: Créeme, Wilco, la próstata es el clítoris de los hombres. Dudé entonces, y dudo ahora, si en el fondo no estaba proponiéndome un plan. Se hizo maricón por vicio, pues nunca he conocido a nadie a quien le gustaran tanto las mujeres.”

(Bang Bang, Wilco Wallace, Ángel Vallecillo, Difácil, 2014)

Cormac McCarthy es un escritor que juega con los géneros y que entusiasma a lectores que de otra manera no se acercarían a la literatura de género. Una durísima reflexión sobre el fin del mundo con La carretera; el western visto en clave épica y mística en Meridiano de sangre y la novela negra versión frontera en sus también celebradas No es país para viejos y el guión de la irregular El consejero son un puñado de títulos que ha consagrado a McCarthy como un escritor de referencia aunque no ha sido el primero, ni será el último, que cuente con el respaldo de crítica y lectores cuando a los géneros se les imprime el sello de autor.

Casos hay muchos. Y no solo en la literatura.

En los territorios de la novela gráfica Frank Miller está más preocupado por reflejar la estética que la narración en sus discutidas aproximaciones al mundo clásico (300) y el policíaco (Sin City). Miller se ha empeñado en primar el efecto ilustrado por encima del relato. Efecto ilustrado que más que imitar, calcan las versiones cinematográficas que se han realizado sobre su trabajo.

Ángel Vallecillo propone con Bang Bang, Wilco Wallace su peculiar interpretación del género negro. Un experimento hard boiled que emplea recursos de la literatura y el cine criminal para una gamberra representación de sus estereotipos –detective privado, rubia peligrosa, policías corruptos; gángsters– y de la estética de sus espacios –hipódromos, prostíbulos, bares  y comisarías–.

Y el escritor se mueve muy bien por estos territorios. Conoce el invento para contar una novela donde lo que importan son los momentos –el efecto descriptivo en ingeniosa aunque algo retorcidas comparaciones– que la historia.

La acción de Bang Bang Wilco Wallace tiene lugar en una ciudad de los Estados Unidos de Norteamérica que pertenece al imaginario del autor. Se ambienta en los años cincuenta y su protagonista es un hombre de raza negra que podría haber sido blanco, amarillo o piel roja. Es decir, que el color de su piel no es fundamental en el relato. Lo que resulta determinante y anima esas páginas –casi doscientas– son los escenarios que reconoce el iniciado en la sociedad negrocriminal.

Espacios que Vallecillo recrea en una constante y en ocasiones desconcertante huída hacia delante, como si no tuviera muy claro su objetivo.

Bang Bang Wilco Wallace se trata de una divertida novela que está más próxima al espíritu de un cómic que al de un relato. Derrama tanto entusiasmo, y late dentro de sí un espíritu de improvisación que alcanza resonancias (ya de onomatopeya en el título) que parecen de tebeo. Un tebeo con olor a pólvora en el que Vallecillo interpreta, a veces con mucha gracia, las claves del género negro.

La novela tiene así ecos del universo Chester Gould, el creador de Dick Tracy. Puro pulp pop en el que se cuela una chica peligrosa y un detective más que cínico, irónico, que recuerda más a un paródico Mike Hammer de Spillane que a un personaje fracasado de David Goodis, James M. Cain o W. R. Burnett.

Ángel Vallecillo utiliza para ello un estilo directo y en continuo movimiento. Mucho bang, bang y trepindantes diálogos entre asesinatos, besos y caricias, que el escritor arropa en atmósferas que son escenarios de su fantasía negrocriminal.

Y como toda fantasía que se respete, en ocasiones un desenfrenado tributo a un género que a veces, solo a veces,  llega a su estado de natural ebullición.

Las cosas del pulp fiction.

Saludos, allelujah, desde este lado del ordenador.

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