La guerra de las audiencias no respeta a quien realmente debería ser el elemento importante, el espectador. Esta semana hemos acudido al enésimo capítulo entre Telecinco y Antena 3 por ver quién es capaz de fastidiar más al contrario. Que la cadena de Vasile anuncia que estrena B&B, pues llega el canal de Silvio González y contraprograma con Galerías Velvet. Sí, dos series de lujo, lo que se agradece, pero no a la vez, por favor. Veremos a ver cuál de las cadenas acaba cediendo ante lo ineludible, que el share se decante por una o por otra.
Igual se escapa algún dato, pero hace tiempo se había aprobado en este país una serie de códigos televisivos, una especie de reglas del juego que los canales no podían saltarse a la torera. Vamos, lo que viene a ser la contraprogramación de toda la vida de Dios. Sin embargo, como suele suceder en España, hecha la ley, hecha la trampa y ésta consiste, precisamente, en que la sanción a pagar es tan nimia que con dos simples spots se ha abonado la sanción y a otra cosa mariposa. Es decir, que al final casi sale más a cuento incumplir las normas que seguirlas a pies juntillas.
Entiendo que las presiones en cada empresa mediática deben ser sumamente fuertes, que los responsables de configurar las parrillas se las ven y se las desean cada día a primera hora de la mañana cuando llegan los informes de las audiencias y ven que por medio punto arriba o abajo se le ha ganado o se ha mordido el polvo, que ni en Fuencarral ni en San Sebastián de los Reyes están por la labor de ceder un solo milímetro al competidor y que hay que forzar esos límites hasta casi traspasarlos.
Pero insisto, al final lo que se consigue es que uno se tire la primera noche mareando al pobre mando a distancia, yendo de Antena 3 a Telecinco y viceversa y, de vez en cuando, pasando por la cocina de Chicote a ver qué se está cociendo entre fogones. Sí, ya sé que no se puede esperar que las cadenas pacten y que esto no deja de ser un juego diabólico de ajedrez mediático, pero los espectadores quisiéramos poder pasar una velada tranquila, juntos en familia y no estando cada uno en una habitación. A este paso, lo de poner una tele en el baño no va a ser un disparate.
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