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El porcentaje de hogares españoles con pobreza severa representan el 8% del total

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Elblogoferoz.- Desde que dio comienzo la crisis económica en 2007, se ha duplicado el porcentaje de hogares españoles que están en pobreza severa, que pasaron de representar el 4% al 8% del total, mientras que la proporción de hogares más ricos se ha mantenido constante en torno al 8%. Esta desigualdad se explica por el empobrecimiento de la clase obrera y, en especial, de los trabajadores no cualificados, mientras que los profesionales liberales, los directivos y los empresarios con asalariados son los menos perjudicados por la crisis, tanto en relación con el paro como respecto a la pérdida de ingresos.

Esas son las principales conclusiones del estudio “¿Cómo afecta la crisis a las clases sociales?”, que ha elaborado el profesor del Departamento de Sociología y antropología de la Universidad de La Laguna José Saturnino Martínez García, y que ha sido publicado recientemente dentro de la colección de documentos on-line “Zoom Político” de la Fundación Alternativas. El texto íntegro del estudio puede consultarse gratuitamente en la dirección de Internet http://www.falternativas.org/laboratorio/libros-e-informes/zoom-politico/como-afecta-la-crisis-a-las-clases-sociales.

El trabajo ofrece diversas tablas descriptivas que permiten analizar detenidamente las diferencias existentes entre las diferentes clases sociales, utilizando datos extraídos de la Encuesta de Población Activa (EPA) y la Encuesta de Condiciones de Vida (ECV).

La primera analiza la evolución del volumen de ocupados por clase social laboral desde1977 hasta 2012, y destaca que en los años 80 la destrucción de empleo se cebó en la agricultura, mientras que en la actualidad lo ha hecho en los obreros cualificados, si bien matiza que “los obreros no cualificados son los que pierden más peso relativo, pues se reduce casi a la mitad y ya sólo son el 2,8% de los ocupados”. En esos 35, la clase que más aumenta es la de profesionales por cuenta ajena, es decir, asalariados que necesitan de un título universitario para ejercer, especialmente a partir de los 90, multiplicando por cuatro su peso entre los ocupados.

Una segunda tabla se centra en la tasa de paro por clase social, que oscila entre el 35,2% de los obreros cualificados y el 2,7% de los directivos y empresarios. Además, certifica que el paro es mayor en las clases en las que ya lo era en 2007, pero además la crisis les ha afectado en mayor medida. Para Martínez, es importante realizar ese análisis de clases para evitar caer en la creencia de que el paro es “un problema de ajuste entre dos individuos (empresario trabajador)”: este enfoque obliga a entender el paro como un efecto directo de las características concretas de la economía, “como la disminución drástica de ciertos sectores de actividad debida a cambios en el sistema productivo”.

Una tercera tabla analiza la renta neta del hogar anual disponible según la clase social de la persona que aporta más ingresos entre 2017 y 2011. Se observa una pérdida media de 1.791€, equivalente al 10,8% del poder adquisitivo. La mayor caída en términos absolutos ha sido para la clase baja de servicio (3.055€), que agrupa profesiones que requieren estudios superiores de primer ciclo, como maestros o enfermeros. La mayor caída relativa es para la clase obrera no cualificada (18,1%), que pierde 2.322€.

Una última tabla, que analiza os valores de 2007 y su evolución hasta 2011, señala que la pobreza severa se ha duplicado en ese periodo, pasando del 3,7 al 8,0%, mientras el peso de los más ricos se mantiene prácticamente constante en torno al 8,5%. El mayor retroceso se da la “clase media alta”, que pasan del 26,2 al 19%.

Teoría de las clases sociales

Como se ha visto, el trabajo analiza el impacto de la crisis económica en las diferentes clases sociales y, para ello, comienza resumiendo las tres principales teorías existentes sobre lo que es una clase social: la marxista, que divide a los individuos en base a su grado de control sobre los medios de producción; la weberiana, que plante la limitación del horizonte de oportunidades que posee cada persona por el mero hecho de pertenecer a un grupo u otro; y la funcionalista, para la que la pertenencia a una clase u otra la determina el prestigio de la profesión.

Pese a las diferencias existentes entre esas tres corrientes teóricas, el autor señala que coinciden en crear “grupos ocupacionales similares a grandes rasgos”, que serían “los trabajadores de cuello blanco (sector servicios de cualificación media y alta) y de cuello azul (trabajos que exigen esfuerzo físico), que a su vez se diferencian entre cualificados y no cualificados”. Ninguna de las tres versiones presta especial atención a las clases agrarias, “en parte debido a que, como ha sucedido, esperaban que su peso fuese cada vez menor en las sociedades económicamente más desarrolladas”.

Martínez enfatiza que, contra lo que se cree, las clases sociales no son solo agrupaciones de personas articuladas a partir de niveles de renta: “A la mayoría de los sociólogos esta aproximación nos disgusta, pues consideramos que la clase social no sólo es una cuestión de poder adquisitivo, sino también una muestra del antagonismo de intereses sociales, o de oportunidades vitales que no pueden reducirse a capacidad de compra, como la estabilidad laboral, la progresión en la carrera profesional o la participación política”.

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