(El muchacho con alas en los pies, relato incluido en ¿Quién cuidará de mis guardianes?, de Alba Sabina Pérez, colección Tid, Ediciones Idea)
¿Quién cuidará de mis guardianes? reúne once historias escritas por Alba Sabina Pérez, historias en las que se aprecia la sombra alargada y agradecida de J. D. Salinger. Salinger porque detecto en Alba Sabina Pérez la pulsión pero también la frustración que animó al autor de El guardián entre el centeno a escribir aquello de “No cuenten nunca nada a nadie. En el momento en que uno cuenta cualquier cosa, empieza a echar de menos a todo el mundo.”
Los cuentos que se reúnen en este libro tienen fuerza y alma. Ganas de contar, de revelar sin estridencias vidas en las que, probablemente, se confunde ficción y realidad.
El caso es que estas historias atrapan porque están escritas desde dentro y en mucho de los casos con la perspectiva suficiente para no caer en la nostalgia. Tiene nervio y un estilo que hace que te preguntes, efectivamente, ¿quién cuidará de mis guardianes? También de quién los vigilará.
El libro derrama generosa sinceridad, tan generosa que debería de sacarle los colores a muchos escritores de aquí y de allá empeñados en confundir literatura con pesado cripticismo, con ejercicio experimental a través del cual camuflar carencias.
Alba Sabina Pérez se muestra así como una escritora con voz, con universo propio, muy alejado de molestas influencias de familias con olor a misa.
Descubro a una escritora que sabe moverse entre sus recuerdos, que sabe masticarlos y digerirlos con emoción contenida, sin caer en lo cursi. Una escritora que deja sensación que lo que cuenta son cuadros con lecturas. Mucho más allá de la anécdota, del fogonazo que a veces revienta en nuestra memoria.
Una escritora que escribe, afortunadamente, más con el corazón que con la cabeza. Y por ello conmueve y emociona.
Aprecio en la mayoría de sus historias un fondo de melancolía que no irrita. En todo caso, sabe a resignación, a necesidad por aprehender pedazos de una existencia que solo entiende de tiempo presente.
¿Quién cuidará de mis guardianes? no contiene tremebundos ajustes de cuenta sino un examen literariamente objetivo en el que se repasan unos hechos, momentos, que la escritora describe con sentimental pulso narrativo. Lo leo en Al borde la piscina, La parada intermedia y en Ociosas banalidades: “A pocos metros de allí, un hombre se retorcía de dolor. Tenía el pie izquierdo dormido, pero él creía que se lo iban a amputar, así que hacía semanas que no iba al médico. En aquel preciso instante mucha gente estaba cerrando los ojos para siempre o hasta mañana. A quién le importa, la vida es una simple distracción.”
El cine es también una constante en la mayoría de las historias de ¿Quién cuidará a mis guardianes? pero se trata, otra vez afortunadamente, de una cinefilia que huye del cine, cine, cine por faaaaavor de Luis Eduardo Aute.
Amarcord, en Inventario de mi Pretty Baby o Dersu Uzala en Dersu Uzala y los cambuyoneros son algunas de las películas que aparecen en estas historias. El cine también está en La calle del ocho y medio, un texto plagado de frases ingeniosas: “pero ese día la cartelera parecía haber sido tomada por un obseso de Houllebecq, y llevada al colapso de la desesperación humana.”
En ¿Quién cuidará a mis guardianes? también se habla de otros libros pero sobre todo de autores. Por ahí aparece Salinger, Kafka e incluso Dante, entre otros. Y como el título del primer relato, se dibujan Líneas fronterizas que exploran esa difusa y delgada línea roja que nos separa y aleja de nosotros mismos.
Saludos, escuchando a The Kinks, desde este lado del ordenador.
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