FIRMAS Marisol Ayala

Las botas de Agaete. Por Marisol Ayala

 La Fábrica de Calzados Armas, en Agaete, abrió sus puertas en plena guerra civil y cerró en 1975. Sus botas “de caña baja” y sus sandalias fueron muy cotizadas. Forma parte de la historia comercial de las islas.

Los Gofiones y otros grupos folclóricos le encargaban las botas para sus actuaciones y las pusieron de moda.

La fábrica hizo unas 1000 sandalias y complementos para la película “Tirma” que se rodó en la isla.

El pueblo marinero tuvo la primera fábrica de zapatos de Canarias, Calzados Armas, entre 1938 a 1975. Sus hijos recuerdan la historia. Eran botas de media caña y zapatos “de salir” de cuero pero cuando llegó el plástico, bajó los costos y la fábrica cerró. El negocio llegó a tener 46 empleados “y 3 señoritas” en el año 1948.


Los hermanos Marina Armas Álamo y Valentín Armas Álamo "Nené"
Los hermanos Marina Armas Álamo y Valentín Armas Álamo "Nene"

Casi todos los pueblos guardan historias que las nuevas generaciones desconocen; parece como si alguien se empeñara en silenciar un pasado, seguramente por dejadez, falta de tiempo o por desinterés porque esta historia misma de zapatos y zapateros de Agaete es tan apasionante como lejana en el tiempo de su actividad y merecedora, sin duda, de una lectura; hablamos de la primera fábrica de zapatos que existió en Canarias que fue abierta en 1936 hasta que en 1975 fue sepultada. La crisis de 1973 se la llevó por delante; fabricaba botas de media caña, en cuero, muy cotizadas y que tuvieron hasta un papel en películas de la época que se rodaron en Gran Canaria. “Oiga, que Agaete tuvo una de las industrias de calzado artesanal más importante de las islas, pero los más jóvenes no lo saben”, recuerdan los hijos de quien fue el propietario de Calzados Armas -Valentín Armas Nuez- marca comercial que en 1936, en plena revuelta nacional, obtuvo los mejores dividendos.

Juana Trujillo Álamo y su marido, Valentín Armas Nuez, los dueños de la fábrica
Juana Trujillo Álamo y su marido, Valentín Armas Nuez,
los dueños de la fábrica

 Hablan Valentín Armas Álamo “Nené” y Marina, su hermana. Una tercera, Ana, no pudo colaborar con el reportaje por razones de salud pero su hija, Mari Pino Amador le puso voz: “Mira; Calzados Armas fue una revolución socioeconómica y su historia está por escribir. Debía conocerse no solo su historia en general, sino su historia económica, su contabilidad, sus filigranas para llevar un orden económico que marcó una época”, dice. Los tres hermanos Armas superan los 80 años y todos tienen grabado episodios de la fábrica de “papá”. Pasó que Valentín Armas Nuez, el padre de Nené y Marina, tenía solo 14 años cuando se incorporó al negocio de la zapatería una vez fallecido su padre, Valentín Armas Álamo.

“Lo que fabricaban eran botas de media caña y zapatos “de salir“, sandalias, también botas altas para los obreros y otros diseños de lo que hay más recuerdo de memoria que físico. “Toda su elaboración era de cuero hasta que llegó el plástico, bajaron los precios y la fábrica de calzados tuvo que cerrar sus puertas”, recuerda. Cuenta Nené que la historia del negocio familiar está en la memoria de los vecinos del Norte y de la de otros muchos ciudadanos de Canarias que usaron aquellas cómodas y duraderas botas de media caña que tanto se cotizaron: “Sólo te diré”, cuenta orgulloso, “que cuando más actividad tuvo el negocio fue en plena Guerra Civil, que ya está bien. Mi padre fue una persona con una visión del negocio asombrosa que lo impulsó de una forma más ambiciosa nada menos que en 1936 y la cerró en 1975, o sea, que tuvo más de 30 años de actividad”.

Lo operarios en plena actividad laboral. En el negocio llegaron a tener 48 empleados y, tal como figura en uno de los documentos, “y 3 señoritas”.
Lo operarios en plena actividad laboral. En el negocio llegaron a tener 48
 empleados y, tal como figura en uno de los documentos, “y 3 señoritas”.

 “Mi padre como empresario, como persona emprendedora y trabajadora fue todo un ejemplo y eso es tan cierto como el sol que estoy viendo”, cuenta Nené. Nadie lo pone en duda porque siendo su progenitor un adolescente impulsó la fábrica de zapatos que llegó a alcanzar tanta actividad que pasó de tener ocho trabajadores a engrosar “una ristra de 46 empleados me parece y de ellas tres señoritas”. Era 1950. Pero, ¿de qué tipo de calzado estamos hablando?, curiosamente en la casa de Nené aún quedan algunos de recuerdo de una época en la que se trabajaba de sol a sol y, en este caso, para hacer dinero. “La industria progresó de una forma tremenda; la demanda de la fábrica fue tan grande que mi padre se tuvo que comprar nuevas hormas y ampliar la maquinaria para poder dar respuesta a tantos pedidos como teníamos, no solo de las islas sino también de África”.

El calzado del que hablamos se cotizaba por varias razones, fundamentalmente porque era de cuero, hecho a mano y su duración, “eterna, espectacular”. Pero a pesar de ser un calzado duro, fuerte, de patear, también “era elegante y cómodo”. El negocio alcanzó tal proyección que Valentín padre viajaba cada poco a Barcelona para adquirir la materia prima adecuada ya que “de todo el Archipiélago y no exagero nada, le hacían encargos; yo tenía 15 o 16 años cuando empecé como administrativo y lo que recuerdo es una actividad comercial y laboral que me parece asombrosa para aquella época. Con la crisis del 1973 y la fuerte competencia del calzado español, con piezas plastificadas, de menor coste, frente al calzado de calidad se tomó la decisión de cerrar la nave de producción, liquidando a los once últimos empleados que tenía en plantilla”. Casi todo el proceso del calzado fue siempre manual, con distintos especialistas que elaboraban zapatos y botas fabricados en cuero, materia prima importada desde Barcelona. Desde Igualada llegaban a Agaete las pieles curtidas, preparadas para el corte, según los patrones fabricados por el propio Valentín Armas Nuez.

Trabajadores de la Fábrica de Calzados Armas, en Agaete, posando en las ventanas y escaleras del negocio
Trabajadores de la Fábrica de Calzados Armas, en Agaete,
posando en las ventanas y escaleras del negocio

 

Cine y escaparate

Sobre la creatividad de su padre Nené Armas cuenta la anécdota de que estando su progenitor delante del escaparate de Calzados Quesada, en Triana, éste sacó una hoja y un lápiz y se puso a dibujar un diseño de calzado que estaba expuesto. Cuando su presencia fue advertida por Gregorio Quesada, el dueño, invitó a padre e hijo a sentarse en el interior para que siguieran “y no se pusiera nerviosos el diseñador”. Nené se ríe con orgullo porque tiene la certeza de que su padre era todo un artista. El todavía guarda algunos zapatos de la época y la prueba la tienen en las fotos que ilustran este reportaje. Al mismo tiempo su padre en una revista llamada “Piel” publicaba las novedades que podía interesar a su clientela. Más curiosidades: En el año de 1954 la Fábrica de Calzados Armas participó en la elaboración del calzado para el rodaje de la película Tirma, producción hispano-italiana, protagonizada por Silvana Pampanini y Marcelo Mastroianni, entre otros, que aportaría horas de mucho trabajo, incluso los domingos, para poder cumplir con el pedido, “Imagina, lo que fue aquello”.

Zapatos hechos en la fábrica
Zapatos hechos en la fábrica

 

Cuando más dinero ganaron fue en plena guerra

El historiador Felipe Enrique Martín Santiago, que se interesó vivamente por la fábrica de calzados de Agaete, dice en uno de los tantos documentos que guarda la familia que “Calzados Armas fue la marca comercial que en 1936, en plena revuelta nacional, obtuvo los mejores dividendos”. Y añade que “en todo trabajo de investigación, la transmisión oral supone un punto de arranque que nos aporta una primera impresión sobre el tema que abordamos. El trabajo de campo, las entrevistas, tienen un lado humano que enriquece nuestra labor, no en un sentido científico, que debemos contrastar con otras fuentes históricas, pero si afectivo, lleno de vida, de experiencia. Esas ganas de vivir es la primera enseñanza que recibimos de don Valentín de Armas Álamo, de ochenta años, con formación en la gestión empresarial, necesaria para llevar las cuentas de la fábrica de su padre, Calzados Armas, parte de la historia de la Villa de Agaete”. El taller artesanal del abuelo Valentín de Armas Álamo, estaba situado en la calle San Sebastián. Allí ya solo habita la memoria. El solar que albergó la fábrica ha sido vendido y, como digo, Calzados Armas ya solo está en el recuerdo de los vecinos de Agaete. Y no de todos. Menos mal que al parecer hay alguien en la familia, las nuevas generaciones, que están animados a realizar un trabajo que deje constancia de lo que supuso esa actividad comercial.

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