FIRMAS Marisol Ayala

España: Sociedad de Corruptos Ilimitada. Por Marisol Ayala

La ética pública pasa por tan mal momento que cada mañana hay que hacer mayores esfuerzos para asomar la cabeza y pelear la vida. Muchos más. Los repetidos episodios de corrupción a los que los españoles asistimos cada día más perplejos por su magnitud y descaro tiene el efecto devastador de la Goma2 que dinamita la credibilidad del sistema democrático. Estamos inmersos en una aguda crisis económica e institucional que alcanza desde la Monarquía al Consejo General del Poder Judicial y en medio de un conflicto territorial de primer orden. Vivimos en la España de la chufla y la indignación popular está a la orden del día; solo nos falta conocer al iluminado que prenda la mecha, el que compre un mechero para que la España nuestra de la vuelta como un calcetín. Hace unos días una encuesta ponía a descubierto que ese será el pistoletazo de salida para empezar a deslizarnos por la pavorosa pendiente del populismo o el fascismo, como sucede en Grecia. Ya hay quien ante semejante epidemia de corrupción anima a revueltas populares inspiradas en la cercana primavera árabe. Como resulta que el ciudadano cada vez dispone de más medios algunos discretos otros menos para manifestar en privado lo que no se atreven a mencionar en público, todos escuchamos confidencias que acaban minando tu territorio.  Son ciudadanos, vecinos, que relatan situaciones personales al límite. Justamente estos días dos compañeros preparan un trabajo periodístico chequeando los barrios más sufridos de las islas donde el hambre sube las escaleras y alguien se tira por el balcón. No exagero ni tanto así.

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Y mientras tanto el caso Bárcenas, Gürtel, Palma Arena, Urdangarin, Palau, Pallerols, ITV, Pokémon, las sospechas sobre los Pujol o el ático marbellí de Ignacio González se entremezclan con el fichaje por Telefónica del quinto peor directivo del mundo, según la Bloomberg Business Week: Rodrigo Rato. Este último cierra de momento ahora la ilustre lista de ex políticos que pasan a la zona oscura ocupando bien remunerados asientos en consejos de administración como contrapartida a antiguos favores prestados. Si tuvieran vergüenza no salían a la calle, pero no tienen. Este movimiento de fichas no es un caso más de amiguismo, o una mala praxis de la llamada “puerta giratoria”, entro por aquí y salgo por allí, sino una jugada maestra que permite un cómodo aterrizaje en la arena privada a un ex directivo público responsable de una gestión tan torpe, nefasta, como la  supuestamente fraudulenta de Bankia.  Observando todo es lógico que algún día nos levantemos con arcadas, haciendo esfuerzos para que el vómito no salga disparado. Hace unos días comentaba con una compañera periodista curtida en muchas batallas de la vida isleña la situación a la que hemos llegado en este país, en nuestras islas, en las empresas. En la charla pronunció una frase que sintetiza cualquier sesudo comentario: “¡Qué mala suerte hemos tenido…!”. Eso, qué mala suerte amiga haber caído en el pozo de tanto corrupto, amparado por otro corrupto que le abre camino al corrupto que toca en la puerta. Eso, querida; qué mala suerte hemos tenido al habernos tropezado con esta banda de indeseables, esos que lucen gomita, tinte y zapato de charol, que en muchos casos han dinamitado hasta nuestra capacidad para echarnos a la calle e ir a por ellos.

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Perdonen pero en este largo listado de golferías donde nunca caben todos quiero mencionar expresamente a Manuel Lamela, exconsejero madrileño de Sanidad, el mismo que con la inestimable ayuda de la  lideresa Aguirre, menudo personaje, demonizó al anestesista Luis Montes, principal acusado del caso de las sedaciones irregulares en el Hospital Severo Ochoa de Leganés, que la justicia archivó por no encontrar ni una sola prueba de las muertes que se le “adjudicaron”.

La compensación al trabajo sucio de Lamela ha sido el siguiente: Lamela, exconsejero madrileño de Sanidad forma parte del consejo de administración de Assignia Infraestructuras, empresa que gestiona todos los servicios privatizados del hospital del Tajo en Aranjuez gracias a una concesión de la Comunidad de Madrid por 270 millones de euros a 30 años, según avanzó hace dos días la cadena SER. Más todavía; el caradura de Lamela inauguró sin que le temblara el pulso el hospital que ahora gestiona la empresa en la que trabaja. El centro, ahora semiprivado, es uno de los seis hospitales madrileños cuya gestión pretende privatizar completamente en los próximos meses la Comunidad. Ahí queda eso. Déjenme recordar una vez más, y van miles, que de no ser por los medios de comunicación no nos enteramos ni del No-Do. De nada. Ayer escuché decir a Montes que ya en 2005 sospecharon que el caso fabricado por Lideresa and Company con su persona solo era una cortina de humo creada por el Gobierno regional madrileño para llevar a cabo sus verdaderos planes. Dio en la diana.

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Y hablando de gestores bancarios ¿no es corrupción que algunos de ellos después de arruinar sus respectivas entidades y obligar al sufrido contribuyente a afianzar sus cuentas con miles de millones, hayan tenido la desvergüenza de percibir indemnizaciones astronómicas?. Por lo demás no menos preocupante son los tratos de favor envueltos en un aura de aparente legalidad, como los indultos a banqueros y ex políticos; las complicidades municipales con el empresario del Madrid Arena; o el raudo tercer grado de Carromero, el loco conductor. A estos reprochables episodios podrían incluso añadírseles otros fenómenos menos graves, pero no por ello exentos de reprobación; pero es interminable el listado. Todo ello explica la insufrible sensación que padecemos los ciudadanos frente a tanto privilegio bochornoso. Con todo hay que celebrar, por celebrar algo, que toda esta inmundicia vaya aflorando gracias a la labor de jueces y de la prensa, que pese a sus lógicas servidumbres en ocasiones no vacilan en desenterrar tamaña miseria. Ante el burdo cinismo exhibido por algunos dirigentes políticos, como Cospedal o Montoro, es más que previsible que los partidos no vayan ni a investigar los casos que les afectan ni a depurar responsabilidad alguna, claro está, antes de que lo haga la justicia o Hacienda.

Pese a todo no hay más remedio que confiar en la democracia y en sus pesos y contrapesos. España necesitan políticos comprometidos, honestos, decentes, pero  la ola de corrupción que vivimos nos invita a pensar que de esa especie ya no queda nada. Se agotaron las existencias. Hay que arrinconar a los que, poco a poco, han ido acallando a los medios críticos porque compran, venden, amenazan, entran y pueden. Miren a su alrededor y observen con objetividad cómo funcionan los medios. “Tenemos que sobrevivir poniéndole una vela a cada santo”, me decía hace nada un directivo de un medio de comunicación canario. Querido lector, no me vale que después de este último comentario alguien diga un “pues que deje el cargo…”. ¡Qué fácil es nadar fuera del agua!. Hay que comer, que ya, ni en Cáritas hay mesa para tanta gente.

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