Llegaban con sus grandes coches, sus caravanas de lujo, sus pantalones cortos y sus bikinis. Nos invadían cada verano dejándonos, además de su dinero, una envidia insana; los europeos llegaban a España para demostrarnos que Europa empezaba en los Pirineos y nosotros un pueblo subdesarrollado, amordazado por la tiranía de un dictador déspota.
Todos queríamos ser EUROPEOS. Queríamos parecernos al vecino francés, al alemán, al inglés, a todos los ellos. Queríamos tener el mismo salario, la misma seguridad laboral, la misma jubilación.
Pasado el tiempo llegó, con la muerte del dictador, la ansiada democracia, además una democracia monárquica con rey y todo, ¿qué más podríamos pedir los españoles? Solamente nos faltaba sentirnos EUROPEOS de pleno derecho.
El 1º de enero de 1.986 los españolitos nos convertimos en EUROPEOS. Respirábamos profundamente, como quitándonos un peso, una carga de siglos de incultura, de guerras fratricidas, de odios entre hermanos, de la llamada “España negra”.
Y con Europa llegaron los Fondos de Cohesión, los Fondos Estructurales, los Fondos Sociales, y con esos fondos hicieron muchas autopistas, muchos trenes de alta velocidad, muchos aeropuertos, corrupción, mucha corrupción. Pero todo se daba por bueno, no en vano ya éramos “europeos” podíamos transitar libremente por todos los países sin necesidad de pasaporte. Y para más de todo la moneda única: el Euro. Que más podíamos pedir los españolitos que sentir el suave tacto del papel de la nueva moneda. Los españoles gozábamos de una moneda más fuerte que el dólar americano.
La desilusión llegó al segundo día de la implantación del euro, que, por aquello del redondeo, un cafecito pasó de 80 pesetillas a 166 pesetas, el pan, azúcar, la gasolina, etc., excepto los sueldos que seguían cobrándose en las mismas pesetas traducidas a euros. La inflación subió como nunca habíamos visto, pero qué más da… España crecía de tal forma que en el año 2007, por aquello de las estadísticas, la renta “per cápita” llegó a alcanzar los 26.900 euros situándonos en 4º lugar de las rentas en Europa, por delante, incluso de los italianos. Pero el final de la fiesta ha sido este: Europa con europeos de primera, segunda y hasta de cuarta categoría. El salario interprofesional mínimo de los españoles situado entre los más bajos de la comunidad europea, las pensiones más ridículas, la pobreza más alta, la educación en el último lugar, la sanidad con las listas de espera más grandes, el desempleo alcanzando record de locura. Y se acabaron los fondos, y apareció la crisis financiera y pagamos la bancarrota de Cajas de ahorros, de Bancos; se derrumbaron los castillos en el aire y apareció la realidad con toda su crudeza.
Una nación en quiebra, un paro de más de un 26% y creciendo, el 40% de la población bajo el umbral de la pobreza, recortes drásticos en presupuestos básicos como sanidad y educación. Un gobierno obsesionado con el control del “déficit” y sometido a los criterios de Alemania y Francia, a las “agencias de calificación” pagando un tipo de interés fuera de toda lógica. Lo peor es que ni siquiera se ve la luz al final del túnel. ¿Podremos soportar 8 millones de personas en paro? Estamos perdiendo la honra, nuestros políticos no dan la talla y cada día la pobreza va llegando a más ciudadanos que han perdido toda la esperanza en una Europa común.
El proyecto europeo terminará con más odio, rabia y vergüenza entre sus pueblos que el que existía al final de la 2ª guerra mundial. La salida de España de la zona euro significaría grandes esfuerzos pero no mayores a los que estamos sufriendo y nos piden que suframos en un par de años. Europa no puede tener dos cabezas, ser un ente bicéfalo, una de ellas puesta en el norte y la otra en el sur. La Europa común para todos los europeos no es la Europa de ricos y pobres, es la Europa solidaria entre sus pueblos libres y soberanos. Con un reparto de la riqueza equitativa de forma que el que menos tiene reciba del que más. Una Confederación de Estados Europeos unidos por el mismo fin, acabar con las desigualdad social en el viejo continente. Si eso no es posible conseguir, estaremos ante una nueva invasión de intereses oscuros deseosos de terminar con el bienestar de millones de europeos y someter a los países más débiles a la tiranía de estar pagando deudas con intereses alarmantes, que nos obligaran a perder cualquier logro del estado de bienestar conseguido a través de años de lucha y esfuerzo continuo de las clase trabajadora. Es urgente la convocatoria de elecciones generales y posterior referéndum para decidir el destino de España como pueblo libre. Si no lo hacemos ahora luego será muy tarde, y España está empezando a arder.
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